Un cuento de magia. Chris Colfer
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Название: Un cuento de magia

Автор: Chris Colfer

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия:

isbn: 9788412407426

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СКАЧАТЬ ¡Eso es inaceptable! —exclamó el rey—. Yo soy el soberano, ¡mi voluntad es ley!

      —Así es. Y cualquiera con un poco de cerebro lo sabe. Sin embargo, los rumores persisten. Si yo fuera usted, empezaría por desmentir esas desagradables teorías desafiando a los jueces supremos de vez en cuando. Y no puedo pensar en una mejor manera de hacerlo que firmando el documento que tiene delante.

      Campeón XIV asintió mientras pensaba en la advertencia. Al final, la persuasión de madame Weatherberry lo ayudó a tomar una decisión.

      —Muy bien —dijo el rey—. Puede reclutar a dos estudiantes del Reino del Sur para su escuela de magia, un niño y una niña, pero eso es todo. Y deberá recibir el permiso escrito de sus tutores, o no se les permitirá asistir a su academia.

      —Confieso que esperaba llegar a un acuerdo mejor, pero acepto lo que me ofrece —dijo madame Weatherberry—. Trato hecho.

      El rey cogió la pluma y la tinta de un lado de su escritorio y realizó las correcciones pertinentes en el documento dorado. Cuando terminó, firmó el acuerdo y lo legalizó con un sello de cera con el emblema real de su familia. Madame Weatherberry se puso de pie y aplaudió para celebrarlo.

      —¡Ay, qué momento tan maravilloso! ¿Tangerina? ¿Cielene? ¡Venid! ¡El rey nos ha concedido nuestra petición!

      Las aprendices entraron a toda prisa en el despacho y se entusiasmaron al ver la firma del rey. Tangerina enrolló el documento y Cielene lo ató con un lazo plateado.

      —Muchas gracias, Su Majestad —dijo madame Weather­berry, recolocándose el velo sobre el rostro—. ¡Le prometo que no se arrepentirá!

      El rey resopló con escepticismo y se frotó sus cansados ojos.

      —Espero que sepa lo que está haciendo, porque si no le diré a todo el reino que fui embrujado y engañado por una...

      Campeón XIV levantó la vista y suspiró. Madame Weatherberry y sus aprendices se habían desvanecido. El rey avanzó hacia la puerta para ver si habían salido corriendo por el pasillo, pero este seguía igual de vacío que antes. Unos minutos después, todas las velas y las antorchas se encendieron por arte de magia. Las pisadas volvieron a resonar por los corredores a medida que los sirvientes y los soldados regresaban a sus rutinas. El rey se acercó a la ventana y vio que la tormenta también había desapareci­do, y lo tranquilizó mucho que el día volviera a estar despejado.

      Sin embargo, era imposible que el rey sintiera otra cosa que no fuera temor al mirar los cielos del norte. Ahora sabía que, en algún lugar del horizonte, acechaba la verdadera tormenta...

apertura

      1

ornamento

      Libros y desayunos

      Todos los monjes que vivían en la capital del Reino del Sur eran duros de oído, y el porqué no era un misterio. Cada amanecer, durante diez minutos seguidos, la ciudad de Colinas Carruaje se inundaba del sonido ininterrumpido y estridente de las campanas de la catedral. Como los terremotos, el sonido metálico hacía retumbar la Plaza Mayor, al igual que las calles de la ciudad y las aldeas aledañas. Los monjes las hacían doblar de manera frenética e irregular para asegurarse de que todos los habitantes se despertaran y participaran del día del Señor y, una vez que habían puesto en pie a los pecadores, volvían a la cama.

      Sin embargo, las campanadas de la catedral no afectaban a todos. Los monjes se habrían puesto furiosos de haberse enterado de que una joven de la campiña se las arreglaba para dormir a pesar de aquel estruendo odioso.

      Brystal Evergreen tenía catorce años y esa mañana se despertó como cada día: por los golpes que alguien daba en la puerta de su habitación.

      —Brystal, ¿estás despierta? ¿Brystal?

      Sus ojos azules se abrieron a la séptima u octava vez que su madre llamó a la puerta. No tenía el sueño muy pesado, pero las mañanas le resultaban todo un desafío, pues, por lo general, estaba exhausta tras haberse quedado despierta hasta muy tarde la noche anterior.

      —¿Brystal? ¡Respóndeme, niña!

      La joven se sentó en la cama mientras las campanas de la catedral repicaban a lo lejos por última vez. Sobre su barriga encontró un ejemplar abierto de Las aventuras de Tidbit Twitch, de Tomfree Taylor, y en la punta de su nariz, un par de gafas. De nuevo, Brystal se había quedado dormida leyendo, y ocultó las pruebas rápidamente, antes de que la descubrieran. Escondió el libro debajo de la almohada, se guardó las gafas de lectura en un bolsillo del camisón y apagó la vela que se había quedado encendida encima de la mesita.

      —¡Jovencita, pasan diez minutos de las seis! ¡Voy a entrar!

      La señora Evergreen empujó la puerta y entró con todas sus fuerzas en la habitación de su hija como un toro que acaba de ser liberado de su encierro. Era una mujer delgada con el rostro pálido y ojeras oscuras. Llevaba el pelo recogido en un moño alto y firme que, al igual que las riendas de un caballo, la mantenía alerta y motivada mientras hacía las tareas del hogar.

      —Entonces sí que estás despierta... —dijo, levantando una ceja—. ¿Es mucho pedir que me contestes?

      —Buenos días, mamá —saludó Brystal en tono alegre—. Espero que hayas dormido bien.

      —No tan bien como tú, por lo que parece... —volvió a lanzar la señora Evergreen—. Sinceramente, niña, no sé cómo lo haces para dormir con estas campanas horribles todas las mañanas... Suenan tan fuerte que podrían resucitar a los muertos.

      —Cuestión de suerte, supongo —dijo, bostezando con muchas ganas.

      La señora Evergreen colocó un vestido blanco a los pies de la cama y le lanzó a su hija una mirada desdeñosa.

      —Has vuelto a dejarte el uniforme en el tendedero —dijo—. ¿Cuántas veces debo recordarte que lo recojas tú misma? Apenas puedo encargarme de la ropa de tu padre y tus hermanos, no tengo tiempo para lavar lo tuyo.

      —Lo siento, mamá —se disculpó Brystal—. Iba a hacerlo anoche después de lavar los platos, pero ya veo que se me olvidó.

      —¡No puedes seguir siendo tan despistada!... Andar soñando despierta es la última cualidad que los hombres buscan en una esposa —le advirtió su madre—. Ahora, date prisa y cámbiate, así me ayudas a preparar el desayuno. Hoy es un gran día para tu hermano, y le haremos su comida favorita.

      La señora Evergreen avanzó hacia la puerta, pero se detuvo cuando percibió un olor extraño en el aire.

      —¿Eso es humo? —preguntó.

      —Acabo de apagar una vela —explicó Brystal.

      —¿Y por qué tenías una vela encendida tan temprano? —quiso saber la señora Evergreen.

      —La..., me la dejé encendida anoche sin querer —confesó.

      La señora Evergreen se cruzó de СКАЧАТЬ