Un cuento de magia. Chris Colfer
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Название: Un cuento de magia

Автор: Chris Colfer

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

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isbn: 9788412407426

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СКАЧАТЬ acompañado de unos ruidos sibilantes, había captado la atención del rey mientras ella hablaba. El monarca recorrió el despacho con la mirada, pero no fue capaz de encontrar el origen de esos sonidos inusuales.

      —Lo siento, me ha parecido oír algo —dijo el rey—. ¿Decía...?

      —Estaba expresándole mi gratitud por la piedad que ha mostrado hacia la comunidad mágica.

      El rey gruñó con disgusto.

      —Bueno, se equivoca si cree que siento la más mínima empatía por la comunidad mágica —refunfuñó—. Al contrario, para mí, la magia es algo tan asqueroso y antinatural como para el resto de los soberanos. Pero me preocupan quienes usan la magia para sacar provecho de la ley.

      —Y eso es admirable, señor —dijo madame Weatherberry—. Su devoción por la justicia es lo que lo diferencia del resto de los monarcas. Ahora bien, me gustaría aclararle algo sobre la perspectiva que tiene de la magia, para que pueda seguir haciendo de este reino un lugar más justo y seguro para toda su gente. Al fin y al cabo, la justicia no puede existir para uno si no existe para todos.

      La conversación apenas acababa de empezar y el rey ya se sentía ofendido.

      —¿A qué se refiere con «aclararme algo sobre mi perspectiva»? —preguntó con una mueca de desdén.

      —Su Majestad, la forma en la que se criminaliza y estigmatiza la magia es la mayor injusticia de nuestros tiempos. Pero con las modificaciones y enmiendas adecuadas, y una buena estrategia de propaganda, es posible cambiar eso. Juntos podemos crear una sociedad que acepte todas las formas de vida, les permita sacar su mayor potencial y... Su Majestad, ¿me está escuchando? Parece que lo he vuelto a perder.

      Una vez más, el rey se había distraído con el zumbido misterioso y los sonidos sibilantes. Sus ojos volvieron a recorrer el despacho, con mayor intensidad ahora, y solo había oído algunas palabras sueltas de lo que madame Weatherberry le había dicho.

      —Debo de haberla entendido mal —dijo—. Por un momento, me ha parecido que me estaba sugiriendo que legalizara la magia.

      —Pues no, lo ha entendido bien —dijo madame Weatherberry soltando una risita—. Legalizar la magia es exactamente lo que le estoy sugiriendo.

      De pronto, Campeón XIV se enderezó en la silla y se aferró a los apoyabrazos. Madame Weatherberry ya tenía toda su atención. No era posible que estuviera sugiriéndole algo tan absurdo.

      —¿Quién se ha creído que es usted, mujer? —preguntó el rey con desprecio—. ¡La magia nunca será legalizada!

      —En realidad, señor, es muy factible —respondió madame Weatherberry—. Basta con emitir un decreto que despenalice el acto y luego, a su debido tiempo, el estigma que la rodea disminuirá.

      —Entonces, ¡no tardaré en despenalizar también los asesinatos y los robos! —anunció el rey—. En el Libro de la Fe, el Señor explica con claridad que la magia es un terrible pecado y, por lo tanto, ¡un delito en este reino! Y si un delito no tuviera consecuencias, ¡viviríamos en el caos absoluto!

      —Ahí es donde se equivoca, Su Majestad —dijo—. Verá: la magia no es el delito que el mundo cree que es.

      —¡Claro que sí! —objetó—. ¡He presenciado actos de magia para engañar y atormentar a gente inocente! ¡He visto cuerpos de niños masacrados por pociones y hechizos! ¡He visitado aldeas plagadas con maldiciones y maleficios! Así que ¡no se atreva a defender la magia frente a mí, madame! ¡La comunidad mágica nunca recibirá un gramo de empatía o comprensión por parte de este soberano!

      Aunque Campeón XIV no podría haber sido más claro en su negativa, madame Weatherberry se sentó más al borde del sofá y le sonrió como si hubieran llegado a un acuerdo.

      —Lo que voy a decirle tal vez lo sorprenda, señor, pero estoy completamente de acuerdo con usted.

      —¿En serio? —preguntó el rey con sospecha.

      —Sí, sí, completamente —repitió madame Weatherberry—. Creo que quienes atormentan a gente inocente deberían ser castigados por sus acciones, y con dureza, me atrevería a añadir. Ahora bien, en su razonamiento hay un error, un único y pequeño error. Y es que las situaciones que usted ha presenciado no fueron causadas por magia, sino por actos de brujería.

      El rey frunció el ceño con más fuerza y miró a madame Weatherberry como si estuviera hablando en otro idioma.

      —¿Brujería? —preguntó en tono burlón—. Nunca he oído hablar de eso.

      —Entonces, permítame que se lo explique —dijo madame Weatherberry—. La brujería es una práctica atroz y destructiva. Nace de un oscuro deseo de engañar y corromper. Solo las personas con un corazón malvado son capaces de practicarla y, créame, merecen cualquier destino imaginable. Sin embargo, la magia es algo completamente distinto. En esencia, es una forma de arte pura y positiva. Su objetivo es ayudar y sanar a aquellos que lo necesitan, y solo nace de quienes tienen bondad en el corazón.

      El rey se hundió de nuevo en la silla, con las manos en la cabeza, invadido por la confusión.

      —Ay, cielos, me temo que lo he abrumado —dijo madame Weatherberry—. Déjeme simplificárselo: la magia es buena, la magia es buena, la magia es buena. La brujería es mala, la brujería es mala, la brujería...

      —No sea condescendiente, mujer, ¡ya la he oído! —dijo el rey, molesto—. ¡Deme un momento para que mi cabeza lo entienda!

      Campeón XIV soltó un largo suspiro y se masajeó una sien. Por lo general, le costaba procesar información después de la siesta, pero todo aquello pertenecía a otro nivel. Se cubrió los ojos y se concentró, como si estuviera leyendo un libro con los ojos cerrados.

      —Entonces, ¿la magia no es lo mismo que la brujería?

      —Correcto —dijo madame Weatherberry asintiendo animada—. No hay que mezclar peras con manzanas.

      —¿Y son de naturaleza diferente?

      —Polos opuestos, señor.

      —Entonces, si no son brujas, ¿cómo se llaman quienes practican la magia?

      Madame Weatherberry levantó la cabeza con orgullo.

      —Nos llamamos hadas, señor.

      —¿Hadas? —preguntó el rey.

      —Sí, hadas —repitió—. ¿Entiende ahora mi deseo de aclarar su perspectiva? Al mundo no le preocupan las hadas que practican magia, sino las brujas que cometen actos de brujería. Pero, por desgracia, llevamos siglos metidas en el mismo saco y condenadas como tales. Aunque, por suerte, con mi guía y su influencia, somos más que capaces de corregir la situación.

      —Me temo que no estoy de acuerdo —dijo el rey.

      —¿Disculpe?

      —Un hombre puede robar por avaricia y otro por supervivencia, pero ambos son ladrones: no importa que uno sea de co­razón bondadoso.

      —Pero, señor, creo haber dejado СКАЧАТЬ