Un cuento de magia. Chris Colfer
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Название: Un cuento de magia

Автор: Chris Colfer

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

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isbn: 9788412407426

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      —Pero ¿cómo va a ayudar una academia a conseguir la legalización de la magia?

      —Una vez que haya entrenado a mis pupilos para que dominen sus habilidades, nos introduciremos lentamente en el mundo. Usaremos nuestra magia para sanar a los enfermos y ayudar a quienes lo necesiten. Con el tiempo, entre los reinos se habrá corrido la voz acerca de lo compasivos que somos. Las hadas nos convertiremos en un ejemplo de generosidad y nos ganaremos el afecto de la gente. El mundo verá todo el bien que la magia puede hacer, cambiará de opinión y la comunidad mágica finalmente será aceptada.

      Campeón XIV se rascó la barbilla mientras cavilaba acerca del magnífico plan de madame Weatherberry. Esta le había dado muchos detalles, pero se había olvidado del más importante: la implicación del rey en él.

      —Parece bastante capaz de llevar a cabo el plan por su cuenta. ¿Qué quiere de mí entonces?

      —Su consentimiento, por supuesto. Las hadas queremos que confíen en nosotras, y la única manera que tenemos de ganarnos esa confianza es haciendo las cosas de la manera correcta. Por eso me gustaría tener su permiso oficial para viajar libremente por el Reino del Sur para reclutar estudiantes. También me gustaría que nos prometiera que los niños y las familias que quieran unirse a nosotras no serán perseguidos. Mi misión es ofrecerles a estos jóvenes una vida mejor, no quiero que se arriesguen y que la jus­ticia los castigue. Será muy difícil convencer a los padres de que permitan que sus hijos asistan a una escuela de magia, pero si contamos con la bendición del soberano, será mucho más sencillo. Sobre todo si tenemos la bendición por escrito.

      Madame Weatherberry tendió una mano hacia el escritorio del rey y un trozo de papel dorado apareció frente a él. Todo lo que le había solicitado estaba escrito: solo faltaba la firma del monarca. Campeón XIV se frotó las piernas con ansiedad mientras leía y releía el documento.

      —Esto podría salir fatal —dijo el rey—. Si mis súbditos descubren que le he dado permiso a una bruja, perdón, a un hada para que se lleve a sus hijos a una escuela a practicar magia, ¡habrá revueltas en las calles! ¡Mi gente pedirá mi cabeza!

      —En ese caso, dígale a su gente que me ha ordenado limpiar de niños mágicos el reino —sugirió—. Dígales que, para lograr un futuro sin magia, ha ordenado que reunieran a los más jóvenes y los llevaran lejos. Hace tiempo descubrí que, cuanto más vulgar es la petición, más la acepta el ser humano.

      —Aun así, ¡no deja de ser arriesgado para ambos! ¡Mi permiso no le garantiza protección! ¿No le preocupa su seguridad?

      —Su Majestad, le recuerdo que he hecho desaparecer a todo el personal de este castillo, Tangerina controla un enjambre de abejas y por el cuerpo de Cielene corre suficiente agua como para llenar un cañón entero. Creo que sabemos protegernos.

      A pesar de sus palabras, el rey parecía más asustado que convencido. Madame Weatherberry estaba tan cerca de conseguir lo que quería que debía apaciguar las dudas del soberano antes de que estas se apoderaran de él. Por suerte, aún guardaba otra arma en su arsenal para ganarse su aprobación.

      —¿Tangerina? ¿Cielene? ¿Seríais tan amables de dejarnos al rey y a mí a solas un momento? —les pidió.

      Era evidente que Tangerina y Cielene no querían perderse ni una parte de la conversación entre madame Weatherberry y Campeón XIV, pero respetaron los deseos de su maestra y salieron a esperar al pasillo. Cuando la puerta se cerró detrás de ellas, madame Weatherberry se inclinó hacia el rey y lo miró profundamente a los ojos con expresión seria.

      —Señor, ¿está al corriente del Conflicto del Norte? —preguntó.

      Si algo le dejaron claro los ojos saltones del rey es que estaba más que al corriente. La mera mención del conflicto tuvo un efecto tan paralizante en el monarca que lo hizo titubear cuando respondió.

      —¿Cómo..., cómo...? ¿Cómo demonios lo sabe? ¡Es un asunto reservado!

      —Puede que la comunidad mágica sea pequeña y esté dividida, pero las palabras viajan más rápido cuando uno de los nuestros está..., bueno, montando una escena.

      —¿Montando una escena? ¡¿Eso le parece?!

      —Su Majestad, por favor, no alce la voz —dijo, y luego señaló con la cabeza hacia la puerta—. Las malas noticias pueden llegar con mucha facilidad a oídos jóvenes. Mis niñas empe­za­rían a encontrarse mal si se enteraran de lo que estamos discutiendo.

      Campeón XIV sabía a lo que se refería porque él mismo empezaba a sentir cierto malestar. Recordar ese tema era como ver a un fantasma; un fantasma que él creía dormido.

      —¿Por qué menciona algo tan horrible? —preguntó.

      —Porque ahora mismo no hay nada que le garantice que el Conflicto del Norte no cruce la frontera y llame a la puerta de su casa —le advirtió madame Weatherberry.

      El rey negó con la cabeza.

      —Eso no ocurrirá. El rey Nobleton me aseguró que se encargaría de la situación. Nos dio su palabra.

      —¡El rey Nobleton le mintió! ¡Les dijo al resto de los soberanos que tiene el conflicto bajo control porque se siente humillado por lo grave que se ha vuelto la situación! ¡Casi la mitad del Reino del Norte ha muerto! ¡Ha perdido a tres cuartas partes de su ejército y quienes quedan van cayendo con cada día que pasa! ¡El rey culpa a la hambruna porque lo aterroriza perder el trono si su pueblo se entera de la verdad!

      El rostro de Campeón perdió todo el color y el monarca no dejaba de temblar en su asiento.

      —¿Y bien? ¿Puedo hacer algo? ¿O se supone que tengo que quedarme sentado y esperar a morir yo también?

      —En estos últimos tiempos, hay motivos para la esperanza —dijo madame Weatherberry—. Nobleton ha nombrado a un nuevo comandante, el general White, para guiar a las defensas restantes. Hasta ahora, el general ha manejado la situación con mucho más éxito que sus predecesores.

      —Bueno, algo es algo —dijo el rey.

      —Rezo porque el general White resuelva el asunto, pero usted debe estar preparado por si fracasa —dijo—. Y, en caso de que el conflicto cruce hacia el Reino del Sur, tener una academia de hadas entrenadas a la vuelta de la esquina podría ser muy beneficioso para usted.

      —¿Cree que sus estudiantes podrían detener el conflicto? —preguntó con desesperación en los ojos.

      —Sí, Su Majestad —respondió totalmente confiada—. Creo que mis futuros estudiantes lograrán cosas que el mundo de hoy considera imposibles. Pero, primero, necesitarán un lugar donde estudiar y una maestra que les enseñe.

      El rey se quedó muy quieto mientras consideraba la propuesta con gran detenimiento.

      —Sí..., sí, podría ser tremendamente beneficioso —se dijo a sí mismo—. Desde luego, tendré que consultarlo con mi Consejo Asesor de Jueces Supremos antes de darle una respuesta.

      —En realidad, señor —dijo madame Weatherberry—, creo que es un asunto que podemos dejar cerrado sin consultárselo a los jueces supremos. Suelen ser un grupo bastante conservador y sería una lástima que su terquedad se interpusiera en nuestro camino. Además, a lo СКАЧАТЬ