Un cuento de magia. Chris Colfer
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Un cuento de magia - Chris Colfer страница 17

Название: Un cuento de magia

Автор: Chris Colfer

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия:

isbn: 9788412407426

isbn:

СКАЧАТЬ la noche, Brystal se encontraba dando un paseo por un pasillo largo y serpenteante de la primera planta, en busca de algo para leer. De todos los sectores de la biblioteca, comprendió que ese era el que menos le gustaba, porque siempre requería mucha más limpieza que el resto. Los estantes estaban repletos de colecciones de registros públicos viejos y ordenanzas desactualizadas, por eso no era ningún misterio que ese lugar estuviera prácticamente olvidado.

      Mientras Brystal revisaba los estantes del final del pasillo, un libro que se encontraba en el último de todos le llamó la atención. A diferencia de los registros con tapa de cuero que lo rodeaban, ese tenía la cubierta de madera y prácticamente se confundía con el estante.

      Nunca había visto un libro tan extraño, por lo que, maravillada por su particular camuflaje, comenzó a preguntarse si alguien habría reparado en él.

      —¿Es posible que en esta biblioteca haya libros que nadie haya leído? —se preguntó en voz alta—. ¿Y si yo soy la primera persona que lee alguno?

      La idea le pareció muy estimulante. Llevó la escalera hacia el final del pasillo y subió hasta el último estante. Intentó sacar el libro con la cubierta de madera, pero este no cedió.

      —Probablemente lleve aquí siglos —imaginó.

      Brystal lo intentó de nuevo con todas sus fuerzas, pero el ejemplar no se movió. Un pie se le resbaló de la escalera, ya que había usado todo su peso para aflojarlo, pero ni siquiera así cedió. Por más fuerza que hiciera, el libro no salía del estante.

      —¡Debe de estar atornillado! ¿Qué clase de persona enferma clavaría un libro a...? ¡Aaaaaahhh!

      De repente, algo grande y pesado empujó a Brystal y la escalera, que cayeron al suelo. Cuando la joven levantó la vista, descubrió que la estantería entera se había apartado de la pared y dejaba a la vista un pasadizo secreto largo y oscuro. Al momento comprendió que el libro de madera no era un libro, sino ¡una palanca que abría una puerta secreta!

      —¿Hola? —preguntó Brystal con nerviosismo hacia el pasadizo—. ¿Hay alguien ahí?

      Lo único que oyó fue el eco de su voz.

      —Si alguien puede oírme, lo siento —dijo—. Estaba limpiando el estante y se ha abierto. Nada más. No esperaba encontrar una puerta que diera..., que diera... a donde sea que lleve este pasadizo aterrador.

      Tampoco esta vez obtuvo respuesta. Brystal supuso que el pasillo oculto estaba igual de vacío que el resto de la biblioteca y no vio ningún peligro en inspeccionarlo. Cogió un farol y caminó despacio para ver hacia dónde llevaba. Al final, llegó a una puerta de metal con una placa atornillada que decía:

      SOLO JUECES

      —¿Solo jueces? —leyó en voz alta—. Qué extraño. ¿Por qué iban a necesitar los jueces una habitación secreta en la biblioteca?

      Sujetó el picaporte y empezó a acelerársele el corazón cuando comprendió que estaba abierto. La puerta de metal crujió y el eco resonó por toda la biblioteca vacía detrás de ella. La curiosidad le nubló el juicio y, antes de poder detenerse, ignoró el letrero y entró en la estancia.

      —¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —repitió—. Una sirvienta inocente va a pasar.

      Al otro lado de la puerta, Brystal se encontró con una habitación pequeña de techo bajo. Por suerte, no había nadie, tal como había imaginado. Las paredes no tenían ventanas ni cuadros, sino que estaban cubiertas de estantes negros. Y el centro de la habitación lo ocupaba una sola mesita con una sola silla. Encima del escritorio, un candelabro sin velas y a un lado un perchero con dos ganchos: uno para un sombrero y otro para un abrigo. A juzgar por lo austero de aquella estancia, Brystal comprendió que la habitación solamente debía de ser usada por un juez a la vez.

      Se colocó las gafas de lectura y levantó el farol hacia uno de los estantes para ver qué clase de libros guardaban en esa biblioteca secreta. Para su sorpresa, la colección de los jueces era escasa: en cada estante había menos de una decena de obras y cada título estaba junto a una pila de papeles. Brystal cogió del estante el libro grueso que le quedaba más cerca y leyó la portada:

      HISTORIA Y OTRAS MENTIRAS

      ROBBETH FLAGWORTH

      Le costó leer el título porque el libro estaba cubierto de cenizas. Brystal acercó más el farol y vio que en la portada había estampado un sello con unas letras enormes:

      —¿Prohibido? —leyó en voz alta—. Menuda tontería. ¿Por qué iba alguien a prohibir un libro?

      A continuación, leyó la página por la que el libro quedó abierto al azar. Tras leer por encima unos párrafos, encontró la respuesta:

       Uno de los mayores engaños de la «historia» registrada fue la verdadera razón por la que se creó la Ley de Desgarrificación del año 339. Durante cientos de años, al pueblo del Reino del Sur se le contó que el rey Campeón VIII había desterrado a los trols por actos de vulgaridad. Sin embargo, esto no fue más que propaganda para encubrir una conspiración macabra en contra de una especie inocente.

       Antes de que la Ley de Desgarrificación del 339 fuera promulgada, los trols formaban una parte activa y respetada de la sociedad del Reino del Sur. Eran artesanos con mucho talento y construyeron muchas de las estructuras que hoy podemos ver en la Plaza Mayor de Colinas Carruaje. Vivían tranquilamente en las cavernas de la región sudoeste y se los consideraba una minoría pacífica y reservada.

       En el 336, mientras expandían sus cavernas por el sudoeste, los trols descubrieron una cantidad enorme de oro. En ese entonces, el Reino del Sur seguía muy endeudado por la Guerra Mundial de las Cuatro Esquinas. Cuando Campeón VIII se enteró de las riquezas que acababan de descubrir, declaró el oro propiedad del gobierno y ordenó a los trols que lo entregaran de inmediato.

       Legalmente, los trols tenían todo el derecho a quedarse con su descubrimiento y se negaron a acatar las órdenes del rey. Como represalia, Campeón VIII y sus jueces supremos orquestaron un plan siniestro para manchar la reputación de los trols. Hicieron correr rumores desagradables y falsos sobre su estilo de vida y comportamiento y, un tiempo después, todos los residentes del Reino del Sur los daban por ciertos. El rey desterró a los trols hacia el Entrebosque, les quitó el oro y saldó la deuda del Reino del Sur con éxito.

       Lamentablemente, los líderes de los reinos aledaños se inspiraron en la Ley de Desgarrificación del 339 y usaron el mismo método para saldar sus propias deudas. Pronto, los trols fueron saqueados y desterrados de los cuatro reinos. Hubo otras especies inteligentes que salieron a defenderlos, pero sus esfuerzos solo los llevaron a sufrir un destino similar. Juntos, los líderes del mundo entero promulgaron la Ley de Gran Limpieza del 345, gracias a la cual expulsaron de sus tierras a toda criatura hablante que no fuera humana.

       Las poblaciones de trols, duendes, ogros y goblins perdieron sus hogares y posesiones, y fueron obligados a vivir en las condiciones extremas del Entrebosque. Con recursos limitados, las especies no tuvieron más elección que recurrir a las medidas primitivas y barbáricas de supervivencia por las que se las conoce y teme hoy en día.

       Los llamados «monstruos» del Entrebosque СКАЧАТЬ