Grace y el duque. Sarah MacLean
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Название: Grace y el duque

Автор: Sarah MacLean

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Los bastardos Bareknuckle

isbn: 9788418883019

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СКАЧАТЬ qué me miras así? —dijo Grace en voz baja, un susurro apenas perceptible y lleno de incredulidad.

      Pero ¿por qué lo preguntaba? ¿No la había mirado siempre así?

      Dios, se estaba acercando, inclinándose sobre él, bloqueando la luz. Convirtiéndose en esa luz.

      Sus ojos examinaron cada centímetro de él y lo dejaron al descubierto con su análisis. Y no pudo contenerse mientras ella se acercaba más y más, haciendo que su pulso palpitara con fuerza, hasta que la habitación se desvaneció y no había nada más que ellos dos; y entonces él también desapareció, y solo quedó ella.

      —Te escondieron de mí.

      Ella negó con la cabeza y aquel movimiento lo envolvió en su aroma, como un dulce que hubiera comido y que pudiera recordar perfectamente sin haber vuelto a disfrutarlo jamás.

      —A mí nadie me esconde —dijo. Dios, estaba muy cerca. Estaba justo ahí, con sus voluptuosos y perfectos labios, a un milímetro de los suyos—. Me cuido yo sola.

      Tensó las ataduras, duras como el acero. Duras como él. Se desesperaba por acortar la distancia entre ellos. ¿Cuánto tiempo hacía que no la tocaba? ¿Cuánto tiempo había soñado con ella?

      Toda una vida.

      Sus pupilas estaban dilatadas por el deseo, los ojos fijos en su boca, y él se lamió el labio inferior sabiendo que ella también lo deseaba, no le cabía la más mínima duda. Lo deseaba tanto como él a ella.

      Imposible. Nadie podría amar nada como él la quería a ella.

      «Hazlo», deseó.

      «Por favor, Dios. Bésame».

      —Por fin te he encontrado —dijo como en una especie de rezo.

      —No —le corrigió ella suavemente—. Yo te he encontrado a ti, Ewan.

      Su nombre, el nombre que ya nadie usaba, lo atravesó. No pudo evitar susurrar el nombre de ella en respuesta.

      Sus ojos se posaron de nuevo en los de él, como un regalo.

      Sí.

      —Tómalo —dijo. «Lo que necesites. Todo lo que desees»—. ¿Qué necesitas, Grace? —susurró.

      Ella se inclinó y a él le dolió más de la cuenta.

      Dos golpecitos, agudos e insistentes, desde la oscuridad, reconocibles al instante como de Diablo, su hermano de sangre.

      Hermano de ella por un vínculo mucho más fuerte.

      Grace desapareció al instante, como si una cuerda tirara de ella, y perderla de vista lo hizo enloquecer. Ewan se volvió hacia el sonido con un gruñido grave, como un perro al que le han prometido un filete y se lo han arrebatado en el último segundo.

      —Me dijo que habías muerto —dijo, volviéndose hacia ella, entusiasmado por su cercanía—. Pero no estás muerta. Estás viva —añadió. Y luego otra vez, sin poder ocultar el alivio de su voz. La veneración—. Estás viva.

      —Has intentado matarlo. —Ella lo miró fríamente, impasible.

      —¡Me dijo que habías muerto! —¿Es que no lo entendía?

      —Casi matas al amor de Bestia.

      —¡Pensé que te habían dejado morir! —Casi se había vuelto loco al enterarse.

      «No casi, se había vuelto loco del todo».

      —Esa no es razón suficiente. —Negó con la cabeza.

      Él levantó la barbilla. La idea de que no hubiera destruido Londres para vengar su muerte le arrancó una risa amarga.

      —Tienes razón. No fue suficiente. Lo fue todo. —Se encontró con su mirada, cálida y dorada, una mirada que había envejecido como el resto de ella. En ese instante, estaba llena de conocimiento y poder—. Lo haría de nuevo. Desátame.

      Ella lo observó durante un buen rato en silencio.

      —¿Sabes?, pensaba en ti cuando caminaba por esos adoquines y aprendía a amarlos. Cuando aprendía a protegerlos, como si hubiera sido yo quien hubiera nacido en una alcantarilla de Covent Garden y no tú.

      —Desátame. Déjame…

      «Deja que te abrace».

      «Deja que te toque».

      —Pensaba en ti… hasta que dejé de pensar en ti. —Ella lo ignoró y permitió que las palabras lo golpearan—. Porque ya no eras uno de nosotros. ¿Verdad, duque?

      Grace blandió el título como un cuchillo y lo clavó tan profundamente como para tocarle el hueso, pero Ewan no mostró dolor alguno.

      En cambio, hizo lo único que se le ocurrió. Lo único que creía que la mantendría cerca de él. El único regalo que ella aceptaría de él.

      —Desátame y te daré la pelea que deseas —le prometió mientras la miraba a los ojos.

      Capítulo 6

      Lo que quería era una pelea.

      Estaba en el último piso del edificio que poseía, en el mundo sobre el que reinaba, un mundo que tiempo atrás había sido de Ewan; había mirado a sus hermanos a los ojos y les había dicho que anhelaba venganza. Era lo único que anhelaba, si era sincera. Todo lo demás, lo que tenía y lo que era, era un medio para ese fin. Al fin y al cabo, era lo único que le pertenecía solo a ella. Todo lo demás —su casa, su negocio, sus hermanos, la gente de la colonia— lo compartía. Pero la venganza era solo suya.

      Desde el momento en que nació, nada había sido suyo. Le habían robado el nombre. El futuro. Una madre que la quería. Un padre que nunca conocería. Y luego, cuando descrubrió las cosas buenas que había en el mundo, también se las robaron. La felicidad. El amor. La comodidad. La seguridad. Todo desapareció. Se lo arrebataron.

      Y él había sido la única persona a la que había amado, pero la idea de una vida con ella no había sido suficiente para Ewan. No cuando podría tener un ducado.

      Era la promesa que su padre le había hecho cuando convocó a sus hijos, los tres medio hermanos, a su finca del campo. Competirían como perros por un título que no le pertenecía a ninguno. Un título que llevaría consigo fortuna y poder sin medida, suficiente para cambiar muchas vidas.

      Al principio, la competición había sido fácil. Bailes y conversaciones. Geografía y latín. Luego, tomó un cariz peor. Los desafíos dejaron de versar sobre el aprendizaje y empezaron a implicar sufrimiento. Lo que el duque llamaba «fortaleza mental».

      En ese momento, la separaron de los chicos, que fueron trasladados a cuartos oscuros, fríos. Aislados.

      Y luego se habían visto obligados a luchar entre sí. Todo por la promesa del poder. De la fortuna. Del futuro. De un nombre que había sido el de ella en el bautismo: СКАЧАТЬ