El amor y la sexualidad. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Название: El amor y la sexualidad

Автор: Omraam Mikhaël Aïvanhov

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

Серия:

isbn: 9788412406863

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СКАЧАТЬ crear estados armoniosos, divinos, en vez de que siempre sean perturbaciones, caídas, lamentos. ¿Quién puede negar que el principio masculino es una fuerza y que el principio femenino es una fuerza? El mundo entero está en movimiento gracias a la energía que se desprende de estos dos principios cuando son puestos en presencia uno frente al otro; se exaltan, y esta exaltación es en la que se basa la potencia del láser del que ya os he hablado.

      Los Iniciados siempre han conocido y utilizado estas dos fuerzas que son el principio masculino y el principio femenino. Gracias al conocimiento de estas dos fuerzas han creado baterías formidables para producir los efectos que deseaban. Estas baterías eran hombres y mujeres reunidos conscientemente, armoniosamente. Los hombres y las mujeres no sospechan aún las fuerzas que la naturaleza ha colocado en ellos. Utilizadas convenientemente, estas fuerzas son capaces de proyectar rayos luminosos de tal fuerza que pueden producir fenómenos de una importancia cósmica. Pero para ello son necesarios seres puros, iluminados, ilustrados, de lo contrario sólo resultarán catástrofes.

      Razonablemente, atentamente, vamos a trabajar para preparar el terreno, ensanchar las conciencias, y sobre todo extender mucho más lejos la comprensión de la pureza. Se cree que una joven, un joven son puros, porque no saben nada aún sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Pero si se pudiera ver lo que pasa en la cabeza y el corazón de algunos, nos asustaríamos al descubrir que son más desvergonzados y más viciosos que los adultos. La imaginación trabaja mucho más en los adolescentes que en ciertos adultos. Los hay que son puros, por supuesto, pero tan ignorantes y vulnerables que cualquiera puede atraparlos. Una pureza ignorante no puede durar mucho tiempo. La pureza, es algo más que ser besado o no besar. La pureza se halla en la luz; fuera de la luz, no hay pureza. La luz lo purifica todo. Hay que tener primero luz en la cabeza, y después sólo agregar el sentimiento; en ese momento, el sentimiento será puro.

      Por otra parte, eso es lo que hago con vosotros. Si no tuviera esa manera de ver, hace tiempo que me hubiera cansado de vosotros. Habría dicho: “¡Pero, si no hay nada interesante, son siempre las mismas caras!” Afortunadamente no pienso así. Desde hace tiempo os he desvestido, exactamente como los hombres cuando conocen a una mujer. Pero no me interpretéis mal. Nunca se ha sabido interpretar esta tendencia que tiene el hombre de querer desvestir a la mujer para mirarla. Este instinto le ha sido dado por la naturaleza para impulsarlo a no quedarse en el lado exterior, sino para ir más lejos, más alto, allí donde ella está verdaderamente desnuda, es decir en la mayor pureza, en el mayor esplendor, en la mayor luz. En lo alto, no existe nada vergonzoso, ya que no es el cuerpo físico de la mujer que se contempla, sus cabellos, su pecho, sino su alma, la Divinidad. Los humanos no saben interpretar el lenguaje de la naturaleza: sienten ciertos instintos y se detienen en sus manifestaciones más groseras; capitulan, se hunden, ¡es el fin!

      Por tanto, cuando os digo que os desnudo, no me interpretéis mal; quiero decir que no quiero conoceros solamente en el plano físico, sino que os busco en otra parte, en el plano divino, y cuando os miro, veo hijos e hijas de Dios. Entonces, eso se vuelve extraordinario, continúo viviendo en la alegría, y así la vida circula. De otra manera, desde hace tiempo, me habría marchado. ¿Acaso vosotros no debéis actuar con respecto a mí de la misma manera, en vez de mirarme siempre exteriormente? Está bien por un momento, pero no os detengáis eternamente porque no ganaréis gran cosa. Os digo esto para vuestro bien, para que encontréis esta fuente de alegría inagotable que es la vida. La forma es necesaria, por supuesto, pero no puede satisfaceros mucho tiempo, es un punto de partida. Es como un frasco que sólo es indispensable para proteger el perfume, esta quintaesencia que es la vida.

      Debéis deteneros en el espíritu que reparte la vida, que reparte la luz, que vibra, que crea mundos... Ahí, nunca tendréis decepciones, mientras que de otra manera, tarde o temprano os decepcionaréis. La forma sólo puede satisfaceros si está animada. Si está animada, es otra cosa, podemos detenernos en ella, pero inconscientemente estamos bebiendo vida. Como cuando contemplamos un cuadro; este cuadro nos maravilla porque contiene una vida; sí, incluso en un cuadro hay una vida, la vida del creador que ha puesto una parte de sí mismo al pintarlo. Los hombres y las mujeres son también cuadros en los que el Creador ha puesto la vida, su vida, y debemos pues buscar esta vida. Si no nos acostumbramos a buscarla, debemos esperar disputas, divorcios, tragedias, ¡es inevitable!

      Ahora bien, si vosotros os preguntáis porqué los Iniciados sienten admiración ante la belleza de una criatura, os lo diré. Los verdaderos Iniciados que van siempre en busca de la armonía y de la perfección que está en lo alto, saben que se refleja por todas partes, en las piedras, los animales, las plantas, las montañas, los lagos, los ríos, los océanos, las estrellas; pero saben que en ninguna parte esta armonía, esta belleza, esta perfección está mejor representada que en el cuerpo humano. En cualquier otra parte se halla desparramada; los océanos son una parte del cuerpo cósmico, los ríos otra, las montañas y el cielo aún otra. Sólo el hombre y la mujer reflejan el cuerpo cósmico en su totalidad. Dios ha resumido todo el universo en el hombre y la mujer. Por esto, cuando ven una criatura que refleja mejor que otras los esplendores de este universo, los Iniciados la contemplan con delicia a fin de unirse a la belleza divina. Se dicen: “He aquí una criatura que me habla de las virtudes de Dios...” Contemplándola, reencuentran la belleza divina. Mientras que los hombres y las mujeres ordinarios, en vez de saber que los humanos reflejan el Cielo, se lanzan sobre ellos y los dañan. Son como caballos que galopan por una pradera llena de flores: todas las flores son pisoteadas. Si fueran Iniciados, se maravillarían mil veces ante este esplendor del Cielo. Entonces, ¡cuánta inspiración, cuánta fuerza, cuánta energía y cuanta voluntad extraerían para continuar su trabajo.

      El cuerpo del hombre y de la mujer es un resumen del universo. El discípulo debe saber cómo mirarlo, respetarlo, maravillarse ante él, y sobre todo tomarlo como un punto de partida para unirse al mundo sublime, en lo alto, para glorificar al Señor y avanzar así en el camino de la evolución. En ese momento, puede descubrir todos СКАЧАТЬ