El amor y la sexualidad. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Название: El amor y la sexualidad

Автор: Omraam Mikhaël Aïvanhov

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

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isbn: 9788412406863

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СКАЧАТЬ ninguna importancia, él se siente contento, satisfecho. Mientras que en la segunda clase de amor, uno trata de olvidarse de sí mismo: aunque tenga hambre o sed, piensa primero en el otro, para protegerle, iluminarle, darle paz y riqueza. Cuando dos seres logran amarse con un amor así, no hay ningún límite en su desarrollo: su amor es como el fuego del sol que vivifica, que resucita, que eterniza. Los cielos se abren ante estos dos seres que descubren el sentido de la vida; de ellos emana algo tan luminoso y sutil que todos se detienen para verles pasar...

      Puesto que estáis en esta escuela de la Fraternidad Blanca Universal, debéis al menos aprender una mejor manera de amar. Así pues, he ahí el dragón, mis queridos hermanos y hermanas, es muy poderoso, posee una energía fantástica y si lográis dominarlo, domesticarlo, podrá llevaros por todas partes del universo.

      Sevres, 4 de abril de 1968

      21 La Ciudad celestial – Comentarios del Apocalipsis, Col. Izvor n° 230, cap. XI: “El Arcángel Mikhaël derrota al dragón”, y cap. XV: “El dragón atado durante mil años”.

      22 Las revelaciones del fuego y del agua, Col. Izvor n° 232, cap. 1: “El agua y el fuego, principios de la creación”.

      V

      EL ESPÍRITU Y LA MATERIA: LOS ÓRGANOS SEXUALES

      La naturaleza ha puesto en cada ser el instinto de huir de la soledad como si fuera una cosa penosa, terrible; esto está bien, pero hay que conocer el mejor método para escapar de la soledad. ¡Cuántos muchachos y muchachas jóvenes no han resuelto este problema! Se sienten muy desdichados porque quisieran un compañero para cantar a dúo, pero no lo encuentran, entonces decaen, se desecan. ¿Pero por qué se han metido en la cabeza la idea de formar a toda costa este dúo de una manera puramente física? ¿No pueden hacerlo de otra manera? Hay tantas maneras de escapar de la soledad. ¿Por qué siempre tiene que ser según las antiguas tradiciones: poseer a alguien?

      La mujer sobre todo tiene esta tendencia: la posesión; quiere tener algo en las manos, al menos un hijo. Ve que el hombre se le escapa siempre, que no puede retenerle, y se aferra a su hijo. Como es muy pequeño y necesita su protección, es feliz porque puede cuidarlo. Pero en cuanto crece, él también se le escapa y se siente de nuevo desdichada, porque finalmente, no posee nada. Esa necesidad de posesión en la mujer lo complica todo. Diréis: “Y el hombre, ¿no quiere poseer?” No, él quiere gozar – dicho de forma grosera – en el plano físico; para él la posesión consiste en aprovecharse y luego huir. Mientras que la mujer piensa primeramente en encadenar al hombre, y después le gustaría darle todo el resto. El hombre dice: “No te preocupes, después se solucionará todo, probemos primero eso...” Pero la mujer no es tonta, sabe que una vez él haya probado, se irá; por eso dice: “No, primero pon una firma aquí”, y le obliga a firmar un contrato, a adquirir un compromiso.

      Todas las manifestaciones del hombre y de la mujer, todos los misterios que representan su vida física, afectiva, moral, intelectual, tienen su origen, sus raíces en lo que se llaman “las partes íntimas”. Estos órganos representan un resumen del hombre y de la mujer. Cada uno se pasea pues con su resumen sin saber que allí se puede descifrar todo, ni siquiera las estructuras geométricas, las funciones de estos órganos explican las cuestiones más filosóficas. En efecto, llevan consigo todas las riquezas, todas las llaves sin darse cuenta nunca de que son ricos, que poseen la ciencia, los criterios, todo, ¡es increíble!

      Es propio de la naturaleza de la mujer amasar, retener, mientras que el hombre es gastador por naturaleza. Todo el mundo lo ha notado, pero no se sabe cuál es el origen. En realidad, está muy claro, pero los humanos no han hecho ninguna comprobación. El carácter de la mujer, el carácter del hombre se explican a través de la forma de sus órganos sexuales. La mujer es posesiva, porque si no fuera posesiva, no habría creación; su papel consiste en recoger, retener, preservar, conservar. En Bulgaria decimos: “Debido a que la mujer amasa, hay muchas reservas en la casa...” Por supuesto, también hay mujeres gastadoras, pero en este caso, no son verdaderas mujeres, son hombres disfrazados. Es pues por una razón bien determinada que la Inteligencia cósmica ha dado a la mujer la propiedad de atraer y de retener: no es necesario que disperse, de lo contrario, no tendría hijos. Mientras que si el hombre malgasta, no es grave, todavía queda materia prima. Se necesitan muchos granos, muchas semillas para recolectar un pequeño puñado. La naturaleza ha comprendido que el hombre debe ser generoso para que se produzca al menos un nacimiento, si no, todo quedaría dispersado o caería en suelo improductivo. Mientras que si la mujer fuera tan generosa como el hombre, significaría la esterilidad; por eso guarda preciosamente lo poco que pueda llegarle.

      Esta disposición física de amasar y conservar que ha sido dada a la mujer, se encuentra también en su carácter, en un grave defecto: los celos. Tomad el caso de los reyes, y sobre todo de los sultanes... ¿Qué pasaba con sus mujeres, con sus favoritas? Todas las mujeres que estaban allí a su alrededor, en la corte, o en el harén, estaban animadas por el deseo de acaparar al rey, al sultán, de ser las primeras, las favoritas, las amadas. Y para conseguirlo, no ahorraban esfuerzos, incluso llegaban a calumniar, a conspirar. Había una lucha implacable entre esas mujeres: a quién debía poseer el soberano. ¿Y por qué poseerlo? Porque eso tenía ventajas; la mujer se sentía halagada de haber sido elegida y de que la mirada del sultán hubiera recaído sobre ella. ¡Ah! Entonces se colmaba ahí una laguna, un deseo, un anhelo eterno era satisfecho. Por eso, para vencer a las otras, eran capaces de utilizar cualquier medio. Diréis: “Si, ¡pero eso sucedió en el pasado, entre los Turcos!” Ah, ¿y en Francia, no sucedió lo mismo? La historia está llena de intrigas de este género. ¿Y los reyes de Francia? Luis XIV, Luis XV... Por todas partes, todos esos Luises que brillaban, ¡cuántas mujeres querían capturarlos!

      Es natural que la mujer siempre quiera ser un trofeo para un hombre que se precie. Pero lo que es terrorífico en ella, es que no acepta que las otras tengan las mismas ventajas, los mismos favores. Hace todo lo que puede, no para vencer este defecto, sino para amplificarlo. Las mujeres no pueden vivir sin celos; los celos las atormentan, pero no pueden vivir sin ellos. Se diría que, sin celos, no tienen estímulo, y se aburren. Mientras que los celos las empujan a realizar actividades clandestinas, ¡y entonces aquí la vida les parece apasionante!

      La mujer siempre tiene tendencia a envidiar las ventajas que poseen las otras mujeres para llamar la atención y ser admiradas. Y no existe, por así decirlo, una mujer que os perdone haber dado un poco de ternura y de amor a otra que no sea a ella; se sentirá furiosa, rebuscará todas las leyes de la moral y de la justicia para que os condenen. Pero si es ella la destinataria de vuestra ternura, oh, entonces es diferente, es normal, es justo, es irreprochable. Cuando una mujer está furiosa contra un hombre, a menudo es porque él no le ha dado lo que esperaba porque se lo ha dado a otra. Cuando una joven detesta a un muchacho, sabed que es porque ha besado a otra, cuando deseaba que la besara a ella. Es un análisis cruel, diréis; no, es un análisis impecable. ¿Qué mujer se siente desdichada por ser amada? Ella no pide, no espera más que eso. Y si el hombre prefiere a otra, ampliará y exagerará sus más pequeños actos y gestos para que él sea acusado, condenado, casi asesinado. He ahí porque las mujeres deben trabajar con la generosidad y aprender a alegrarse de la felicidad de las otras.

      Ahora, vamos a abordar un aspecto más filosófico de este tema de los órganos sexuales del hombre y de la mujer.