Название: Growin' Up
Автор: José Javier Torre Ruíz
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
Серия: Crecimiento personal
isbn: 9788418811067
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algo en tu corazón se enfría».
Es en ese momento cuando entras en la oscuridad, cuando sientes que algo ha fallado o cuando tomamos conciencia de los errores cometidos. Es entonces cuando aparece en nuestra mente la palabra fracaso, un término que hemos desterrado de nuestra cultura latina, principalmente porque nos cuesta mucho aceptar el error y reconocer nuestros fallos o fracasos. De hecho, la cultura del error está muy poco desarrollada. Consideramos que haber fracasado en algo implica ser un fracasado.
El origen filosófico de esta concepción lo encontramos en una visión profundamente racionalista procedente de dos filósofos muy importantes de nuestra historia: René Descartes e Immanuel Kant. El primero, famoso por su lema «Pienso, luego existo», consideraba al hombre como un ser dotado de dos facultades principales mal ajustadas entre sí: un entendimiento limitado y una voluntad ilimitada. Es a través de la voluntad con la que podemos llegar a los grandes logros y llegar a parecernos a Dios. Es decir, para Descartes fracasar significa mantener nuestra voluntad en los límites de nuestro conocimiento, que como sabemos es finito y limitado. O, lo que es lo mismo, fracasar implica no haber utilizado adecuadamente nuestra voluntad. Mientras que Kant, autor de la trilogía Crítica de la razón pura, práctica y del juicio, creía que nos comportamos erróneamente cuando no sabemos escuchar a nuestra razón. Por lo tanto, ya sea por nuestro limitado uso de la razón o por la ausencia de voluntad, el fracaso es concebido como un acto generado por el hombre, porque no es lo suficientemente inteligente o porque carece de una voluntad de hierro y, por lo tanto, es culpable de la situación.
Pero ¿cómo cambiamos esa concepción tan negativa del fracaso? ¿Podemos darle otro significado y verlo como una invitación al cambio? Charles Pépin, en su ensayo Las virtudes del fracaso, nos muestra que podemos considerar el fracaso de una forma más positiva que nos permita aprender algún tipo de lección y nos abra la puerta a nuevas oportunidades como una invitación al cambio. Por ejemplo, podemos aprender del fracaso para afirmar nuestro carácter, midiendo nuestros límites y perseverando en nuestros objetivos. O considerar el fracaso como una experiencia de la realidad, aceptándola tal cual es por encima de nuestros deseos. O ver el fracaso, como una puerta hacia una nueva vida para reinventarnos y convertirnos en algo diferente a lo que hemos sido hasta ese momento.
En cualquier caso, para poder realizar este cambio de percepción convendría adoptar la concepción anglosajona del fracaso, que tiene que ver con la «cultura del error», es decir, aceptar los fracasos y errores como etapas necesarias para alcanzar la obra final. Cabe recordar la famosa cita de Samuel Beckett:
«Lo intentaste. Fallaste. No importa. Vuelve a intentarlo. Falla de nuevo. Falla mejor».
En cualquier caso, este tipo de afirmación debería hacernos reflexionar y poner en cuestión si el fracaso realmente nos ayuda a mejorar y es una estación de paso para alcanzar el éxito definitivo, premisa principal del discurso del fracaso motivacional. Porque en realidad este lema solo es posible repetirlo una y otra vez cuando se puede, es decir, cuando se dan las condiciones materiales o económicas para insistir en un proyecto hasta que se convierta en un éxito. Quizá más inteligente que repetir este mantra machaconamente, y que se ha convertido en uno de los lemas de la cultura empresarial de Silicon Valley, sea utilizar el fracaso como oportunidad para generar una reflexión y considerarlo como una oportunidad para descubrirnos sin identificarnos con él. Al fin y al cabo, como dice Charles Pépin, «el fracaso es el encuentro de uno de nuestros proyectos con el entorno». Aprovechar esos momentos de oscuridad y fracaso para redefinirnos, para conocer nuestros límites, para reconstruir nuestra identidad y decidir si queremos reinventarnos, cambiar de actitud o permanecer en la oscuridad.
Permanecer en la oscuridad
La oscuridad puede inundar nuestra existencia unos segundos o toda la vida, aunque cada persona tiene la posibilidad de tocar el botón que enciende la luz y enfocarse hacia otro camino. Sin embargo, permanecer en la oscuridad es una opción que tiene una serie de ventajas. En primer lugar, no implica ningún riesgo; simplemente decides adoptar una postura de víctima, quejándote de las circunstancias que te ha tocado vivir. En segundo lugar, mantenerte dentro del sistema, es decir, permanecer en la caverna platónica, viviendo en el mundo de las sombras pero sin cuestionar si lo que haces está bien o mal, te gusta o lo aborreces y sin quejarte en exceso puede conducirte a ser recompensado, elevando tu posición dentro del sistema. Cuántas personas prefieren mantenerse en trabajos poco satisfactorios o enriquecedores a cambio de una remuneración que les permita pagar sus facturas o sus caprichos cada verano. O cuántas parejas deciden continuar juntas sin ningún tipo de respeto, cariño o amor, por evitar cualquier vaivén emocional en una relación plana y anodina. Puedes aprender a vivir en la oscuridad y acostumbrarte a una existencia de mínimos, como explica Bruce en otra canción triste, lastimera y resignada, pese a que el nombre de la canción indique que siempre hay una razón para creer, «Reason To Believe». En un pasaje de esta canción cuenta:
«Mary Lou conoce a Johnny y, en un giro de la historia, es ella la que le dice a él que trabajará duro cada día para traer el dinero a casa. Un día, Johnny la abandona. Desde entonces, Mary Lou espera pacientemente al final de un camino polvoriento a que regrese Johnny».
Permanecer en la oscuridad implica elegir el papel de víctima. Y el victimismo tiene un beneficio: dejas de sentirte responsable de lo que pasa. Echas balones fuera y culpas a otros, o a la vida, o a quien sea, de la mala suerte que te ha tocado vivir. Y esta es la clave para permanecer en la oscuridad: encontrar un beneficio. Muchas personas viven quejándose continuamente; si siguen en esa actitud es que hay algo que les reporta cierto nivel de satisfacción, o que el beneficio que obtienen por continuar ahí es mayor que el coste que les supone encender la luz y tomar decisiones para salir de la oscuridad.
El problema de permanecer instaurados en la oscuridad, resignándonos a una existencia quejumbrosa y lastimera, radica en acabar encarnando los conceptos que nos enseñaron dos de los filósofos más representativos del siglo XIX, Søren Kierkegaard y Friedrich Nietzsche. Ambos pensadores tuvieron vidas llenas de azares y contratiempos, que reflejaron en sus obras. El primero nos habló de la idea de la «angustia existencial», al sentirse angustiado, desesperado y mortificado por su propia vida. El segundo nos dejó el concepto de la «nada», que representaba el vacío existencial al negar los valores tradicionales provenientes de la religión judeocristiana y el mundo platónico. Suya es la famosa exclamación «¡Dios ha muerto!». Este rechazo a los principios religiosos y morales se conoce como nihilismo, y suele presentarse como «nihilismo existencial», que sostiene que la vida carece de significado objetivo, propósito o valor intrínseco.
No es de extrañar que en momentos de fracaso surja esa misma sensación de angustia, de vacío… y lleguemos a convertirnos en nihilistas existenciales, que no encuentran sentido ni propósito a su existencia. Dejamos de creer en todo lo que nos ha servido durante el tiempo anterior y entramos en momentos de desesperación donde ya nada importa. En la canción «Darkness Of The Edge Of Town», Bruce lo explica así:
«Perdí mi dinero y perdí mi mujer.
Ahora esas cosas parece que no importan demasiado.
Esta noche estaré en esa colina porque no puedo parar.
Estaré en esa colina con todo lo que tengo.
Con nuestras vidas en la línea donde los sueños se encuentran y se pierden.
Llegaré a tiempo y pagaré el costo
por querer cosas que solo se pueden encontrar
en la oscuridad a las afueras de la ciudad».
El sentimiento СКАЧАТЬ