Название: Growin' Up
Автор: José Javier Torre Ruíz
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
Серия: Crecimiento personal
isbn: 9788418811067
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¿Qué vas a hacer con tu vida?
La vida de Bruce no fue un camino de rosas. Su infancia y su adolescencia fueron ingratas y duras. Era un niño complicado, difícil, distraído… repudiado por profesores y compañeros. De hecho, nadie en aquel colegio de monjas podía augurarle un futuro mínimamente digno. Cuando era adolescente tuvo problemas continuos con su padre por su rebeldía, su aspecto físico, y discutían casi por cualquier cosa, como explica en la introducción de la canción The River. Cuenta que una noche al volver a casa, su padre le estaba esperando en la cocina, como tantas otras noches, para preguntarle «¿qué vas a hacer con tu vida?». Lo peor para Bruce es que no podía contestarle ni contarle lo que realmente quería. Porque él quería tocar en una banda y vivir de eso, algo muy difícil de entender para un padre que trabajaba en una fábrica de nueve a cinco y sin demasiadas expectativas.
Pero ¿cómo convertir un don o una singularidad en un trabajo vocacional, no solo para ganarse la vida y vivir de eso, sino para vivir desde esa vocación? ¿Podemos apostar por un futuro profesional vocacional que nos permita vivir la vida haciendo lo que queremos en base a un deseo o motivación profunda, y que además consigamos darle un sentido a aquello que hacemos, o tenemos que limitarnos a considerar el trabajo como un medio para ganarnos la vida y encontrar la felicidad o el sentido de la vida fuera del ámbito laboral? Es decir, ¿debemos considerar el trabajo como un mal, como una ocupación obligatoria, como sucedía en la Antigüedad, donde el trabajo era un castigo y una obligación que te convertía en esclavo o, como también explica el mito del Génesis, considerar el trabajo como un castigo impuesto por Dios a Adán y Eva por haber pecado? O, por el contrario, ¿podemos considerar el trabajo como una experiencia vocacional, como sucedía con los genios renacentistas Miguel Ángel o Leonardo, que «hacían» lo que querían obteniendo reconocimiento social y una elevada remuneración?
En suma, ¿qué es lo que realmente queremos: «ganarnos la vida» o «vivir la vida»? Entendiendo «ganarse la vida» con un trabajo cualquiera que me permita obtener dinero para pagar mi existencia y encontrar la felicidad lejos del ámbito laboral. O «vivir la vida» con un trabajo vocacional que me permita disfrutar de lo que hago, obteniendo placer y una remuneración derivada de esta vocación y, lo que es más importante, dándole un sentido a la vida a través del trabajo elegido o como un modo de lograr la auto-realización. Podemos utilizar la famosa Pirámide de Maslow para entender qué opción es la mejor para nosotros. Abraham Maslow, psicólogo estadounidense, desarrolló la Jerarquía de las necesidades a través de una pirámide con cinco niveles. En los primeros niveles aparecen representadas las necesidades primordiales (básicas, seguridad y protección, sociales y reconocimiento), mientras que en el último nivel está la necesidad de autorrealización o «necesidad de ser». La idea que transmite esta teoría es que solo se atienden las necesidades superiores cuando se han atendido las inferiores. Así, podríamos extraer un par de ideas de esta teoría. La primera es que no podemos dedicarnos a una profesión vocacional sin tener un medio con el que sufragar dicha aventura, algo que ya había apuntado Aristóteles y posteriormente anotara el filósofo inglés Thomas Hobbes, con su famosa frase: «Primero los víveres y después la filosofía». Y la segunda es que podemos elegir un trabajo que nos permita satisfacer esas necesidades primordiales o buscar un trabajo con el que auto-realizarnos y dar sentido a nuestra existencia.
Bruce eligió hacer realidad su deseo, convertir su sueño en una profesión, y a través de esta vocación alcanzar la autorrealización. Aunque, realmente, como explica en sus últimos conciertos, nunca consideró su profesión como un trabajo. Y apostó por algo sin tener más posibilidades de lograrlo que los millones de personas que emprenden una aventura para hacer realidad sus sueños. Para lograrlo tuvo que pasar por múltiples calamidades, penalidades y adversidades: apenas tenía dinero para comer cuando empezó a dedicarse a tocar en bailes del instituto o en bares de mala muerte, dormía en frías habitaciones sin calefacción, tuvo disputas con su padre… Le corresponde a cada persona decidir qué camino tomar. Es evidente que el riesgo asociado a vivir una vida en base a un deseo o convertir tu vocación en una vida profesional es elevado. Como cuenta Bruce en «Thunder Road», el viaje no es gratuito; hay riesgos asociados y sin duda el éxito no está garantizado. Nadie te asegura conseguirlo. De hecho, son pocos los que lo consiguen. Por eso quizá convendría incorporar a nuestra vida algunas de las enseñanzas que nos dejaron los filósofos estoicos.
Los estoicos formaron parte de una de las grandes escuelas helenísticas de la Antigüedad. Alrededor del año 300 a. C. se inició esta corriente filosófica con Zenón de Citio que alcanza su máximo esplendor con filósofos como Epicteto, Séneca o Marco Aurelio. El objetivo del estoicismo era definir una mejor manera de vivir. Y una de sus máximas más relevantes residía en considerar que debíamos partir con una meta concreta en la cabeza, pero siendo conscientes y teniendo muy presente que los acontecimientos pueden desarrollarse de una manera que no deseamos. El universo sigue girando de acuerdo con la voluntad de Dios (si uno tiene inclinaciones religiosas), o conforme a una sucesión de causas y efectos cósmicos (si no es creyente). Una visión ciertamente determinista que limita la idea del libre albedrío. Sin embargo, los estoicos dejaron un espacio de maniobra para ejercer nuestra libertad: mientras estemos vivos y gocemos de buena salud podemos elegir qué actitud tomar ante las circunstancias que nos plantea la vida. Por ejemplo, podemos disfrutar de un viaje que hayamos planificado, aunque siempre debemos ser conscientes de que habrá circunstancias que no podremos controlar, porque dependerán de fuerzas mayores. Por eso los filósofos estoicos recomiendan tener en cuenta una advertencia que nos vacuna ante el riesgo de que suceda algún imprevisto:
«Si el destino (Dios, el Universo, la Vida…) lo permite».
Seguir buscando con la mirada de un niño
Nuestra vida está plagada de errores, equivocaciones y fracasos. Y pese a todo, aquí seguimos. Nos crucificamos por los fallos que cometemos pensando que podemos hacer las cosas de forma perfecta, cuando ya sabemos que el perfeccionismo es una suerte de muerte lenta. El perfeccionismo se traduce en niveles intolerables de exigencia y culpa hacia uno mismo, lo que a su vez nos provoca angustia y frustración, al darnos cuenta de que siempre se pueden hacer mejor las cosas. Sin embargo, los errores recurrentes esconden cierta falta de análisis y reflexión, aunque ya se sabe que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra...
De todos los errores que he cometido en mi vida –que han sido muchos y algunos de consideración–, el más grave y posiblemente el más difícil de subsanar haya sido el dejar de buscar algo que me apasionara o con lo que resonara. O dicho de otro modo: haber dejado de probar nuevas experiencias para extraer los aprendizajes necesarios hasta encontrar una vocación o una pasión que diera sentido a mi vida. En mi opinión, hay varios factores que influyen en este hecho. Por ejemplo, la falta de reflexión, análisis y pensamiento crítico sobre lo que hacemos, y ya conocemos la cita de Sócrates:
«Una vida sin reflexión no merece ser vivida».
Esa falta de reflexión, análisis o pensamiento crítico proviene de un exceso de complacencia, originado por la arrogancia. Podemos pensar que hemos llegado a cima al ver colmados nuestros deseos, o simplemente al conformarnos con una existencia de mínimos, que se traduce en haber satisfecho los primeros escalones de la pirámide de Maslow (necesidades básicas primarias, de seguridad, de afiliación…). Y al llegar ahí dejamos de buscar СКАЧАТЬ