Название: Frente al dolor
Автор: Roberto Badenas
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788472088573
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El derecho a ser felices
La situación se complica en nuestra sociedad porque esta nos ha persuadido de que todos tendríamos que ser felices. Aunque nadie nos garantiza el derecho a la felicidad, son muchas instancias las que nos bombardean con la publicidad de que la dicha está al alcance de todos, inmediatamente, y con un mínimo esfuerzo. Pero una cosa es tener derecho a buscar la felicidad y otra es pretender conseguirla, sin más, comprándonos un coche, una casa, o contratando una póliza de seguros. La realidad no siempre se amolda a nuestros deseos. Y hacer depender nuestra felicidad de las cosas que tenemos o de las personas que nos rodean es una triste quimera. Por mucho que unas y otras puedan contribuir a nuestros estados de ánimo, tratándose de vivencias subjetivas, las raíces de la felicidad siguen plantadas en nuestras actitudes, en nuestro ser interior.
Esto explica que, aun consiguiendo evitar muchas aflicciones, sigamos sintiéndonos desgraciados. No sufrir no significa ser felices. Nuestros inevitables desencuentros con la realidad envenenan nuestra existencia devastando las pequeñas parcelas de felicidad –pasajeras y efímeras– que están sin embargo a nuestro alcance. Demasiadas veces «los hechos no son los responsables de nuestro malestar, sino la interpretación y la actitud que tomamos frente a ellos».4
Para evitar mucha de la infelicidad evitable «tendríamos que aprender a aceptar las cosas tal como nos vienen, y a los demás tal como son»5. Aceptar no quiere decir resignarse a la realidad sino reconocer su existencia, y reaccionar inteligente y positivamente ante ella. Vivir no es un asunto fácil. Por eso, en vez de temer que nuestra felicidad se acabe, conviene temer que no empiece nunca. Alguien ha dicho, con una pizca de humor, que “mirar al lado bueno de la vida no perjudica la vista”. Por eso, teniendo en cuenta la gran cantidad de dolor que ya existe en el mundo, nuestra mejor opción es mirar más al lado amable, intentar ayudar e incluso sonreír –a ser posible– aunque estemos heridos. Porque cada minuto perdido en pensamientos negativos es un minuto de vida no recuperable.
¿Sufrimiento creador?
Eso no significa que la infelicidad sea buena en sí. Significa que le podemos hacer frente de maneras más positivas e inteligentes que otras. Stefan Zweig fue sin duda muy categórico al afirmar que al dolor se lo debemos todo: «Toda ciencia viene del dolor. El sufrimiento busca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar induce a la pasividad y a no volver la mirada atrás».6 Sin llegar a tanto, es necesario reconocer que al menos una parte esencial de la literatura universal surge de la necesidad de expresar el drama humano o de superarlo. El Diálogo de un desesperado con su alma (Egipto, 2000 a.C.) decía ya: «¿Con quién puedo desahogarme hoy? La angustia me ahoga. Ni siquiera el silencio quiere escucharme. Quizá mi único confidente sea la muerte…»
Los más bellos poemas suelen ser los más desesperados. La fuerza de la tragedia griega reside precisamente en haber dado expresión al drama que se libra en cada ser humano enfrentado a un destino mortal inevitable ante el que se rebela y del que se siente simultáneamente víctima y culpable. En sus conflictos, desgarros y angustias, el amor y el sufrimiento se entrecruzan al mismo tiempo como causa y efecto. Gran parte de las obras literarias expresan la lucha del hombre contra la adversidad, y sus incesantes esfuerzos para decir su dolor, comprender su sentido o superarlo de alguna manera.
La literatura bíblica, de hondo arraigo en nuestra cultura, sigue aportando consuelo en la aflicción porque contiene algunos de los más vigorosos testimonios ante el dolor. Como dice Pascal, «Salomón y Job conocieron y expresaron mejor que nadie la miseria humana: uno en la prosperidad (véase el Eclesiastés) y otro en la adversidad. Uno experimentando la vanidad de los placeres y el otro padeciendo la realidad del sufrimiento».7 El libro de los Salmos contiene 150 oraciones, unas «de orientación» y otras, las más numerosas, «de desorientación»,8 es decir, de queja, lamento y protesta sobre las veleidades de la vida. Meditar u orar con esos salmos nos hace bien, porque ayuda a verbalizar aquello que nos duele, a partir de la experiencia de quienes se sintieron escuchados y recibieron consuelo en sus penas.
En realidad, en el mundo del arte, las creaciones francamente alegres son escasas. El arte cómico y la risa camuflan, con frecuencia, muecas de dolor. Por ejemplo, del Quijote se dice muy acertadamente que “al terminar de reír, se debería llorar”. Se ha afirmado que los grandes artistas son seres “malditos por el sufrimiento” y que alguien que no ha sufrido no tiene nada que decir.
De hecho, muchos artistas se han hecho portavoces del sufrimiento, dándole una función catalizadora en su creación artística. Algunas de las más sublimes obras de arte se inspiran en él. La sensibilidad –cualidad fundamental del artista– o le hace sufrir más que a otros o lo capacita para expresar su dolor con mayor emoción.
Aunque parezca exagerado, la verdad es que si tomamos la lista de los mayores artistas de la historia, y la recorremos casi al azar, empezando por los músicos, esta tesis parece confirmarse. Juan Sebastián Bach quedó huérfano a los 10 años. Mozart murió de enfermedad y miseria a los 35 años. Beethoven, nieto de una demente, hijo de un alcohólico y de una criada, escribió sin embargo la sublime Pastoral. Debussy, de gusto tan refinado, se crió en un barrio de los más bajos, a golpes de látigo, con una madre que tenía, entre otras taras, una mano muy suelta.
Edgar Poe, que perdió a su madre a los 3 años, escribió: «Nunca he amado sin que la muerte mezcle su aliento con el de la belleza».
R. M. Rilke, en sus Cartas a un joven poeta (escritas cuando él solo tenía 27 años y su destinatario, 20), escribe que «el artista creador es en sí mismo un mundo en el que debe encontrarlo todo. Yo lo aprendo todos los días, lo aprendo a costa de sufrimientos hacia los que no puedo más que sentir gratitud [...]. Cuanto más tristes, silenciosos y pacientes nos sentimos, más profundamente penetra en nosotros todo lo nuevo [...]. ¿Por qué quieres excluir de tu vida toda turbación, todo dolor o melancolía, si no sabes nada de todo lo que esos estados de ánimo aportan a tu trabajo?» Más tarde añadiría que «cada uno tiene derecho a su muerte», afirmación que resulta casi profética para alguien que murió prematuramente como resultado de la herida causada por una espina de rosa...9
Vincent Van Gogh, el pintor maldito, de sensibilidad enfermiza, acabó perdiendo la razón, luchando desesperadamente contra la demencia. Después de pintar sin ningún éxito ni reconocimiento, día y noche, hasta un cuadro diario, conoció la automutilación, el internamiento definitivo y finalmente el suicidio, a los 37 años, no habiendo vendido un solo lienzo en toda su vida. En 1888, dos años antes de su muerte, escribía desde Arlés a su hermano Theo, que lo mantenía para que siguiera pintando: «Me siento demasiado débil para luchar contra las circunstancias. Necesitaría ser más sabio, más rico y más joven para triunfar. Afortunadamente para mí, ya no me importa el triunfo y en la pintura solo busco la fuerza de sobrevivir...»10
Edvard Munch, el gran pintor noruego de la angustia, escribió lo siguiente: «Enfermedad, Locura y Muerte son los ángeles que han velado sobre mi cuna y me han acompañado a lo largo de toda mi vida. Yo supe muy pronto que mi vida no sería más que sufrimiento y tormentos [...]. Mi padre nos castigaba a menudo con una violencia demente [...]. Desde niño viví como las más torturantes injusticias la ausencia de mi madre, mi mala salud y la amenaza constante de los castigos del infierno».11
Nijinski, el gran genio de la danza, para poder estudiar y salir adelante se vio forzado a sucumbir a los 16 años a las exigencias sexuales del gran Diaghilev, director de los famosos ballets rusos. Toda su corta vida, que acabó en la demencia, se vio abrumada por el miedo a la miseria. Escribió hacia el final, en su Diario: «Vivo, luego sufro. Pero en mi rostro rara vez se han visto lágrimas: todas se las ha tenido СКАЧАТЬ