Название: Frente al dolor
Автор: Roberto Badenas
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788472088573
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Llevados por la ira, persuadidos de que sus problemas dependen de factores ajenos a ellos mismos, muchos pacientes desarrollan un sentimiento adicional de odio que puede envenenar su existencia si no se resuelve a tiempo.22 Otros, sin razón, dirigen su ira contra sí mismos, convencidos de que su situación es el castigo merecido por alguna falta.23 El antídoto de la ira es la serenidad, una de las virtudes más útiles en la vida, en especial para los que sufren. La curación psíquica y espiritual –que incluye el superar los sentimientos de odio, culpa y remordimiento– es tanto o más importante que la recuperación somática, si lo que se pretende es alcanzar una curación integral.24 Pero ambas requieren paciencia.
Actitudes positivas
El sabio Salomón ya decía que «el corazón alegre es una medicina, mientras que el espíritu triste seca los huesos».25 Para hacer frente a la existencia con realismo necesitamos ser conscientes, en primer lugar, de todo lo positivo de nuestra situación, y reconocer que cualquier vaso medio vacío está también medio lleno. Siempre hay algo de lo que estar agradecidos.
Aun en medio de nuestros achaques, podemos recordar que nuestro cuerpo contiene innumerables células que trabajan constantemente en nuestro favor:
Nuestro cerebro dispone de incontables neuronas activas que mantienen nuestro pensamiento alerta y nos hacen conscientes del mundo que nos rodea.
Nuestros ojos son portentosos receptores que nos permiten disfrutar la magia de los colores y las formas, el prodigio de la luz, las bellezas de la naturaleza, la inmensidad del universo y las relaciones con nuestros semejantes.
Nuestros oídos contienen sutiles filamentos que vibran con la risa de los niños, el canto de las aves, la música de las orquestas, el murmullo de la lluvia y la voz de las personas que amamos. Nos bastan unas palabras para calmar al violento, animar al abatido, o hacer saber a alguien que lo amamos.
La mayoría de los seres humanos nos podemos mover. Podemos andar, saltar, correr, bailar o hacer deporte. Tenemos cientos de músculos y huesos manejados por nervios prodigiosamente sincronizados, listos a obedecernos y llevarnos donde queramos.
Nuestros pulmones son pasmosos filtros. A través de millones de alvéolos purifican el aire que reciben, oxigenan nuestra sangre y libran nuestro cuerpo de desperdicios dañinos. No cabe duda de que hemos sido creados para la vida. Hemos sido diseñados para ser felices.
¿Cómo quejarnos del dolor de brazos o de piernas, a la vista de otros que ni siquiera tienen esos miembros y ríen?26 He conocido a ciegos que son felices, porque saben ver la luz más allá de sus sombras, y también me he encontrado con personas que ven perfectamente y viven sombrías, porque no saben mirar… ¿Por qué bloquearse pensando en las pocas cosas que nos hacen sufrir, y no recordar las muchas por las que deberíamos estar agradecidos?
Hay que añadir, sin embargo, que también es peligroso dejarse seducir por los cantos de sirena de los predicadores del pensamiento positivo que cultivan el mito de que podemos conseguir todo lo que nos propongamos. Está bien proponerse grandes cosas, y debemos intentarlo. Pero todos tenemos límites fijados por la naturaleza o por las circunstancias. En toda existencia hay momentos de sombras, enfermedad, frustración, fracaso, duelo. A menudo podemos superarlos por nosotros mismos, pero a veces resulta imposible hacerles frente solos. La fragilidad forma parte de la condición humana. En los momentos difíciles necesitamos ayuda.
Aparte de conseguir la asistencia apropiada, que es lo más importante y lo más urgente, hay tres medidas básicas que nos ayudarán ante el sufrimiento: hacer caso a las señales de alarma, practicar la serenidad espiritual, y aprender a convivir con el dolor inevitable.
Hacer caso a las señales de alarma
Por mucho que nos preparemos, el dolor siempre nos toma por sorpresa. Sobre todo en nuestras sociedades occidentales, donde hemos descargado la responsabilidad de la gestión del dolor sobre los expertos. Olvidamos que nosotros somos los principales interesados, y que nuestro propio organismo es quien pone en acción los más inmediatos recursos curativos. Los enfermos no somos meras máquinas averiadas que necesitan ser reparadas. En realidad, somos los primeros implicados en nuestro proceso de curación. Cada uno contamos con un “médico interior”, como lo llamaba Albert Schweitzer,27 con capacidades asombrosas para poner en marcha nuestros mecanismos de recuperación. Todo tratamiento es, en mayor o menor medida, un esfuerzo conjunto entre el equipo médico, el paciente y ese médico interior.
Nuestra primera reacción ante el dolor debería ser la de escuchar sus mensajes. En vez de limitarnos a tomar una aspirina y seguir adelante, nos convendría más detenernos a ver qué nos pasa y osar preguntarnos: ¿Cuándo sufro estos problemas: antes o después de comer?
¿De día o de noche? ¿Tiene esto que ver con mi trabajo o con mis relaciones? ¿Tiene alguna conexión con el temor al futuro o con algún acontecimiento del pasado? Etcétera. En vez de acallar el dolor a toda costa, conviene empezar por escuchar sus voces de alerta. Tal vez tengamos que agradecerle su aviso y actuar en consecuencia.
Practicar la serenidad espiritual
Desde que el doctor Hans Selye28 –el gran pionero– descubrió el innegable impacto que tienen las emociones sobre la salud, sabemos a ciencia cierta que la ansiedad no hace más que exacerbar el dolor. La amargura y el resentimiento, junto con los deseos de venganza, son respuestas negativas que solo sirven para intensificar el malestar y aumentar el estrés.
Está comprobado que el sufrimiento se alivia manteniendo una actitud serena y positiva. En todas las culturas la oración y la meditación están tradicionalmente asociadas con la solución de ciertos problemas personales. Hoy la medicina ha demostrado los efectos benéficos de estas y otras técnicas de relajación, sin llegar aún a entender sus misterios. La meditación y la oración afectan de modo saludable a la respiración, al ritmo cardíaco y, por consiguiente, a la actividad del sistema nervioso simpático. Los músculos se relajan y la calma interior despeja la situación de estrés. Investigaciones recientes29 aseguran que las personas que tienen una espiritualidad profunda sufren un índice mucho más bajo que la media de problemas cardíacos, arteriosclerosis e hipertensión.
Como veremos más adelante, la esperanza es una convicción profunda que proporciona la fuerza interior para seguir luchando en medio de la adversidad. No hay nada que se necesite más cuando se sufre. Ni hay nada peor para la curación que la desesperanza. Como decía un enfermo admirable, «mi dignidad consiste en no resignarme y seguir luchando».30
Aprender a convivir con el dolor31
La serenidad aparece cuando uno acepta su realidad y tiene el valor de asumirla hasta el final. No se trata de dominar el arte de la autosugestión. Se trata de aprender a poner en marcha los mecanismos que palian nuestro agobio. Se trata de aprender del pasado para saber vivir el presente y hacer frente al futuro, sea para aceptar el destino o para luchar por cambiarlo.
Barbara Wolf recomienda la distracción consciente como recurso eficaz para soportar el sufrimiento crónico: trabajar, leer libros de humor, practicar un hobby que nos guste, hacer deporte, distraerse con algo que nos interese mucho (cine, música, arte, etc.). Es decir, acometer cualquier actividad positiva, de preferencia creativa o útil, que nos produzca satisfacción y pueda apartar la mente, de algún modo, del hecho de sufrir. Se trata de usar nuestros recursos mentales como aliados en contra del sufrimiento. Immanuel Kant, Robert Schumann, Blas Pascal, testificaron que, al ponerse a escribir, componer o reflexionar a fondo, olvidaban –al menos parcialmente– su sufrimiento, mientras que resignarse a esperar el alivio del dolor para realizar esas funciones СКАЧАТЬ