Название: Por qué se suicida un adolescente
Автор: Héctor Gallo
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9789878372693
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Las identificaciones simbólicas que ofrecen los padres como sostén suelen entrar, desde la secundaria, en un proceso inevitable de caída estrepitosa, pues dejan de servirle para responder a los enigmas referidos al sexo y a las incertidumbres subjetivas relacionadas con el deseo, cuestión que, al dejar al adolescente sin brújula, hace que este caiga tanto más fuertemente cuanto más débil sea a nivel psíquico, asunto que se constituye en el momento propicio para la entrada del adolescente en distintas modalidades de sufrimiento subjetivo, en donde lo “personal, íntimo, indecible, inconfesable […]” (15) viene a incidir, de manera forzosa, en las decisiones que en ese momento tome con respecto a su vida.
Las identificaciones a los significantes amo familiares y sociales suelen aflojarse con la entrada en la pubertad e incluso desde antes, y con ello el futuro adolescente queda sin una orientación que le sirva de soporte simbólico, siendo ahí donde queda al borde de caer en un vacío que lo conduce a elecciones que pueden ser letales. Las posibilidades de contrarrestar elecciones del adolescente que pueden conducirlo a lo peor para sí, para la familia y la sociedad son cada vez más precarias en nuestro medio, pues las ofertas sublimatorias por parte del Estado que nos rige son mínimas: se prefiere invertir más en seguridad policial, que en seguridad humana.
Otro elemento que Freud introduce en el texto citado con respecto al colegio y que es importante evocar, porque hoy más que nunca tiene vigencia, consiste en que queda muy a la zaga de cumplir la misión de inculcar el placer de vivir y el amor por la vida, pues en lugar de inventar estrategias para educar en esta dirección, se ofrece educación para todos y de la peor calidad. El Estado les exige a los docentes de primaria y secundaria implementar programas de intervención y prevención contra los males de la sociedad actual: consumo de droga, violencia intrafamiliar, violencia escolar, criminalidad y suicidio, como si la escuela fuera una panacea que tiene en sus aulas el remedio contra todas las enfermedades del vínculo social. Entre tanto, la mayoría de los docentes, sobre todo los que trabajan en colegios públicos, se quejan, se agotan, se enferman física y psíquicamente, se sienten impotentes, desencantados de su profesión, pasando a transmitir a los estudiantes más su depresión, falta de entusiasmo y frustración, que un amor al saber que esperan les sea supuesto por los muchachos.
No son pocos los docentes que dicen vivir aburridos, estresados, angustiados, y que desencadenan enfermedades psicosomáticas o, como hoy se dice, “autoinmunes”. Esto suele ser atribuido a la presión a la que viven sometidos por parte de las autoridades educativas, y también a la decepción de su profesión, debido a lo poco que es valorada. Es desesperanzador el desgano generalizado de los profesores, la desidia de los escolares, su actitud desafiante y a veces violenta, sin contar los usuales improperios de los padres, e incluso las amenazas de actores armados cuando la labor es desempeñada en barrios populares o en regiones en donde las bandas delincuenciales ejercen un poder alterno al del Estado.
El fenómeno de la falta de solidaridad entre los profesores y compañeros de trabajo de una misma institución educativa o empresa, es otra cuestión que se ha vuelto común y cada vez se agudiza más con la evaluación del desempeño. La evaluación se presta, por ejemplo, para arreglo de cuentas por celos, envidia, rivalidades y anhelo de poder. Las formas de presión a las que en la actualidad están sometidos los docentes y los empleados de empresas son diversas. No conozco estadísticas sobre los niveles de suicidios en los docentes colombianos ni en aquellos que se ocupan de atender institucionalmente los problemas de salud mental, pero hay suicidios, adicción al alcoholismo, a la droga y al consumo de antidepresivos y ansiolíticos, hay desencadenamientos de psicosis y de neurosis, no pocas urgencias subjetivas y acting-out. A este nivel tenemos no pocos casos de sujetos que se sirven de su profesión de docentes –igual que no pocos religiosos– para poner en acto sus rasgos perversos con los alumnos, que puede ser un modo de suicidarse profesionalmente, en caso de ser denunciados y declarados responsables de violencia sexual o de acoso.
Por su parte, los asalariados, algunos de los cuales llegan hasta el suicidio, como acontenció con los de France Télécom, aparte de en muchos casos no contar con estabilidad laboral, también están sometidos a distintas formas de presión, por ejemplo, el acoso laboral, el acoso sexual, el miedo a perder el empleo, que no era tan evidente antes como lo es ahora. Se ha vuelto imprescindible, en el universo de la empresa, la instauración de un discurso gerencial que abarca “una cultura de la evaluación”, sobre la que distintos autores han “advertido, […], que se trataba, literalmente, de una cultura de la muerte y para la muerte”. (16) Dentro de este fanatismo de la evaluación, puesta al servicio del imperativo de la producción, que domina hoy en todas partes en donde se desarrolle una actividad que por encima de cualquier consideración humana deberá aportar plusvalía, no se juega más a la vida en ningún lado, sino a la muerte, pues el imperativo de la producción impone una inhumanidad absoluta, como sucedería con cualquier imperativo de tipo teocrático.
Dice Lévy que se ha producido una caída estrepitosa
[…] de los sistemas de solidaridad que, en otros tiempos, hacían de almohadilla y que esta ideología de la evaluación, es decir la de las competencias individuales, es decir, la del cada uno a lo suyo y la del camina o revienta, ha desbastado metódicamente: ¿cuántos obreros desmoralizados, debilitados, desfallecidos eran protegidos antiguamente por los compañeros?, […], ¿cuántos empleados, hasta hace unos años, han estado a punto de abandonar pero se han mantenido a toda costa en el circuito gracias a una cadena de amistad y de ayuda mutua?, todo eso ha volado en pedazos […]. (17)
Dado que se ha impuesto el individualismo del cada uno por su lado y del “sálvese quien pueda”, y esto se ha vuelto más fuerte que valores como la lealtad con el compañero, con el jefe inmediato y viceversa, pues cada uno busca salvar su pellejo a como dé lugar y obtener una evaluación alta de rendimiento a costa de lo que sea, muy poco en el orden de la solidaridad y de la amistad con lealtad nos queda actualmente en la era de la depresión, la angustia, la guerra, el crimen y el suicidio.
Lo que queda hoy como resto de la competencia desencadenada por el fanatismo de la evaluación es un profundo sentimiento de soledad, un cansancio crónico, la falta de disfrute del trabajo asalariado y cierta desesperanza que enferma psíquica y físicamente, y evoca la búsqueda de la muerte por algún medio. Algunos estarán pensando que soy demasiado apocalíptico, que las cosas no hay que llevarlas a extremos tan desesperanzadores, pero tratándose del abordaje de la pregunta por el pasaje al acto y el daño de sí, creo que no puede ser de otro modo. En este capítulo, la pregunta no es por cómo cada uno puede ser feliz, ni por cómo amar la vida y el trabajo para nunca buscar dañarse a sí mismo, sino que se trata de mostrar por qué un ser hablante, único ser que se suicida, busca el daño de sí por distintos medios y haciendo uso de diversas estrategias subjetivas.
Ahora bien, no siempre quienes se suicidan tienen antecedentes de depresión, melancolía o hastío de vivir. Esos “24 desesperados de France Télécom no eran ni particularmente vulnerables, ni oficialmente deprimidos, ni notoriamente desgraciados en su familia, en sus hogares, o en el amor”. (18) No parecía entonces haber entre ellos, por ejemplo, melancólicos; no se sabe cuántos estaban tomando medicamentos psiquiátricos o tranquilizantes, cuestión muy común hoy entre los franceses y cada vez más entre nosotros, pues cualquier malestar se quiere resolver químicamente.
La mayoría de jóvenes suicidas o que matan a otros jóvenes en un colegio, es común que después se suiciden o se hagan matar, y en el mejor de los casos detener, pues no tienen un plan de fuga concebido de antemano, como sí sucede con los terroristas que cometen un atentado o con integrantes de grupos armados o bandas delincuenciales que realizan СКАЧАТЬ