Название: Los conquistadores españoles
Автор: Frederick A. Kirkpatrick
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9788432153808
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Prevenido siempre, descendió al valle y durmió en una ciudad asentada mitad en la tierra y mitad en el agua. Al día siguiente, el señor de Tezcuco, sobrino de Moctezuma, vino en una magnífica litera llevada por ocho jefes, que barrieron el suelo ante sus pies cuando se apeó para saludar a Cortés. Un día después entraron en Iztapalapa por una amplia calzada levantada sobre el agua. «Desde que vimos —cuenta Díaz— tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras poblaciones y aquella calzada tan derecha por nivel como iba a Méjico, nos quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y edificios que tenían en el agua, y toda de cal y canto; y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían entre sueños... no sé cómo lo cuente, ver cosas nunca oídas ni vistas ni aun soñadas... y en aquella villa de Iztapalapa de la manera de los palacios en que nos aposentaron... la hue1ta y jardín... la diversidad de árboles y los olores que cada uno tenía, y andenes llenos de rosas y flores... ahora esta villa está por el suelo perdida, que no hay cosa en pie.»
Desde allá marcharon por una calzada de anchura suficiente para ocho jinetes de frente y cortada a intervalos por espacios cubiertos de puentes movedizos... «por delante estaba la gran ciudad de Méjico, y nosotros aún llegábamos a cuatrocientos cincuenta soldados», dice Díaz. Al día siguiente, Moctezuma vino a saludarle en una vistosa litera, acompañado de 400 nobles descalzos, magníficamente ataviado y llevando sandalias con suelas de oro. Los condujeron, a través de la gente que, en tropel, invadía las calles, las azoteas y las canoas que llenaban el lago, hasta el palacio que había pertenecido al predecesor de Moctezuma. En un palacio cercano vivía el emperador «rodeado de pompa semidivina, pues los ricos tributos que afluían a Tenochtitlán (la ciudad de Méjico) le permitían proveerse de un servicio personal en una escala que sobrepuja a la de Las mil y una nocbes[7]. En cada comida se servían innumerables platos en braseros encendidos, y ningún utensilio se usaba más de una vez. Los nobles de más elevada alcurnia se aproximaban a él con los ojos bajos y vestidos humildemente; bailarines, acróbatas y bufones alegraban su corte. Su armería y almacenes, su pajarera y colección de animales salvajes enjaulados, sus jardines y flores y la fragancia de sus árboles causaban la admiración de los visitantes.
Habiendo encontrado en sus cuarteles señales de una puerta secreta, la abrieron y hallaron una habitación llena de los inmensos tesoros dejados por el antecesor de Moctezuma. Subidos al templo de la gran pirámide, abarcaron la ciudad con su concurrido mercado; las calles, rectas y limpias, por las que no circulaba ningún animal; las calzadas conducentes a la tierra firme; el acueducto que traía agua dulce; multitud de canoas transportando alimentos y mercancías. Pero al llegar a los santuarios que coronaban la pirámide, quedaron espantados ante el fétido y sangriento horror de los sacrificios humanos. La víctima era arrastrada gradas arriba, derribada y atada a la piedra convexa del sacrificio por cinco sacerdotes, mientras el sexto le abría el pecho y le arrancaba el corazón, que era quemado ante el ídolo. Luego tiraban el cadáver rodando escaleras abajo y le cortaban las extremidades, destinadas al banquete ritual de los sacerdotes; el tronco lo arrojaban a las fieras enjauladas. La ardiente protesta de Cortés contra los ídolos dejó a Moctezuma impasible.
[1] Véase la nota 2 de la página 57.
[2] Mexican Archeologv. de T. A. JOYCE, pág. 47.
[3] El doble nombre se debe a que la isla contenía en un principio dos ciudad es, que luego fueron las dos partes de una sola ciudad. En la época de la Reconquista, Tenochtitlán era la parte norte, y Méjico (o Tlateluco) la parte sur.
[4] Gómara, cuya información procede del mismo Cortés o de sus escritos. dice que iban acompañados de 1.300 indios, de los cuales 1.000 eran cargadores, incluyendo algunos cubanos. Díaz dice que eran 200 cargadores y 40 jefes composaltecos, pero no mencionan los guerreros indígenas. Cortés, al describir un incidente de la batalla de Tlaxcala, dice: «Llevé conmigo 400 de los indios que traje de Cempoala», dando a entender que esos 400 eran solamente una parte. Es verosímil la afirmación de Gómara de que el número de auxiliares y cargadores, incluyendo a los cubanos, se elevaba a unos 1.300.
[5] Díaz dice que cada división contenía 10.000 hombres: 50.000 en conjunto. Cortés afirma que pasaban de 149.000. Semejantes cálculos en tan enorme escala se dan con frecuencia, y, lógicamente, no pueden ser admitidos. No es debido esto solamente al deseo de exaltar el valor español, ya que Cortés exagera asimismo el número de sus aliados indios. Por ejemplo, dice que 100.000 tlaxcaltecas le acompañaron desde Tlaxcala y fue difícil hacerlos regresar al aproximarse a Choluta; 5.000 de ellos no hubieran podido hallar víveres durante la marcha, si bien hay que tener en cuenca el dietético régimen de los indios, del que los españoles se admiraban. Los cálculos excesivos pueden ser en parte debidos a los informes, exagerados o mal interpretados, de los mismos indios.
[6] Nada se sabe del suministro de víveres. Su carencia obligaba a los españoles al saqueo, así como a los cempoaltecas: pero éstos tenían el recurso de matar a los habitantes.
[7] T. A. JOYCE.
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