La herencia maldita. Nathan Burkhard
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Название: La herencia maldita

Автор: Nathan Burkhard

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Ángeles Guardianes

isbn: 9788418616228

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СКАЧАТЬ comentario alguno hacia tu hermana, ambas solo buscan pretextos para poder pelear se llevó ambas manos a la cadera.

      Volviéndose con brusquedad hacia él ¿Qué demonios Joe? Yo solo trato de ser buena hermana, me preocupo por ella y aunque sea una completa perra intento cuidarla.

      Lo sé, pero ella no lo ve de esa manera. Cree que compites con ella, cree que tú eres privilegiada en cierto modo.

      ¿Privilegiada? ¿¡Privilegiada!?

      Baja la voz, tus padres están durmiendo en la otra habitación replicó molesto por aquella explosiva reacción —¿No podías mantener la boca callada cierto? —le reprendió él.

      —No me achaques culpas, ella empezó y tú fuiste testigo de ello.

      —Natle, solo deja de intentar reprenderla, nunca entenderá, es demasiado mimada, demasiado caprichosa para poder entender algo.

      —Pues dile eso a mi madre.

      —Jonathan no puede hacer algo al respecto.

      —Eso que fue Joe, una pregunta o afirmación.

      —Ambas —respondió —¿Qué te pasa? —preguntó confundido.

      —No sé a qué te refieres —tomó su ropa dispuesta a volverse y entrar al baño, pero Joe se acercó en movimiento explosivo, sosteniéndole del brazo e impidiendo que se alejara.

      —Estás tan distinta. Creería que quieres que me enoje. Qué quieres alejarme, pero no lo lograrás… Solo… Solo intenta dejar todo atrás, Natle. ¿Qué cambio en tan poco tiempo? Saliste del hospital, intentamos regresar todos a la rutina, pero te niegas a seguir adelante, ni siquiera podemos hablar de lo que paso esa noche en el infierno, sobre Hadeo, es algo que tú solo evades —llevándose una mano hacia la cabeza, deslizó sus cabellos hacia atrás en señal de una clara frustración despeinándose aún más.

      —Solo quiero olvidar, dejar eso atrás, pensar que nunca paso —Natle replicó aún más enojada al escuchar los reproches de Joe.

      —¿Dejar? Natle no me dejes atrás, eso paso, no podemos olvidarlo, paso y cambió nuestras vidas, nuestra manera de ver la vida, pero debemos lidiar con ello y no dejar que nos afecte como lo está haciendo contigo.

      —¿Afectarnos? —Vociferó —¡Afectarnos! Casi mato a mi hermana, casi acabo con la vida de mortales, con la vida de Miaka, incluso la tuya... —intentó buscar aire —Pude haberte matado.

      —Pero no lo hiciste —tomó el bello rostro de Natle entre sus manos —Por favor, no me apartes ahora.

      Natle cerró los ojos, sus lágrimas vetearon su rostro recién lavado, negó con la cabeza, temía que la promesa de Hadeo y su pronto regreso afectara no solo nuevamente su vida, sino que se llevara en el proceso la vida de sus padres, de Joe —No, no puedo —lo empujó con brusquedad de su lado, a lo que Joe sostuvo sus manos notando que su tatuaje había desaparecido, frunció el ceño y no pudo evitar preguntar —¿Tu tatuaje? Tu marca despareció.

      Ella quitó sus manos con brusquedad, como si el simple contacto le quemará —No sé, no me di cuenta de ello.

      —¿Desde cuándo no tienes la marca? —preguntó monocorde, a lo que ella solo respondió encogiéndose de hombros —De eso estoy hablando, que mientes, que me ocultas cosas. Soy tu novio, se supone que debes compartir cosas conmigo cómo yo lo hago contigo, somos un equipo.

      —¡Joe! Hay cosas que deseo guardarme para mí.

      —Parece que Hadeo no salió del todo, además de fuerza, sigues igual de caprichosa y testaruda. No entiendo cómo —cerró la boca, no deseando decir lo que creía que pensaba “como me pude fijar en una mocosa malcriada”

      —¡Sí! Tienes razón no sería mala idea entregar todo a Piora a ver si me dejan en paz —respondió con tanta ironía que Joe siguió su juego —Y ten el valor de terminar la maldita frase —se deshizo de su agarre con brusquedad.

      —¡Eso espero! Dejemos esto así, no quiero enojarme ni discutir, no es el momento, ni el lugar.

      —¿Cuándo es el maldito momento y lugar para discutir? —haciendo una pausa, Joe levantó las manos interrumpiéndole.

      —¡Sabes! Mejor me largo. Es ilógico hablar contigo, ya no es necesario de todas formas —apretó la mandíbula y sus ojos azules parecían acero hirviendo con ganas de abofetearle en ese momento, así que solo se fue de su lado, abrió la puerta de la habitación dispuesto a irse, pero se detuvo en el umbral de la puerta, dejarla sola implicaba dos cosas, Gabrielle logró su cometido y pasaría tres días sola, mientras que si se quedaba le daba la razón a Natle y él no deseaba ninguna de las dos opciones.

      Cerró la puerta y se comenzó a despojar de sus pantalones y camiseta, Natle lo miró realmente extrañada —¿Qué haces? —le preguntó.

      —Pues no es obvio, desvestirme para poder dormir.

      —Sí, pero dijiste que te ibas.

      —No lo haré, no conduciré por media hora a casa solo por una discusión infantil.

      —Vaya que gran alivio —Natle entró al baño a cepillarse los dientes.

      Joe la observaba cepillarse los dientes mientras que él no hacia ningún intento por ponerse el pijama, estaba en ropa interior. Cuando ella terminó, se dio vuelta tomó una toalla y cubrió el espejo de su habitación y tocador, ya se había hecho un hábito, hábito que Joe respetaba, además de también sentirse seguro con ello, no deseaban más sorpresas con espejos parlanchines y demonios reencarnados.

      Natle dio unos pasos hacia él, inclinó la cabeza, admirando la hermosura de ese chico, ese chico que para nada era terrenal, podía verse que era un ángel, su cuerpo había tomado más forma en un año, sus bíceps, su pecho contorneado y ese six pack cerca de su abdomen de acero con una hermosa v cruzando hacia su bóxer —Otra vez estas mirándome de esa manera tan enervante —le dijo.

      Natle dio unos pasos hacia adelante, levantó sus manos y acarició el pecho de Joe notando las cicatrices de su batalla anterior.

      Joe mordió su labio inferior, esa simple acaricia lo encendía de una manera simplemente brutal, pero no podía, necesitaba estar a su lado, necesitaba estar con ella, así que tomó las muñecas de Natle y evitó que esas caricias se hicieran más profundas —Lo sabe Miaka.

      —No —respondió por fin —Y es mejor que nadie lo sepa. Vamos a dormir —dijo, saltando a la cama y recostándose, no deseaba revelar uno de sus miedos y también deseos, ser mortal.

      Joe se quedó un momento observando la habitación, había confirmado sus sospechas, Natle no tenía poderes y con ello estaba siendo vulnerable a un ataque demoniaco, pero en un año no habían sabido nada de Piora y Miaka vigilaba la seguridad de ambas al máximo, pero tenía un presentimiento, algo estaba cerca.

      Se recostó en la cama y cerró los ojos, no deseaba pensar más en batallas, guerras y demonios, quería lidiar con la vida de humano, llegar a terminar su carrera en educación, formar una familia, tener hijos y Natle estaba específicamente en cada detalle de su vida, ella estaba en cada paso a paso y con ello disfrutar de unas noches con su chica era parte ya de su plan de vida.

      Ambos СКАЧАТЬ