El pequeño libro del lenguaje. David Crystal
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Название: El pequeño libro del lenguaje

Автор: David Crystal

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Yale Little Histories

isbn: 9788418236198

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СКАЧАТЬ Cogió la galleta y se la tendió, pero sin dársela, y dijo: «¿Puedo comer una galleta…?», con un tono de voz interrogativo. Sue comprendió de inmediato: «¿¡Puedo comer una galleta, por favor!?». «Muy bien», contestó su padre, entregándole la galleta, y ella añadió un «gracias», por si acaso.

      ¿Qué estaba haciendo en esta ocasión? Le estaba enseñando a ser educada en una conversación. Los niños tienen que aprender a decir por favor y gracias, y esto lo consiguen los padres repitiendo esas palabras una y otra vez hasta que los niños las adoptan. Puede llevar su tiempo, pero, alrededor de los cuatro años, la mayoría de los niños han aprendido lo básico de la buena educación lingüística.

      Los niños tienen que aprender muchas cosas distintas sobre cómo dirigirse a los demás con cortesía. Deben aprender a decir hola y adiós, buenos días y buenas noches. Aprenden a llamar a los adultos señor y señora. Cuando alguien estornuda, saben decir salud. También aprenden que, cuando se hacen daño o se enfadan, hay ciertas palabrotas que no deberían decir (¡o al menos no si sus padres están delante!).

      Los niños también tienen que aprender a escuchar. Y eso conlleva mucho más que simplemente quedarse quieto y prestar atención. Cuando dos personas mantienen una conversación, una de ellas habla y la otra escucha, pero la que escucha no está inmóvil y en silencio. Al contrario, el oyente siempre está activo. Asiente o niega con la cabeza, muestra acuerdo o desacuerdo con la expresión de la cara, hace ruidos como «mmmh» o chasquea la lengua, y dice cosas como , vaya, o no, ¿de verdad? Estas reacciones del oyente le hacen saber al hablante que ha entendido lo que le está diciendo. Esto es extremadamente importante, pues el hablante necesita saber si está consiguiendo una comunicación efectiva. Si no observa ninguna reacción en el oyente, no es capaz de continuar con la conversación.

      Los niños pequeños no muestran este tipo de reacciones. Por eso, cuando hablamos con niños muy pequeños, a veces no sabemos si han entendido lo que les hemos dicho. Es algo que aprenden a hacer, gradualmente, conforme se hacen mayores. Una señal de que han alcanzado la madurez conversacional es que cooperan activamente mientras están escuchando.

      Otra característica de las conversaciones que deben aprender es «cómo leer entre líneas» —es decir, cómo descubrir lo que la gente verdaderamente quiere decir con las palabras que emplea—. Las personas no siempre dicen lo que quieren decir, especialmente cuando intentan ser educadas. Imagina que estoy en una habitación, de pie junto a una puerta abierta, y que hace un poco de frío. Alguien podría decirme: «¿Podrías cerrar la puerta, por favor?» (si quiere ser amable) o sencillamente: «Cierra la puerta» (si no quiere serlo). Piensa también en algunas de las otras formas en las que podría hacerme cerrar la puerta:

      Hace mucho frío aquí.

      Vaya, qué corriente hay.

      Brrrr.

      ¿Por qué dice esto? Probablemente porque le preocupe que pueda considerarlo maleducado si me pide directamente que cierre la puerta. Siendo indirecto, y haciéndome saber lo que siente, me deja a mí la decisión de cerrar o no la puerta. Es su manera de ser cortés y, si yo también quiero ser considerado con él, la cerraré.

      Los niños deben aprender todo esto. Y les lleva un tiempo. Recuerdo que una vez, en una clase de primaria, una maestra le dijo a un niño de unos siete años: «James, hay una tiza tirada en el suelo». James miró hacia abajo, vio la tiza y dijo: «Sí, maestra, hay una tiza», y nada más. ¡Esa no era la respuesta que ella esperaba! «¡Entonces, recógela!», explotó. James aprendió rápidamente a leer entre líneas.

CONVERSACIONES EXTRAÑASLa gente a veces habla consigo misma —o con sus plantas, o con el lavavajillas (sobre todo cuando no funciona bien), o sencillamente sola—. Los niños hablan con sus juguetes. A los tres años pueden mantener conversaciones imaginarias interminables. A menudo los padres oyen su manera de hablar a los hijos repetida en cómo los niños hablan a sus juguetes. Qué vergüenza.
Hoy en día, la tecnología nos permite tener conversaciones con diversos aparatos, como con el manos libres del móvil en el coche o incluso con la lavadora. La máquina reconoce nuestra voz (siempre que hablemos claro) y realiza la acción. «Lavado ligero a treinta grados», ordenamos, y ella lo hace.
Con la navegación por satélite de los coches ocurre lo contrario: el aparato nos habla a nosotros. «Sigue recto cinco coma tres kilómetros, luego gira a la izquierda», dice la mujer de la máquina. Resulta muy difícil no contestar. «Sí, señora», suelo responderle, a menos que me pida ir por una ruta que sé que es la equivocada. En ese caso, le echo una buena bronca.
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      APRENDER A LEER Y ESCRIBIR

      He terminado el último capítulo contando que James tuvo que aprender a «leer entre líneas». Lo que estaba haciendo no era leer, por supuesto, sino que estaba escuchando. Esta expresión («leer entre líneas») es un ejemplo interesante de cómo usamos el lenguaje escrito para ayudarnos a describir lo que sucede en el habla. No se pueden ver los sonidos que pronunciamos, como ya comenté en el capítulo 5, pero es fácil ver las marcas que escribimos. Aquí están, en el papel o en la pantalla.

      Los niños descubren la lectura desde muy temprano —si tienen la fortuna de crecer en alguna parte del mundo donde estén rodeados de libros y pantallas—. Muchos padres leen cuentos a sus hijos incluso antes de que cumplan dos años. Algunos sientan al niño en las rodillas mientras navegan por internet. Conozco a un niño de dos años que había aprendido a identificar algunas letras en el teclado del ordenador y podía presionarlas según se lo pidieran. ¡No me sorprendería encontrar por ahí a un niño de dos años que sepa enviar mensajes de texto!

      Si los niños están expuestos a los libros, muy pronto aprenden los principios básicos de la lectura. Descubren que los libros tienen páginas, y que hay que pasarlas en un orden determinado. En algunos idiomas, como en el inglés o el español, se pasan de derecha a izquierda; en otros, como en el árabe, se pasan las páginas de izquierda a derecha. Los niños aprenden también que hay que sostener los libros de una cierta manera, que las páginas (y, sobre todo, las ilustraciones) se ven raras si están dadas la vuelta. Enseguida les parecen fascinantes los dibujos, especialmente aquellos de cosas que existen en su propio mundo, como gente, animales o coches.

      Además, se fijan en los garabatitos negros que llenan la página. Conforme crecen, se percatan de que son los elementos más importantes. Si una historia es emocionante, se dan cuenta de que esto sucede porque el lector está de algún modo ingeniándoselas para extraer la emoción de esas marcas negras. Aquí también hay reglas que se deben aprender. Los garabatos están organizados en líneas, que tienen que leerse (en inglés o español) de arriba abajo y de izquierda a derecha. Los niños expuestos a libros escritos en árabe o en chino aprenden que la lectura sigue otra dirección.

      Tampoco les lleva mucho tiempo darse cuenta que un libro sigue siendo igual cada vez que se lee. Como resultado, al cabo de varias lecturas, llegan a saberse de memoria su historia favorita. ¡Ay del padre o madre que se atreva a omitir una o dos páginas antes de dormir! Una noche, después de un día agotador, intenté acortar la historia de Los tres cerditos saltando directamente de la casa de paja a la casa de ladrillo. Pensaba que no lo notarían si la convertía en Los dos cerditos. Pues sí. Recibí una buena bronca y tuve que comenzar otra vez desde el principio, prestando especial atención a la casa de madera.

      A veces no nos damos cuenta del СКАЧАТЬ