El pequeño libro del lenguaje. David Crystal
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El pequeño libro del lenguaje - David Crystal страница 10

Название: El pequeño libro del lenguaje

Автор: David Crystal

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Yale Little Histories

isbn: 9788418236198

isbn:

СКАЧАТЬ manga de la chaqueta viene en rojo o verde». Se tiene que estar refiriendo a una tira de tela.

      En cada uno de estos casos, las otras palabras de la oración nos ayudan a descubrir a qué significado de banda se está haciendo referencia.

      Esa es la función de las oraciones. Nos ayudan a darle sentido a las palabras. Sin ellas, lo que decimos no tendría sentido. Los niños pequeños tienen que aprender esa lección. Y nosotros también si queremos entender cómo funciona el lenguaje. Necesitamos aprender las diferentes maneras en las que nuestra lengua permite combinar palabras en oraciones. Algunas maneras son posibles:

      El perro persiguió al gato.

      Y algunas no lo son:

      Perro gato al el persiguió.

      Intercambiar el orden de las palabras puede modificar el significado:

      El gato persiguió al perro.

      Como también lo pueden hacer las terminaciones de las palabras:

      Los perros persiguieron a los gatos.

      Existen cientos de formas de construir oraciones a partir de palabras, y los niños han aprendido la mayoría de ellas para cuando empiezan el colegio. Pueden construir oraciones que describen eventos, hacen preguntas, dan órdenes y muchas más cosas. Pueden unirlas para contar historias, mantener conversaciones y enviar mensajes de texto. Sin oraciones, estarían perdidos.

      En resumen, cuando estudiamos un idioma, necesitamos aprender cómo se construyen sus oraciones. Cada lengua lo hace de manera distinta. Algunos idiomas, como el español, cambian las terminaciones de las palabras más que el inglés. Otros, como el chino, ni siquiera tienen terminaciones como las del inglés, y otros, como el galés, combinan las palabras en un orden diferente.

      Si queremos entender cómo expresan las personas sus ideas y se entienden entre ellas, debemos estudiar cómo construyen oraciones. El estudio de la estructura de las oraciones es lo que llamamos gramática.

JUGAR CON LA GRAMÁTICAUna de las maneras más fáciles de hacer un chiste es coger una palabra y usar la gramática para jugar con su significado. Los cómicos y las comedias lo hacen todo el tiempo. Dicen algo que nos lleva a pensar en una palabra de una manera, y la siguiente frase va en una dirección completamente distinta. Nos causa sorpresa y nos hace reír, como en el siguiente ejemplo:Los soldados combatieron contra una banda de rebeldes en el sur del país. No les había gustado su último álbum.
c6b.tif
Hay una cantidad infinita de chistes que se pueden crear de esta manera. (¡Ojo, no estoy diciendo que sean buenos chistes!) Aquí va la primera línea de uno. Puedes inventarte el final que más te guste.
Sharon tenía una brillante banda verde en su sombrero…

      7

c7.tif

      MANTENER UNA CONVERSACIÓN

      ¿Por qué necesitamos sonidos, palabras y oraciones? Cuando un niño cumple cinco años, ha estado vivo durante más de cuarenta mil horas, y se ha pasado una gran parte de ese tiempo aprendiendo a hablar. Ha consegido dominar todos los sonidos de su idioma, cientos de maneras de construir oraciones y miles de palabras. Millones de niños han llevado a cabo este trabajo dos o tres veces, pues han crecido hablando más de una lengua. ¿Por qué? ¿Para qué sirve todo este lenguaje?

      Usamos el lenguaje por muchos motivos, pero el principal, sin duda, es para poder hablar entre nosotros. Lo empleamos para charlar, jugar a algo, estar al tanto de las noticias, contar chistes, pedir ayuda, insultarnos y para hacer miles de cosas más. Nada de esto podría suceder sin el lenguaje. Su uso cotidiano y más común es sostener conversaciones entre nosotros.

      Tener una conversación parece la cosa más natural del mundo. Ahora no nos sorprende, no pensamos en ello, pero no ha sido siempre así. Tuvimos que aprender a hacerlo. Tuvimos que aprender las reglas.

      ¿Cuál es la regla básica para poder tener una conversación eficaz? Hablar por turnos. Hablo primero yo y después tú, y después yo y después tú otra vez. No hablamos al mismo tiempo. En ocasiones, en una discusión, varias personas hablan a la vez, pero, cuando se tranquilizan, vuelven a intervenir por turnos.

      Esta regla es especialmente importante si mucha gente participa en la conversación. Imagina que estás en la calle hablando con otras tres personas de la última película de James Bond, y que todos tenéis algo que decir al respecto. Si queréis que sea una conversación eficaz, los cuatro debéis contar con la oportunidad de compartir vuestra opinión, y así todos estaréis contentos.

      Sin embargo, si eso no ocurre puede ser que al final te acabes enfadando. Imagina ahora que alguien no para de hablar y no te deja intervenir. Este comportamiento se llama «monopolizar la conversación». También puede pasar que empieces a hablar y alguien te esté interrumpiendo todo el tiempo, sin dejarte terminar. Algunas personas interrumpen muy a menudo. Al parecer, lo hombres interrumpen a las mujeres más de lo que las mujeres interrumpen a los hombres.

      Hablar por turnos no surge de manera natural: tenemos que aprender a hacerlo. Este proceso de aprendizaje comienza desde muy temprano, durante el primer año de vida. El niño oye que su madre habla… él arrulla o balbucea… su madre responde… él vuelve a arrullar o balbucear… y la madre responde otra vez. Escuchar/hablar/escuchar/hablar/escuchar. Esa es la base de cualquier conversación. Debemos aprender a ser oyentes tanto como hablantes.

      Durante el segundo año de vida, las conversaciones se vuelven más avanzadas. Comienzan a tener una forma más predecible debido al aumento en el conocimiento del lenguaje. Veamos, por ejemplo, una conversación entre Sue y su padre cuando ella tenía casi dos años. Estaban mirando juntos un dibujo de un libro. «¿Qué es eso?», le preguntó su padre. «Perro», contestó ella. «Sí, eso es un perro —dijo él—. Es un perro grande y marrón, ¿verdad?» «Sí —dijo Sue y agregó—: perro marrón», llevando a cabo un gran esfuerzo para pronunciar la nueva palabra (que le salió algo como «maón»).

      Analicemos este pequeño intercambio. Es una miniconversación en cinco partes. Primero, el padre hace una pregunta, y Sue responde. Luego, el padre asiente. Parémonos un segundo para ver cómo lo hizo. Podía haber dicho únicamente «sí», y detenerse ahí. Pero no fue esto lo que hizo. En cambio, cogió la pequeña frase de Sue, compuesta solo por una palabra, y la insertó en una frase más larga: «Eso es un perro». Al hacer esto, le mostraba a Sue cómo integrar una palabra en una oración. Poco tiempo después, Sue comenzaría también a construir frases como esa.

      Su padre, además, no se detuvo después de esta frase. Agregó una más, atrayendo la atención de Sue hacia otras características del perro: era grande y marrón. De nuevo, no tenía necesidad de añadir esa información. ¿Por qué lo hizo, entonces? La respuesta se vuelve evidente cuando vemos lo que Sue contestó después. Esa era la primera vez que trataba decir la palabra marrón. No lo habría intentado si no hubiera escuchado a su padre decirla. Le había enseñado esa nueva palabra sin que ninguno de los dos se diera cuenta.

      Las conversaciones entre los padres y sus hijos de dos años suelen ser muy parecidas a la que acabamos de ver. Los padres les responden continuamente con oraciones un poco más complicadas que las que han dicho los niños. En realidad, los progenitores se están comportando como maestros.

      Un año después, las СКАЧАТЬ