Название: Mujeres que escriben
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9789569946936
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Resiliencia
Por Jocelyn France
Mis padres son del sur, crecieron en la novena región, en el campo, en territorio indígena, aunque ellos no lo eran. Crecieron bebiendo agua de vertiente, alimentándose de las verduras de la huerta, el pan del trigo que la familia cosechaba y la carne de los animales que criaban. Suena lindo y muy orgánico, pero en el campo no existía la electricidad, ni almacenes cercanos donde comprar lo que faltaba. Los hijos eran mano de obra, la mujer había nacido para cocinar y criar a los niños que nacían sin pausa. Mi abuela tuvo 11 hijos, algunos murieron en el parto o al poco tiempo de vida. Aunque la partera y mi abuela hacía un buen trabajo, a veces no era suficiente. Mi mamá fue la segunda hija, por lo tanto, creció cuidando a sus hermanos y haciendo labores del hogar y del campo. Iba a la escuela y era la mejor del curso. Su nombre es Sucy.
Varios cerros más arriba estaba la familia de mi padre, de apellido France. La historia dice que llegaron arrancando en barco de la Segunda Guerra Mundial: atracaron en el puerto de Talcahuano desde Europa. Mi abuelo paterno era inquilino: trabajaba en un fundo a cambio de tener el derecho de vivir dentro de un pedazo de tierra y vivir de lo que cosechaba allí. Mi abuela paterna murió cuando mi papá tenía 8 años, eran 6 hermanos y no iban a la escuela, solo ayudaban en la casa y en las labores del fundo. Mi papá creció trabajando en el campo, por eso ahora hace todo lo que se proponga. Nunca recibió cariño, no sabe lo que es eso, su nombre es Alfredo.
Un día un amigo de la familia visitó la casa de campo de mi mamá en vacaciones desde Santiago y le dijo a mi abuelo que quería traerse a su hija favorita a la capital para que estudiara ya que veía que era muy inteligente y que le iba bien en el colegio. Con mucha pena, todos aceptaron y mi mamá se vino con 14 años a Santiago con la esperanza de las oportunidades que la educación y la ciudad le podían ofrecer. Pasó el tiempo y este amigo de la familia, nunca llevó a mi mamá a la escuela: la tenía encerrada en la casa, de nana, haciendo todas las cosas. Mi mamá era muy joven para escapar de esta realidad y con esfuerzo sabía leer y escribir. Pasaron los años hasta que pudo salir a trabajar, igual de nana, pero al menos por un sueldo.
Cuando se vino a Santiago ya pololeaba con mi papá, aunque nunca se habían dado un beso. Pololearon por carta hasta que un día mi mamá juntó el dinero suficiente para ir al campo y traerse a mi papá con ella hasta Santiago. Se casaron. A los 25 años mi mamá me tuvo a mí y entonces dejó de trabajar. Mi papá era el sostén del hogar, trabajaba de operario en Anasac, arrendaban una pieza hasta que mi mamá consiguió un subsidio habitacional. Cuando llegó al SERVIU en el año 85, había una larga fila. Mi mamá llegó aún de noche y se encontró con un familiar muy lejano que le cedió su lugar: así conseguimos la casa propia en La Cisterna, donde crecimos mis tres hermanos y yo.
Tuvimos una vida muy precaria, vivimos la falta de oportunidades y de educación en carne propia. Aunque nunca pasamos hambre ni frío, y teníamos vacaciones todos los años en el sur, nuestra vida fue muy humilde. Recuerdo haber pasado un día del niño en el mall Parque Arauco porque mi papá era guardia de seguridad de una tienda, y así podíamos jugar con los juguetes en exhibición sin que el guardia nos lo impidiera.
Pasaron los años y crecí. A los 18 tras salir de un colegio comercial como contador tuve la oportunidad de trabajar en un banco donde me quedé por cinco años mientras estudiaba psicología en vespertino. Me titulé y hoy trabajo como profesional. Soy resiliente por naturaleza como mi madre, y capaz de hacer lo que me proponga, como mi padre. En un momento de la vida decidí que no quería ser más pobre y doy la batalla con mi esfuerzo. Trabajo a diario, me siento orgullosa de mí porque todo me ha costado más ser mujer, no tener redes de poder ni venir de un colegio de renombre. No ha sido fácil, sin embargo, siento que una varita mágica siempre me ha traído suerte y me ha dado oportunidades.
Mis papás estuvieron casados 25 años. Hoy están divorciados y no se hablan. Hoy quiere vender la casa donde crecimos, la del subsidio, donde aún vive mi mamá.
¿Se acuerdan que les conté que él no sabe lo que es el cariño? No es malo, solo que no sabe como se hace eso de amar y cuidar de otro.
Que él estuviera aquí
Por Violeta Díaz
So, so you think you can tell heaven from hell, blue skies from pain Can you tell a green field from a cold steel rail? A smile from a veil? Do you think you can tell?
(Pink Floyd – Wish you Were Here)
Una vez me contaron que, siendo yo una recién nacida, me encontraba durmiendo y él fue a verme. Resulta que yo tenía los pies puestos de una manera muy particular – un pie metido entre los dedos del otro - lo mismo que hacía él al dormir. Dicen que cuando lo vio, se puso a llorar. Imagino que ese fue el momento cuando olvidó que quería que su primer retoño fuera hombre, para nombrarlo igual que a él, y se enamoró de nuevo. No por nada me cantaba “Mi niña bonita” de Lucho Barrios cuando yo era pequeña.
A harta gente le he escuchado decir que es inevitable tener un hijo preferido. No sé si será verdad o no – no soy mamá ni quiero serlo -, pero en el caso de mi familia lo es. Si bien la relación de mis padres con cada uno era buena, mi madre tenía más afinidad con mi hermano, y bueno, él la tenía conmigo.
Y sí, con él me refiero a mi padre. El que me cantaba canciones como la que ya mencioné, o “La Abejita” de Mazapán, o “It’s Now or Never” de Elvis. Con quien escuchábamos “Here, There and Everywhere”, de The Beatles y la bailábamos abrazados. A quien yo llamaba cuando iba al baño para que fuera a limpiarme, e inventaba toda una ceremonia para ello con diálogos de lo más rimbombantes, los cuales yo replicaba feliz. El que me contaba las historias del Pato Cappuccino y el Pescadito Fish. El que me hablaba en inglés. El que impulsaba mi veta artística y me dejaba contar chistes de Condorito o imitar a la gente cuando llegaban visitas a la casa.
El que llevó, cuando yo tenía 4 años, un computador a la casa, gracias al cual conocí DOS y aprendí que “manzana” en inglés es “apple”, que “gallo” en inglés es “rooster”, que 2 + 1 es 3 y que 5 – 5 es 0. El que me decía que no estudiara lo mismo que él, porque quería que yo decidiera mi carrera por gusto y no por seguir sus pasos.
El que escucha la radio Futuro desde que empezó, y que al hacerlo me abrió las puertas de ese paraíso auditivo que es el rock. De su mano, conocí a The Beatles, a The Mamas & The Papas, a Pink Floyd, a Deep Purple, a Led Zeppelin, a The Rolling Stones. El que me hacía escuchar la misma canción de Yes una y otra vez, para que descubriéramos que no solo era una, sino 5 canciones que convivían maravillosamente. El que, cuando íbamos en el auto y empezaba a sonar una canción, se daba vuelta y me preguntaba de improviso “¿Quién es?”. Si yo no sabía responderle, se lamentaba todo melodramático y reclamaba que cómo era posible, que tanta educación musical para nada. El que era plenamente consciente de las prohibiciones religiosas en aquellos terrenos, pero que igual no más escuchaba “Enter Sandman” de Metallica para callado porque pucha que es bueno ese tema, fíjate cómo empieza la guitarra, es tan profunda que parece bajo. El que se raya con una canción en particular y la escucha a cada rato a todo volumen y la canta y le da como caja, hasta que se le pasa y СКАЧАТЬ