Mujeres que escriben. Varias Autoras
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Название: Mujeres que escriben

Автор: Varias Autoras

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

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isbn: 9789569946936

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СКАЧАТЬ vuelta de carnero de felicidad sobre la cama. La historia la repetía exactamente igual una y otra vez. Sin embargo, yo seguía disfrutando de ella como si fuera la primera vez.

      El amor de mi papa por Nueva York fue a primera vista: su movimiento, ruido, su multiculturalidad lo fascinaron desde el primer minuto. Cada vez que pudo, volvió. Lamentablemente no pudo muchas veces. Desde chica me habló de este mágico lugar con cada detalle. El Empire State, Park Avenue, el ir y venir de la gente, la Iglesia de San Patricio, en fin, en mi cabeza yo había visitado la ciudad mil veces y sentía conocerla al detalle. Tenía 24 años cuando fui la primera vez y tuve la sensación de volver a casa. El enamoramiento fue instantáneo y no sé cuántas veces lo llamé desde teléfonos públicos para contarle lo que había visitado durante el día. Él gozaba con mis viajes igual como yo lo hacía con los suyos. Trato de ir a Nueva York todos los años porque es por lejos el lugar donde lo siento más presente. Sé que camina a mi lado y se impresiona con la ciudad como si fuera la primera vez que la vemos juntos.

      También hay cosas que no heredé. Su fascinación por jardinear, un momento que creo que disfrutaba especialmente porque estaba solo y tranquilo. Lo veo de rodillas plantando petunias, sacando malezas, regando y conversando horas con el jardinero, que era su gran amigo. En los inolvidables veraneos en el sur a mediados de los 70, salir a caminar con mi papá era absolutamente fascinante. Conocía los nombres de cada árbol, cada pájaro, su canto y sus hábitos. También conocía cada fruto – “mira, prueba esto, es maqui, te va a gustar” – y así volvía yo toda morada a la cabaña, con la ropa inmunda, pero dichosa. Durante la semana mi mamá se hacía cargo de nosotros y mi papá trabajaba de sol a sombra, pero los fines de semana eran de él. Siempre un panorama, subir el cerro, ir a los juegos o simplemente recorrer el centro de Santiago, que era uno de sus paseos preferidos.

      Mi papá fue un hombre de pocos amigos. Tenía un carácter fuerte e intereses muy específicos, creo que la vida social francamente le aburría. Con él los temas eran limitados, viajes, naturaleza, arte o guerras. Recuerdos tardes enteras oyéndolo hablar sin parar del desembarco de Normandía, de las estrategias exitosas de Hitler para apoderarse de casi toda Europa o del brutal ataque japonés a Pearl Harbour. Un par de años después de su muerte visité junto a mi marido y mis hijos la zona del desembarco. Partimos en donde empezó todo, el Point du Hoc. Están los hoyos del bombardeo nocturno, algunos bunkers alemanes a medio destruir y otros completamente intactos. Mi marido tuvo el cariñoso gesto de quedarse atrás con los niños para que yo pudiera recorrer ese lugar de la mano de mi padre. Entré a un bunker donde se veía la inmensidad del mar y se podía sentir la historia. Ahí le hablé, le dije cuanto lo extrañaba y cuanto le agradecía todo lo que me había enseñado, con sus palabras y su ejemplo. Puse una foto de ambos mirando a la playa de Normandia. Nunca olvidaré ese día.

      Mi papá no era perfecto. Tenía un carácter difícil, muchos le tenían miedo, especialmente nuestros amigos. Se veía serio y distante, pero bastaba pasar una tarde con él para darse cuenta de que esa distancia era su viaje a su mundo interior. La realidad era que estaba cansado, trabajaba demasiado y eso lo ponía de mal humor, pero también estaba siempre de ánimo para una broma. Nunca lo vi salir del baño de manera normal: siempre salía como si alguien lo estuviera empujando, miraba para atrás con cara de “qué te pasa” y seguía. A veces estaba yo ahí, a veces mi mamá o a veces no había nadie, él siempre salía igual. Muchas veces nos hacía reír burlándose de otros, eso con los años me avergüenza un poco. Le molestaba la gente que pudiendo ser culta era ignorante, le molestaba la gente gorda, no solo por un tema estético sino también de salud. Mi papá era intolerante y a pesar de eso yo lo adoraba.

      Sus consejos, a veces duros, a ratos impertinentes pero siempre asertivos me acompañan a cada momento. Cuando yo hablaba de más, cosa que pasa de manera frecuente, el me decía sarcásticamente: “nunca pierdas la oportunidad de quedarte callada”. Era su forma de decirme que oyera más de lo que hablaba. Sus palabras me dan vuelta en la cabeza todo el tiempo. Cuando me embaracé por primera vez se dedicó sutilmente a aconsejarme en el arte de ser mamá primeriza. “Es un trabajo al que te tienes que dedicar 100% las primeras semanas, pero no siempre será así, paciencia y descansa cuando puedas”. Después supe por otro lado, también aconsejaba a mi marido.

      Los últimos respiros de mi padre ese viernes de mayo me traen de vuelta. Ha pasado el mediodía y sigue lloviendo muy fuerte. Sus inhalaciones son entrecortadas, dificultosas. Yo sigo tendida a su lado, tomo su mano tratando de decirle que no está solo. Mi mamá se acerca por el otro lado y le hace cariño en el pelo. Mi hermano se pone a sus pies. Estamos todos tranquilos, aunque falta mi hermana, eso nos angustia, pero ya no hay tiempo para remediarlo. Mi papá exhala por última vez y en ese mismo momento mi hermana me llama al celular: “El papá acaba de morir”, le digo. Mi hermana me corta el teléfono, después sabré que se lloró sin parar durante mucho rato.

      Después de comprobar con su propio estetoscopio que su corazón dejó de latir, nos abrazamos los tres, sin angustia, pero con pena, sin llanto, pero con mucha emoción. Rompo el silencio:

      – Tenemos que elegir la canción

      – ¿Que canción? ¿De qué hablas? – pregunta mi mamá

      – Mamá, el papá me pidió mil veces que cuando el ataúd fuera bajando le pusiéramos algo de Frank Sinatra – le dije con delicadeza, entendiendo que para mi mamá era un momento terrible.

      – A mí también me lo pidió – dijo mi hermano muy despacio, casi susurrando.

      Así fue como despedimos a la única persona que jamás pretendí cambiar, que siempre acepté tal y como era, con sus tremendas virtudes y algunos aparatosos defectos. Un hombre al que amé y admiré sin condiciones. El ataúd empezó a bajar tapado de flores que sus nietos pusieron delicadamente. Empezó a sonar “I’ve got you under my skin”.

      Han pasado casi 7 años y siento que la elección de la canción fue perfecta.

      Mi papá habitará por siempre bajo mi piel.

Todas fuimos niñas

      Olor a fritura

       Por Geraldine Cáceres

      Sentada sobre el mesón del bar, miro cómo mi abuelo prepara una malta con harina. En realidad, es agua con azúcar y harina, un clásico que les regala a mis primas y a mí de vez en cuando. Mientras balanceo las piernas golpeando levemente la vitrina, veo desde lo alto los escasos clientes, la inmensidad del lugar y el dragón gigante pintado al fondo, la antesala para ingresar al restaurante.

      Mi abuelo es parecido a un Viejo Pascuero: guarda regalos escondidos en un cajón gigante detrás del mesón. Cuando sea más grande podré abrirlo sola y le robaré dulces, unos poquitos no más, para que no se dé cuenta. Hoy espero al vendedor de dulces que, cual hombre del western, entrará por la puerta batiente del restaurante e instalará la bandeja que lleva colgada en sus hombros. Mi abuelo elegirá muchos dulces que luego nos repartirá. Aquel señor es mudo, pero se llevan bien los dos, él después de entregar se toma una copita y sigue su camino. A mí me agrada, como la mayoría de los clientes de mi abuelo. Algunos me hacen reír, dicen cosas como: “qué grande estás” o “la negrita bonita” y yo los miro nomás cómo toman su caña de pipeño. Algunos repiten, otros se quedan todo el día con una en la mano y conversan con mi abuelo, le cuentan su vida, lloran, se emborrachan, se van tristes, vuelven al otro día.

      Mientras balanceo las piernas, llega el “Tate Callao”. Ese es su nombre, por lo menos el conocido. Es un viejo de unos cien años, eso creo mirando sus infinitas arrugas. Viste de impecable terno, aunque él está un poco sucio, delgado y pequeñito. Es jubilado de ferrocarriles СКАЧАТЬ