Название: Las katas
Автор: Kenji Tokitsu
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
Серия: Artes Marciales
isbn: 9788499102375
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Las imágenes proceden de una vida estrechamente unida a la naturaleza. La actividad de base, el cultivo del arroz, es un trabajo colectivo sometido al ritmo de las estaciones y de la vida social, la cual está delimitada por un conjunto de reglas y se desarrolla según un ciclo anual repetido de forma uniforme.
Las imágenes reflejan una sensibilidad, transmitida muy temprano por la educación familiar, por los ritmos colectivos que, por su aspecto social y natural, adquieren más fuerza. La kata es una formalización de esta sensibilidad colectiva y, por ello, contribuye a entrenarla.
Sin embargo, el cuadro colectivo está unido a una involucración subjetiva, y a partir del momento en que una kata empieza a dominarse, ésta escapa de la simple repetición. Aquí, la formalización es particularmente blanda. De esta manera, al pintar una berenjena, el pintor repetirá, siguiendo los gestos requeridos, un cierto número de rasgos que habrá aprendido a reproducir, pero, si la imagen está lo suficientemente interiorizada, detallará también particularidades del objeto vinculadas al momento vivido.
Para que un repertorio muy diferenciado de signos se cristalice y se perpetúe, la kata eficaz supone la homogeneidad de un grupo social suficientemente limitado y sedentario.
En la actualidad, existen escuelas de pintura a la tinta que prolongan los métodos clásicos y los aplican a motivos vinculados a la vida urbana contemporánea o a paisajes extranjeros, pero no han encontrado una fuerza de expresión comparable a la de los modelos antiguos. Debemos buscar la causa en la ruptura de la simbiosis entre la kata y el grupo que la sostenía.
Al obtener su fuerza y su potencial de la homogeneidad de un grupo social, en el cual la comunicación es muy implícita, el equilibrio de esta relación no puede más que romperse en una sociedad donde prevalece la heterogeneidad.
La transmisión de las katas
Esta transmisión se efectúa en un grupo social homogéneo que acepta un código gestual. El primer aprendizaje se acompaña de indicaciones orales, pero éstas siempre son secundarias e incluso, a veces, no son más que una engañifa. Aquel que enseña directamente no es el origen del mensaje. Él no es más que un relevo.
El maestro de un arte marcial transmite las katas que él ha aprendido de la generación precedente. El origen de este mensaje se oculta en el tiempo y evoluciona a través de las generaciones. La figura del autor aparece a través de la espesura del tiempo con una multitud de rostros. Independientemente de que los transmisores hayan comprendido o no el significado, los que reciben las instrucciones adquieren al menos, y enseguida, la forma del mensaje cuyo contenido les dirige hacia la estrategia del combate, a la forma de entrenarse y a otros puntos precisos.
En este mensaje –de alguna manera similar al de los sordomudos– las palabras se apagan con el paso del tiempo. Sólo un conjunto de pautas significativas llegan hasta el presente por medio de la adición de trayectorias dibujadas en el espacio por los movimientos del cuerpo.
La transmisión de una kata es una escritura en el espacio, que se apaga tan pronto aparece. De la misma manera que un sonido pertenece al instante de su emisión, el gesto está unido al espacio que éste abre y cierra en el tiempo. Ésta es la razón por la cual la escritura de la kata se desvanece sin cesar, pero cada vez deja su huella en el cuerpo que vive momentos sociales diferentes. De ahí proviene la evolución de las katas a través de la historia.
En la enseñanza de las artes marciales, no todos los transmisores tienen el mismo nivel; a veces hay forzosamente adiciones u omisiones. Por esta razón, la kata ha sido, de alguna manera, maquillada. Para reencontrar todo su sentido, debe redescubrirse su rostro inicial, descodificar el lenguaje de los gestos y comprender las intenciones de los practicantes alejados en el tiempo.
Un solo gesto puede tener uno o varios significados, puesto que la escritura de una kata es una serie de líneas trazadas por un cuerpo que respira y se mueve según las múltiples cadencias, y las líneas llevan el ritmo de la fuerza y la velocidad de los movimientos. La estructura dinámica de esta estructura comprende la kata. En las artes marciales, y notablemente en el karate, el papel de la gestualidad es particularmente importante, si no primordial.
Para aquel que ejecuta una kata, el esfuerzo consiste en incorporar esta escritura en su propio cuerpo. En el momento que la kata emerge, rechazando los ornamentos, abriéndose al espacio-tiempo, se transforma en una especie de piel viviente a través de la cual circula la sangre de la existencia.
A partir de ese momento, el que ejecuta la kata ya no es sólo un transmisor o un instructor, sino que se convierte en el origen mismo del mensaje. Al iniciarse en la vía del karate, uno penetra con más o menos intensidad en este modo de identificación, ya sea conscientemente o no.
La concepción japonesa de la técnica
En la noción de la kata, la técnica tiene un lugar esencial, y el ejemplo de Tesshu ilustra esta idea, común a todas las artes tradicionales japonesas, que vincula la técnica a la manera de existir, lo que podemos resumir con la expresión:“La técnica es el hombre”.
Para acceder al nivel superior de la técnica, el hombre también debe superarse. La calidad del hombre y la calidad de su técnica están en relación dialéctica: ambas apuntan a un logro cualitativo.
La calidad de la técnica se adquiere por medio de un entrenamiento incesante, pero, a veces, el ejercicio puede repetirse sin que haya progreso; lo que significa que el hombre mismo no progresa. Esa fue la complementariedad que Tesshu experimentó, en cierto período, con el sable y el zen. Para pasar a una nueva etapa, la frecuencia del entrenamiento ofrece un apoyo indispensable. A continuación, el proceso se repite siguiendo un desarrollo en espiral.
El medio para este desarrollo es la kata, fenómeno dinámico que realiza la alianza entre el hombre y la técnica, sin ninguna ruptura entre esta última y la conciencia del hombre.
¿Cuáles son los procesos originales de esta actitud en el campo de las artes?
Las explicaciones habituales apelan a una cierta “japonesidad” o “mentalidad nipona”, concebidas, a priori, como singulares por razones geográficas, sociológicas y étnicas. ¿Pero no se trata más bien de una prolongación del pensamiento animista?
En cada dominio del arte tradicional japonés, la expresión kami waza (literalmente:“la técnica” [waza] “del dios” [kami]) designa una técnica aparentemente perfecta o, al menos, cercana a la perfección. Esta expresión transmite una admiración y un temor hacia el técnico que aplica el arte de una manera tanto familiar, porque se trata de un arte extendido, como inaccesible, porque la diferencia de su nivel parece infranqueable. El simple hecho de unir ambos términos, dios y técnica, ya parece explícito.
Hoy en día, el animismo todavía puede percibirse en la religión shintoísta de Japón, la cual apareció en el transcurso del dominio del poder imperial hace unos 1.500 años. El shintoísmo fue la primera religión de Japón en adoptar una forma global apoyada en la política. A medida que iban avanzando las conquistas imperiales sobre las tribus locales, el poder hacía que los conquistados incorporaran el shintoísmo a sus creencias, organizando así el mundo de los dioses según un modelo jerárquico. El primer documento que describe esta cosmogonía data del año 712 d. C. No obstante, al proponer una multitud de dioses vinculados a los elementos naturales, el shintoísmo también integró las creencias animistas locales, las cuales estaban СКАЧАТЬ