Название: Las katas
Автор: Kenji Tokitsu
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
Серия: Artes Marciales
isbn: 9788499102375
isbn:
En el apartado siguiente, el ejemplo de Yamaoka Tesshu, guerrero del siglo XIX, ilustra perfectamente la imagen ideal del hombre, todavía presente en la sociedad contemporánea japonesa. Su vida, completamente centrada en la realización de la kata y, en su totalidad, dirigida hacia la perfección, traduce una manera de ser y de pensar indisociable de su sociedad.
Tesshu o el ejemplo de una vida
Katsu Kaishu cuenta:
“El 19 de julio de 1888 era un día muy caluroso. Al llegar a casa de mi amigo Yamaoka Tesshu, me recibió su hijo Naoki.
–¿Cómo está tu padre? –le pregunté.
–Fallecerá pronto –me contestó.
En la casa había muchos visitantes. Tesshu estaba sentado, en medio de todos ellos, en posición de zazen. Llevaba un vestido blanco budista.
Me dirigí a él y le pregunté:
–¿Ha llegado su final, Sensei1?
Abrió ligeramente los ojos, me sonrió y me contestó sin parecer sufrir:
–Gracias por venir, mi querido amigo. Estoy a punto de partir al estado del nirvana2.
–Que alcance el estado de Buda sin obstáculos –le dije retirándome. Aquel día, llevado por el cáncer estomacal que le invadía desde hacía meses, Tesshu se apagó sin abandonar la posición de meditación que su cuerpo mantuvo hasta la muerte. Dos horas antes, él le había dicho a su hijo:
–Hoy tengo un dolor inhabitual, me gustaría ver a mis amigos antes de morir.
Mientras Naoki se encargaba de cumplir su última voluntad, Tesshu tomó un baño, se vistió con un kimono limpio y blanco3 y se colocó en posición de zazen4.
Este relato me conmocionó durante mi adolescencia. Una muerte así me parecía el otro rostro de la intensidad de la existencia, lo cual era una cuestión casi ineludible a aquella edad: ¿Cómo vivir? Más tarde, al leer otros documentos sobre la vida de Yamaoka Tesshu, comprendí lo simbólica que era aquella imagen para los japoneses, la imagen ideal de la vida y la muerte. Entonces, la figura de Tesshu se concretizó más en mí y se hizo más fuerte, ya que su fallecimiento no reflejaba la serenidad de un anciano que se apaga dulcemente, sino la partida de un hombre, asolado por la enfermedad, que se enfrentaba a su dolor –un control perfecto de sí mismo y una prolongación, hasta el último suspiro, de un arte de vivir adquirido con fuerza que sigue unas formas culturales muy precisas.
Ahí radica el interés sociológico de este ejemplo que va más allá de lo anecdótico. Este suceso se sitúa entre dos períodos: el final de un Japón feudal y el inicio de la era Meiji, que oficialmente empieza en el año 1868.
La vida de Yamaoka Tesshu se consagró a la vía del sable enriquecida por la práctica del zen. Nació en 1836 en el seno de la familia Ono, una familia rica de guerreros (bushi o samurai). Su primer nombre fue Ono Tetsutaro, pero se le conoció más por su nombre adoptado, Yamaoka Tesshu. Su padre, gracias a su riqueza, le dio la educación más completa para un hijo de guerrero, y él la aceptó con una voluntad excepcional.
Mientras realizaba los estudios de las literaturas morales budista, confucianista y shintoísta, las cuales eran el fundamento de la educación de la época, empezó, a los 9 años, la práctica constante del sable, del zen y de la caligrafía. Aunque vivía fuera de la capital, gozó de las enseñanzas de los mejores maestros de cada disciplina.
Desde Edo5, vino a enseñarle Inoue Hachiro, un maestro de sable muy célebre. A la edad de 12 años, Tetsutaro realizaba cada día, armado con un sable de madera, un ejercicio de 10.000 sukis6. A continuación, empezó el entrenamiento cara a cara. Inoue golpeaba y picaba sin piedad el cuerpo de su estudiante. Incluso, aunque Tetsutaro iba protegido con una armadura especial, se desmayaba frecuentemente cuando su maestro le lanzaba contra el muro de madera.
Gracias a este rudo entrenamiento y a su voluntad inquebrantable, Tetsutaro hizo progresos remarcables. A los 14 años obtuvo el título de maestro en caligrafía y, todavía hoy en día, siguen existiendo muchas de sus obras literarias.
A los 17 años, se fue a Edo e ingresó en la escuela de sable del maestro Chiba, uno de los tres maestros más importantes de Edo y con quien su primer maestro Inoue había estudiado. El maestro Chiba Shusaku, ya con 60 años, era el fundador de la escuela. Su hijo, Eijiro, dirigía los cursos principales. La escuela tenía 2.000 estudiantes y tenía dos plantas. En la primera planta había una gran sala de entrenamiento (dojo), encima de la cual había habitaciones para cincuenta alumnos.
Muchos adeptos del sable que aprendieron en aquella época en aquellas grandes escuelas se integraron luego en los movimientos políticos y participaron en las guerras de restauración (Meiji Ishin). Este fue el último período de Japón en el cual el sable tenía una verdadera función social y, por lo tanto, el entrenamiento era extremadamente duro. Entre los muchos adeptos del sable de aquel tiempo, algunos alcanzaron el nivel supremo de este arte.
Tetsutaro, ya entrenado por el maestro Inoue desde hacía años, progresó todavía más entrenándose con más constancia que nunca. Obtuvo el diploma de fin de estudios de sable a la edad de diecinueve años, y se ganó la reputación de “poderoso”, algo que atestigua su sobrenombre “Oni Tetsu” (Tetsutaro “la fuerza del demonio”). La eficacia y la fuerza de sus sukis fueron constatadas por todos los miembros de su escuela.
En 1854, a la edad de 18 años, Tetsutaro ingresó en el Instituto Marcial del Gobierno (Kobusho). Aquel año, una flota militar de Estados Unidos se presentó por segunda vez exigiendo la apertura comercial de Japón, cerrado en sí mismo desde hacía dos siglos y medio. En aquel mismo momento, la sociedad japonesa atravesaba una mutación compleja en el interior del país. En el Instituto se enseñaban todas las artes marciales tradicionales y, debido a la amenaza exterior que representaba la llegada de la flota americana, los estudios militares navales.
Siguiendo la vía marcial, Tetsutaro buscaba lo que podría llamarse “el estado inmutable de su existencia”. En la cultura japonesa, esta expresión designa un estado en el cual las palabras son inútiles; la existencia es la expresión de una fusión completa con el arte, y las palabras, aquí, son superficiales.
Tenía apenas veinte años cuando el maestro Chiba Shusaku le dijo:
–Tetsutaro, te entrenaré si lo deseas.
El entrenamiento consistía en un ejercicio de combate con un sable de bambú y una armadura de protección. Tetsutaro pensó lo mismo que los demás alumnos:“Aunque sea el gran maestro, ya tiene más de sesenta años y su fuerza ha debido disminuir. Su hijo Eijiro, el maestro joven, es sin ninguna duda más fuerte que él. Quizá tenga posibilidades de vencerle.”Y así le respondió:
–Sí, venerable… maestro.
Empuñaron los sables. Cuando el rostro del maestro apareció desde el interior del casco de protección, a Tetsutaro se le crisparon los nervios.
–Ven cuando quieras –dijo el maestro.
Pero era incapaz. Sentía que alrededor del maestro irradiaba una energía resplandeciente (ki o kiai) que le inmovilizaba. Tetsutaro, “la fuerza del demonio”, СКАЧАТЬ