Solo se lo diría a un extraño. Varios autores
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Solo se lo diría a un extraño - Varios autores страница 6

Название: Solo se lo diría a un extraño

Автор: Varios autores

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9786124838323

isbn:

СКАЧАТЬ style="font-size:15px;">      Me costó años atreverme. Hasta que, una tarde helada, y luego de evaluar la opción menos dañina, le propuse a mi mujer hacer un trío con alguna flaca.

      —Tú escoges —le dije.

      Me dijo que sí.

      No tardé ni medio segundo en imaginarme entre las dos en una cama, cumpliendo todas mis fantasías.

      —OK, pero después lo hacemos con algún pata. Tú escoges —me imitó.

      La payasada se me acabó de golpe. Hoy soy especialista en ponerle culantro al arroz con pollo.

      Catorce

      Crecí en una familia cómoda pero disfuncional. Mamá en su cuarto, papá en su mundo. Hermano mayor con distrofia muscular. Nos trataron por igual, pero era evidente que yo era más veloz, más fuerte y mucho más travieso. Sus armas eran el carácter, la palabra y una aguda inteligencia. Siempre fui competitivo. Hasta cuando no debía. Incluso contra él.

      Su muerte llegó de golpe, cuando yo entraba a la pubertad y él salía de la adolescencia. La comodidad a la que estábamos acostumbrados murió con él. Ellos se quedaron con su pena y yo, con muchas preguntas sin respuesta. Ante esa soledad, no me quedó otra que tomar las riendas de mi vida. Me dediqué a mostrarme invencible. Ligero de equipaje. Competir contra los vivos era más fácil.

      Con los años, empecé a disfrutar de mi vulnerabilidad. Sigo siendo competitivo, pero aprendí a perder, aunque duela. Me casé, tuve un hijo, me separé, me volví a juntar, y llegó mi hija. Aprendo más de ellos que ellos de mí, aunque les haga creer lo contrario. Hay hábitos que nunca mueren.

      Me enamoré de las palabras, de las historias y de la gente que sabe contarlas. De los silencios, de la brevedad, de lo simple. De las curiosidades, de reírse de uno mismo, de perderle el miedo al ridículo. De revelarse frente a todo, de las sutilezas y de usar el humor como combustible.

      Y esto me llevó hace poco a inscribirme en un taller virtual de escritura con personas a las que conocía poco y nada. Con sus palabras, historias, risas y silencios, ellas enriquecieron mi vida en cada encuentro, como una orquesta de ventanas llenas de violines, oboes y trombones, donde yo, con mi pequeño triángulo, colaboro con mi música.

      Quince

      Ella es un rompecabezas de infinitas piezas únicas. Casi siempre encajan, pero a menudo se pierden y dejan huecos en su composición. No es fácil armarla, pero lo difícil tiene su encanto. Las derrotas, mudanzas, traiciones, victorias, ilusiones y nacimientos son los bordes que la sostienen y permiten espacio para su continua construcción.

      Ella se define por lo que no es, así descubre lo que es. Es exigente consigo misma, pero procura no serlo con los demás. Desconfiada por experiencia, pero no por voluntad propia. Ansiosa, aunque ligera para reír.

      Sencilla para solucionar y compleja para analizar. Tiene humor negro, pero no discrimina. Es estadounidense de nacimiento, pero peruana para manejar y comer. Ella es curiosa para chismear, e intenta no juzgar al chismoso. Se siente joven al festejar, pero vieja para madrugar.

      Profesional apasionada, pero arrastra una gran culpa por el tiempo que le consume el trabajo. Decidida a tener dos hijos, aunque se sigue cuestionando lanzarse por un tercero.

      Es fiel a ellos, pero infiel a ella. Es femenina a pesar de no tener trompas de Falopio, pero masculina para negociar y decidir. Reservada por tímida y no por pudor. Impaciente con su madre, pero dócil con su padre. Cobarde para posar, aunque valiente para mirar.

      Insegura ante lo desconocido, pero segura para lanzarse a ello. Nunca encajó y tampoco desencajó. Puede sonreír por la mañana, pero llorar de noche. Puede ser todo lo que dice este texto, y todo lo contrario.

      Dieciséis

      Crecí escuchando que era el solcito de la familia, la alegría de la casa, la rubia, la divertida. Siempre positiva. Yo no veía el vaso medio lleno, ¡lo veía rebalsado! Conmigo no había medias tintas, era la defensora del pueblo, la que siempre estaba sin importar qué hora fuera, la de la risa fácil, la confiada, la enamorada del amor.

      Cuando era niña, decía que de grande quería ser mamá y tener 36 hijos. Vengo de una familia apapachadora. Mis padres están juntos desde los trece años, y de eso ya han pasado más de cincuenta.

      Pero ¿qué pasa cuando ese sol se convierte en noche? ¿Cuando la risa es menos fácil que el llanto? ¿Cómo se empieza de nuevo?

      Durante mucho tiempo estuve buscando esa respuesta. Fue difícil, porque me convertí en mi peor enemiga. No soportaba verme al espejo, me volví experta en ocultar mi dolor. Yo era un tren a toda máquina, no necesitaba de nada ni de nadie, sola podía con todo. Cansaba mi cuerpo al punto de que solo cayera agotado y no pudiera sentir, pensar. Nada. Eso me llevó a un paseo de tres meses en UCI.

      Me tomó un tiempo entender que también era la chica insegura, triste y rota. Pero eso no significaba que hubiera dejado de ser también la mujer entusiasta, fuerte y decidida que disfrutaba la vida. Solo era cuestión de confiar en mí.

      Diecisiete

      John. John. John. Todo un ser y medio siglo de experiencias en un monosílabo. Cuando terceros hablan de mí, basta con decir mi nombre, quizá junto a algún calificativo, para transmitir toda la descripción de quién soy. O de quién perciben que soy.

      ¿Quién soy? Yo lo sé perfectamente, pero es difícil sintetizarlo, y la amplitud de mi autoestima me pide mucho más que 250 palabras. He sido siempre el pata bueno, el que hace lo correcto, el que vivió afuera, el que habla siete idiomas, el que decide bien, el exitoso, el que se casó con la chica perfecta, el que toca en discotecas de Asia, el que tiene hijos primeros de la clase y patas de la puta madre.

      Pero soy géminis, y a veces intuyo que tengo un lado no tan bacán. Sí, sí, soy lindo y todo eso, pero, en lo que realmente importa, ¿soy bueno? ¿Estuve lo suficiente con el Negro antes de que partiera? ¿O lo postergué un poco mucho, anticipando que se quedaría por más tiempo? ¿Veo lo suficiente a mi mamá? ¿Hice todo lo que pude para tener una relación más cercana con mi viejo? ¿Con mi hermana? ¿Es malo que las respuestas a esas preguntas no me importen tanto?

      Supongo que prefiero evitar ese yin y quedarme en el yang del patita bacán y feliz, para evitar perturbarme. Igual, ya gané el primer tiempo y este segundo lo puedo... lo debo jugar más relajado. Al menos eso es lo que creo. Ya veremos.

      Dieciocho

      Confieso tener una relación adictiva con el hentai, una debilidad ante ese milenario género erótico. Me matan esas hermosas japonesas sublimadas de brillosa mirada, ojos amplios y redondos, tetas inflamadas, gelatinosas, que se alzan juguetonas sobre unos virginales vientres planos.

      Admito tener un fetiche con esas fabulosas criaturas asiáticas de pelos multicolores y cinturas contraídas, de amplias y arqueadas caderas bajo las cuales reposan unos culos esféricos de tamaño perfecto. Me son afrodisiacas sus faldas distraídas, sus medias altas, las telas traslúcidas que parecen una segunda piel. Encuentro irresistibles aquellos pezones sediciosos, las hendiduras ninfomaníacas, sus lenguas voraces.

      Reconozco que me perturban sus miradas cándidas y a la vez incitantes, su conducta torpe, inexperta, como si estuviesen СКАЧАТЬ