Monsil. Jeong-saeng Kwon
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Название: Monsil

Автор: Jeong-saeng Kwon

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección literatura coreana

isbn: 9786077640943

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СКАЧАТЬ tres en la cumbre del cerro. Monsil quiso llorar en varias ocasiones. Quería saber a dónde la conducían todos esos caminos y resentía la conducta de su madre que huía con un desconocido.

      Le dolían las piernas y tenía hambre. Miró hacia el pie de la montaña. Hacía tiempo que las azaleas habían dejado de florecer.

      —Mamá, tengo hambre —dijo Monsil con lágrimas en los ojos.

      La señora Milyang se acercó y la abrazó con pena.

      —Aguantemos un poco más. Jamás volverás a tener hambre.

      —¿A dónde vamos?

      —A la casa de tu nuevo padre.

      —¿Qué hacemos con mi padre que se fue para ganar dinero?

      —Ese padre ya no regresará.

      —¿Por qué?

      —Se fue por allí, muy lejos.

      — …

      Monsil calló. ¿El padre que salió de la casa peleando hace un mes ya no era el padre de Monsil? ¿De verdad ya no regresaría? Su padre le había dicho claramente, abrazándola y acariciándole la espalda con sus manos toscas y delgadas:

      —Hija, me tengo que ir a un lugar lejano, pero regresaré con mucho dinero. Entonces compraremos mucho arroz, y ropa bonita para ti, ¿sí?

      —Papá, vuelve pronto y con mucho dinero. Con mucho dinero.

      Esa mañana el padre comió dos platos de sopa hecha con hierbas del monte y salió de casa atando firmemente, con una cuerda de paja, sus zapatos de goma rotos. Partía repitiendo que regresaría con mucho dinero.

      La madre decía que su padre ya no regresaría y que, por ese motivo, se iban a vivir con el padrastro. Monsil pensaba que lo que le decía era falso.

      El padre que no comía por falta de arroz, salió de casa peleando con su madre y prometiendo regresar algún día.

      En la cumbre del cerro Monsil le dijo a la señora Milyang:

      —Mamá, regresemos.

      —No.

      —¿Qué hacemos si regresa papá?

      —No regresará.

      La señora Milyang se levantó tomando la mano de Monsil.

      —Vámonos ya —dijo dirigiéndose al padrastro.

      —Sí, vámonos.

      Monsil estaba muy cansada. Al llegar a la casa del padrastro, entró a una habitación y cayó rendida.

      Cuando despertó, a la mañana siguiente, se sorprendió porque se encontraba en una habitación desconocida.

      —¿Ya despertaste?

      En vez de su madre, en la habitación estaba una anciana desconocida. Su rostro tenía una verruga arriba del ojo derecho, como las ventosas de los tentáculos del calamar, y muchas arrugas.

      Monsil, mirando la habitación, empezó a sollozar.

      —No llores. Pronto vendrá tu mamá.

      Le pareció que la anciana tenía buen corazón. Tomando la mano de Monsil, le secó las lágrimas con la manga de su vestido. Luego dijo en voz alta:

      —Hija, ¿estás afuera?

      Se oyó el ruido de alguien que venía corriendo. Se abrió la puerta y entró la señora Milyang.

      —¡Monsil!

      —¡Mamá!

      Monsil lloró de alegría en el seno de la señora Milyang.

      —Ya está bien. Deja de llorar y comamos. ¿Tienes hambre? Te dormiste sin cenar.

      Monsil, al tomar la mano y mirar la cara de la señora Milyang dos y tres veces, se tranquilizó al asegurarse de que en verdad se trataba de su madre.

      La señora Milyang entró con la comida. Sorprendentemente era arroz blanco con un guiso de pescado. Monsil no podía comer bien. Tal vez por miedo, intranquilidad o vergüenza de estar en una casa desconocida.

      Comió un poco y dejó la cuchara, la señora Milyang parpadeó. Era una señal de que podía comer mucho. Monsil meneó la cabeza. Su madre salió muy triste del cuarto con la comida. Cuando Monsil intentó salir con ella, la anciana la detuvo.

      —Siéntate aquí.

      Monsil se medio sentó frente a la anciana.

      —¿Cuántos años tienes?

      Monsil vaciló un rato y respondió:

      —Siete años.

      —Aunque sólo tienes siete años, eres muy alta y hablas muy bien.

      — …

      — Desde ahora vas a vivir conmigo. Soy tu abuela, ¿entiendes?

      Monsil dijo que sí meneando la cabeza.

      —Ahora vete a jugar.

      Monsil salió. Era una casa con un patio muy grande, pero se veía solitaria.

      —Hija, te lavaré la cara.

      Monsil miró a su alrededor y preguntó en voz baja:

      —Mamá, ¿de veras no regresaremos con papá?

      La señora Milyang se enojó.

      —¡Te he dicho que tu papá se fue por allí, muy lejos, y no va a regresar! Él ya no es tu padre, el nuevo es tu verdadero padre, ¿entiendes?

      A Monsil se le hizo un nudo en la garganta y bajó la cabeza.

      Por esa razón, desde aquel momento, Monsil tendría dos padres. Tenía que abandonar a su verdadero y humilde padre y considerar al otro hombre, con más dinero, como el verdadero. Además tendría abuela y viviría en una casa grande y no en una prestada.

      El apellido de su padrastro era Kim. Las personas lo llamaban “superintendente”. Su esposa había muerto y él vivía solo. Por eso se casó con la madre de Monsil.