Monsil. Jeong-saeng Kwon
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Название: Monsil

Автор: Jeong-saeng Kwon

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección literatura coreana

isbn: 9786077640943

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      Kwon Jeong-saeng

      Abril de 1984

       Inicio

      Después de la derrota militar de Japón, obtuvimos al fin la independencia. Se inició entonces un periodo de olvido que buscó alejar la tristeza que dejaron los 36 años de vida colonial y, por algún tiempo, vivimos en un mundo de euforia y lleno de emoción.

      Los que vivían en el extranjero, como en Manchuria y Japón, retornaban en fila hacia el solar natal, pero el seno de la patria que los esperaba era demasiado pobre y frío. Regresaban con las manos vacías, no tenían medios para sobrevivir en la nación recién liberada —que sólo lo era de palabra— y pobre. La expresión “compatriota recién llegado” se usaba sólo en los periódicos o en la radio, porque generalmente se les decía “pordioseros de Japón o de Manchuria”.

      Monsil era una de esas pordioseras. Era la mayor de sus hermanos, pero en aquel momento era aún muy pequeña para llamarla “hermana mayor”. Su familia vivía en una habitación que le prestaba un agricultor en el pueblo de su padre, cerca de Salgang.*

      Su padre, el señor Chung, no podía conseguir empleo ni siquiera por un día y frecuentemente salía en busca de trabajo. Cuando él no estaba, su madre, originaria de la ciudad de Milyang, pedía limosna acompañada de Monsil y su hijo menor Chong-ho para dar de comer a su familia.

      En aquella época murió Chong-ho de una enfermedad desconocida.

      Grupos de jóvenes de varios pueblos pregonaban las primicias de un mundo nuevo. Decían que había llegado la hora de construir una nueva nación sin pobreza y de crear las condiciones para lograr una mejor manera de vivir.

      El día en que este grupo de jóvenes gritó vivas y agitó banderas rojas en el patio de recreo de la escuela primaria del pueblo y en la estación del tren, el lugar parecía una colmena. Los policías los reprimieron a punta de pistola.

      La confusión no cesaba y reinaba por doquier. Era un momento fatídico para la pobre Monsil que le presagiaba un destino difícil y triste. Era la primavera de 1947, justamente un año y medio después de la liberación.

       1. La madre abandona al padre

      —Monsil, vámonos —la señora Milyang la apremió cerrando con llave la puerta de la habitación.

      —¿A dónde, mamá?

      —¿Para qué quieres saber a dónde?

      —Si nos vamos ahora, ¿ya no regresaremos?

      —…

      La señora Milyang no dijo nada. Monsil quería saber, porque le parecía que ya no regresarían. La señora Milyang dejaba atrás aquella puerta de ramas llevando de la mano a Monsil, que tenía miedo.

      La familia del dueño había salido y no había nadie en casa. La señora Milyang tenía prisa por salir, como si estuviera huyendo.

      —¿No vas a despedirte de la dueña de la casa?

      —¡Cállate y vámonos!

      Monsil se dio cuenta de que su madre, la señora Milyang, huía de verdad.

      —Hija, ¿a dónde vas?

      —Voy por mis juguetes.

      Monsil fue por los juguetes que casi olvidaba. Los había coleccionado con su amiga Hi-suk, que vivía en la casa de enfrente. Eran unos pedazos rotos de porcelana, tapones de botellas, pelotas de plástico con agujeros, un par de calabazos secos y otros objetos sucios que guardaban debajo del muro del patio trasero. Monsil puso todo en su falda y regresó corriendo al lado de su madre.

      —¡Apúrate! ¿Para qué traes esos pedazos rotos de porcelana?

      —¡Esto es mi vida!

      Monsil apretaba fuertemente su falda con los juguetes. Tomada de la mano de su madre caminó con paso corto y ligero.

      Monsil se acordó de su padre en aquel momento.

      —Mamá, ¿qué pasará con mi papá?

      —No preguntes, ahora vamos a buscar a papá.

      —¿A papá?

      —Ya te dije que sí.

      La señora estaba enojada y contestó en voz baja, preocupada de que la escucharan las personas en el tren. No había asientos y Monsil iba de pie, sostenida de la falda de su madre.

      Bajaron después de cinco o seis pueblos, en una estación que veía por primera vez. Era un lugar pequeño e insignificante comparado con la estación de su pueblo.

      Monsil, su madre y una anciana desconocida fueron las únicas que bajaron ahí.

      Cuando llegaron a la sala de espera, un hombre alto las aguardaba de pie. Su cara era morena y parecía muy fuerte.

      La señora lo saludó bajando la cabeza. Al parecer la señora Milyang ya lo conocía. A Monsil, sin saber por qué, no le gustó ese hombre.

      —Monsil.

      —¿Sí?

      La señora Milyang titubeó por un momento, y acariciando su mano amablemente le dijo:

      —A partir de ahora, llámale papá.

      — …

      — Salúdalo.

      — …

      Monsil estaba aturdida. Quería llorar a gritos, pero no podía porque estaba en un lugar desconocido y tenía miedo del hombre y también de su madre. Sin embargo, no obedeció la petición que le hacía.

      Se acordó de su padre que hacía un mes había salido de casa para ganar dinero. Su padre, de calzones remendados a la altura de la cadera, era muy amable. Aunque peleaba mucho con su madre, el verdadero padre de Monsil era un hombre sencillo y humilde.

      La señora se sentía apenada porque Monsil estaba desconcertada. Salieron de la sala de espera siguiendo al desconocido.

      Iban por un camino nuevo y pedregoso, y luego continuaron por otro sendero estrecho. Caminaron durante largo tiempo por un campo de arrozales y verduras con veredas sinuosas. Siguieron por un valle cercano a un arroyo y СКАЧАТЬ