Название: Miyamoto Musashi
Автор: Kenji Tokitsu
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
isbn: 9788499101378
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La importancia mayor del arte del combate para los guerreros japoneses
En la época de Musashi, la tradición del período de guerra se reflejaba directamente en la forma de practicar el sable. Luego, con la estabilización social, el aspecto simbólico del arte del combate fue cobrando importancia y el nexo con la moral de los guerreros se hizo más estrecho. Al mismo tiempo, las escuelas, menos comprometidas en los combates, pasaron a ser más dependientes de los señores. Éstos, para valorizar sus señoríos, reforzaron el carácter secreto de esta enseñanza, que la producción de escritos habría podido poner en entredicho.
La relación entre la palabra y el acto en los guerreros japoneses
El proverbio: “La palabra es de plata, el silencio es de oro” es común a Occidente y a Japón, pero se interpreta y se vive de formas muy distintas en uno y otro. Los japoneses interpretan esta frase como una valoración absoluta del silencio y un desprecio de la elocuencia, lo que no significa el desprecio por la palabra, sino, al contrario, la importancia dada a cada palabra. Un guerrero honorable hablaba poco, porque conocía la importancia de las palabras. La palabra era concebida con su relieve en el encadenamiento de posibles causas y efectos, aunque éstos siguieran siendo virtuales. Al igual que un sable, la palabra puede herir o matar, pero, mientras no se toque la hoja, el sable no es otra cosa que un metal liso. Quien conoce la naturaleza de un sable no juega con él, quien conoce la naturaleza de las palabras no juega con ellas. Los guerreros acordaban un determinado poder y eficacia a las palabras, sobre todo al nombre. Por eso el nombre de una técnica era un secreto importante para el que buscaba el espíritu de ésta. No existía transmisión anónima del arte, al menos para los guerreros. Para ellos, el simple saber hacer era un saber cojo. El nombre contenía la transmisión última. Por eso, la transmisión última de una escuela solía residir en la comunicación de los nombres de todas las técnicas que el adepto ya dominaba. La técnica de una escuela sólo se adquiría plenamente cuando era nombrada.
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Miyamoto Musashi (1584–1642), coetáneo de René Descartes (1596–1650), vivió en un momento decisivo de la historia de Japón, a finales de la época de las guerras feudales, en el momento en que la sociedad japonesa comenzaba a estabilizarse. Musashi es testimonio de la aparición del nuevo sistema de valores de los guerreros, que va a caracterizarse cada vez más por la interiorización. Por medio de su pensamiento sobre estrategia, impregnado de la filosofía de la época, podemos acceder a una de las raíces de la cultura del período Edo.
El nombre de Miyamoto Musashi resulta familiar a los europeos gracias a las traducciones del Gorin-no-sho y sobre todo a la de la novela en dos volúmenes de Yoshikawa Eiji, titulados La piedra y el sable y La perfecta luz. La novela de Yoshikawa acaba con el famoso combate de Musashi contra Kojirô, en Ganryûjima. Musashi tiene veintinueve años en el momento de ese combate, es la época de su juventud sobre la que poseemos los documentos menos imprecisos. La popularidad, durante varias generaciones, de la imagen de Musashi creada por Yoshikawa muestra que el novelista supo condensar en él la imagen ideal del samurái a la que estaba vinculado el pueblo japonés.
En Japón, Miyamoto Musashi era conocido desde hacía mucho tiempo, pero la novela de Yoshikawa lo hizo famoso ante el gran público. El autor acentuó el lado introspectivo del personaje. Algunas veces se dice “Yoshikawa Musashi” para calificar la imagen que el público japonés se hace hoy de Miyamoto Musashi. Esta novela se publicó por entregas en un periódico entre 1935 y 1939. En cierto sentido, es la toma de posición de Yoshikawa en el debate sobre las cualidades reales de Miyamoto Musashi que se desarrolló entre los escritores japoneses a comienzos de la década de 1930.
Naoki, famoso autor de novelas sobre samuráis, desata la polémica al escribir que Musashi sólo alcanzó la excelencia en sable algunos años antes de su muerte (21, pp. 39-42). Piensa que, en su juventud, Musashi sólo era experto en autopublicidad, y que su poder con el sable no era extraordinario. Toma como prueba el combate contra Sasaki Kojirô, en el que Musashi utilizó un sable de madera para tener un sable más largo que el de Kojirô y en el que, además, retrasó voluntariamente el momento del combate para alterar al adversario. Naoki añade que Musashi escribe que combatió más de sesenta veces en su vida, pero que la mayoría de sus adversarios eran samuráis prácticamente desconocidos. Este punto de vista, aunque no carece de veracidad, se basa en suposiciones.
Otro escritor contraataca y defiende las cualidades de Musashi. El debate se amplía e implica a Yoshikawa en la controversia. La importancia de ese debate residía en que comprometía la afirmación de la identidad cultural japonesa, tema particularmente espinoso en el momento en que la sociedad se preparaba para la Segunda Guerra Mundial.
Desde la aparición del libro de Yoshikawa, se publicaron en Japón varias decenas de obras sobre Musashi. Los documentos históricos relativos a Musashi son fragmentarios, pero relativamente numerosos. No son lo bastante ricos para construir una imagen precisa de su personalidad, pero son suficientes para despertar la imaginación. Es como si el conjunto de esos documentos fuese el equivalente a un pequeño fragmento de una vasija griega, a partir del cual podemos imaginar la jarra o jarrón. Aunque la imagen de Musashi sea vaga, los rasgos que obtenemos son muy marcados, de gran colorido y olor. Es difícil ser neutro ante semejante imagen. Se la ama o no se la ama. A mi entender, la línea divisoria de la apreciación por parte de los autores japoneses contemporáneos de Musashi y de su obra mayor obedece, principalmente, a esta actitud primaria. De forma algo sumaria, podemos reagrupar a esos autores en cuatro categorías.
A los primeros –por ejemplo Ezaki Shunpei (15) y Naoki (21)– no les gusta o detestan la imagen que tienen de Musashi. Lo consideran un adepto astuto pero de segunda fila en la historia de las artes marciales japonesas. Algunos llegan a calificarlo incluso de paranoico. Consideran que el Gorin-no-sho es una obra más bien mediocre.
Los segundos –por ejemplo Shiba Ryôtarô (30), Tobe Shinichiro (31) y Saotome Mitsugu (59)– juzgan de forma positiva la obra y el arte de Musashi, pero la separan del aprecio hacia su persona. Consideran que Musashi era un gran adepto y artista, pero unos creen que poseía una personalidad desequilibrada y otros, malsana. No les gusta Musashi pero aprecian sus obras.
Los terceros –como Fukuhara Jôsen (2), Imai Masayuki (3), Nakanishi Seizô (8), Terayama Danchû (11), Morita Monjurô, Naramoto Tatsuya (58)– valoran tanto las obras como la personalidad de Musashi y consideran que la calidad de su arte refleja el conjunto de su personalidad. La mayor parte de las obras sobre Musashi se sitúa en esta categoría y, con diferencia, sin distancia crítica.
Los cuartos –por ejemplo Takayanagi Mitsutoshi (10) y Watanabe Ichirô (13)– se separan de su apreciación personal de Musashi. Aprecian sus obras, sobre todo por su originalidad, y las sitúan en su época. Su actitud parece la más científica, pero su planteamiento no va más allá de breves comentarios de los textos. Así, para Takayamagi, el Gorin-no-sho es difícil de comprender, en particular debido a la falta de organización de la escritura de Musashi, pero, a pesar de ese fallo, la obra de Musashi es admirable si se tiene en cuenta las dificultades de la época, en la que la distinción entre ciencia y religión no estaba lo bastante delimitada.
Si siempre es posible criticar el sable de Miyamoto Musashi –porque pertenece al pasado–, por el contrario, sus caligrafías, sus pinturas a la tinta china y sus esculturas han llegado hasta nuestros días: su calidad artística es innegable y sus СКАЧАТЬ