La familia itinerante. Sun-Ok Gong
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Название: La familia itinerante

Автор: Sun-Ok Gong

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección literatura coreana

isbn: 9786077640172

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СКАЧАТЬ señor! —gritaron todos los niños a la vez.

      Él les preguntó si no les gustaba jugar.

      —Tenemos que mirar la televisión —contestaron al unísono.

      Él les dijo que ese día lo acompañaran a la montaña a cazar conejos.

      —¡Conejos! Tenemos uno que cazamos ayer —volvieron a contestarle en voz alta.

      Uno de ellos corrió hacia el edificio aldeano. Quienes lo habían cazado eran los niños y, sin embargo, los adultos se lo quitaron insistiendo en que quienes lo comerían serían ellos. El tipo les aconsejó que lo soltaran.

      —¡Noooo, señor! —los niños corearon de nuevo.

      Por su lado, Younggui se enfadó desde el principio, ya que el conejo había sido cazado con su lazo. Michong era, entre los niños, la única estudiante de la escuela secundaria, los demás eran de primaria. Sin embargo, no eran más que tres. La niña Sukhi, que asistía a una guardería anexa a la primaria, salió de la casa, pero a causa del frío, después de lloriquear un rato, al final volvió. Hyangsuk había estado por hacer algo con el perro la noche anterior, pero su plan fue descubierto antes por su madre, que le dio tal paliza que se quedó tendida sin poder salir. El tipo consoló como pudo a Younggui y liberó al conejo hacia la montaña.

      —Los mayores nos van a matar por su culpa.

      Jinhak, hermano menor de Hyangsuk, se lo reprochó al tipo, a lo que éste respondió prometiendo que les prepararía algo sabroso.

      Y, en efecto, el hombre sacó ramyon de la mochila que llevaba al hombro. Los niños al unísono gritaron en voz muy alta. Mientras cocinaba el ramyon en agua hirviendo, les preguntó cómo pasaban el tiempo durante las vacaciones.

      —Jugamos con trompos Topblade y miramos la televisión —contestó Jinhak.

      —¿No hacen otra cosa?

      —No hay nada más que hacer, carajo. Queremos jugar con la computadora, pero no tenemos. Con suerte cazamos algún conejo y, si no, agarramos algunas ranas para comérnoslas.

      —Pero qué felices son ustedes de jugar como quieren, no tienen nada que estudiar. Así es que están contentos, ¿verdad?

      —¡Sssssí!

      Los niños corearon burlonamente al mismo tiempo. Michong pensó que el hombre no sabía nada de verdad, nada de nada. A decir verdad, ella tenía muchas ganas de estudiar, pero ocurría que no tenía posibilidades. Le atraía estudiar en la computadora e ir a una escuela privada; sin embargo, no podía hacerlo por falta de dinero. La cara del reportero de la emisora se puso roja.

      —Entonces, ¿qué es lo que más les gustaría hacer en este momento?

      —Pues, naturalmente, lo que queremos es ganar dinero —todos los niños volvieron a gritar a la vez.

      —¿Por qué?

      —Pues porque, de verdad, no tenemos dinero.

      Aunque el tipo no les preguntó nada, los niños empezaron a hablar de la situación en sus respectivas casas.

      —En mi casa criaban vacas, pero el precio de la carne de res se vino al suelo y por eso ahora criamos perros. Ahora se dice que el precio del perro también está cayendo.

      Cuando Jinhak, sorbiéndose los mocos, habló del derrumbe del precio del perro, otros niños estallaron en carcajadas simultáneas.

      Así dijo Daesik, que residía en una casa situada en la colina, cuyo padre, guía de vías fluviales, había muerto en un accidente de tráfico el año pasado.

      —En mi casa….

      Younggui también estaba por decir algo, pero su voz se ahogó en la garganta y no pudo seguir. La abuela había dicho que la voz de su nieto se recuperaría en cuanto su madre volviera.

      —Así que quieren ganar dinero… Pero, niños, ganar dinero es lo que harán cuando sean adultos, y ahora…

      —¿Quieres que juguemos? Mi padre me reprende diciéndome que siempre estoy de juerga, ¿sabes?

      Jinhak era un duende conocidísimo en la aldea. Al parecer, para los niños del lugar era una diversión ver al hombre —que no lo conocía bien— perplejo ante la respuesta imprevista de Jinhak. Éste le dijo de nuevo:

      —Si jugamos, ¿usted nos dará dinero?

      —¿Dinero? ¿Qué dinero?

      —¡Ja, ja, ja! El pago por la presentación. Dicen que al que sale en televisión le pagan, ¿no es así?

      El hombre dijo que no era empleado de una emisora, sino un guionista de una serie documental.

      El hombre, los niños y Michong se morían de risa. A Michong le parecía aún más interesante que se riera despreocupadamente sin percatarse de que los niños se burlaban de él. Le sacó una foto a Michong. Ella pensó que habría sido mucho mejor si Hyangsuk hubiera estado a su lado para la foto. Él le insistía para que se riera, pero ella no obedecía pensando en que Hyangsuk estaría llorando. El ramyon cocinado en el quemador que el hombre siempre llevaba consigo sabía muy sabroso. Cuando Michong intentaba cocinar uno en casa, la abuela la reprendía mucho diciendo que gastaba un precioso ramyon: era una comida especial que se servía como merienda a los campesinos en la época del transplante del arroz o cuando se celebraba algún asunto festivo. Hacía ya tiempo que ni los niños ni Michong probaban un ramyon tan especial, y por tal motivo ése fue para ellos un día de alegría. Tal como decía la expresión, ese día fue una verdadera blanca Navidad llena de alegría.

      Yongja, después de largo tiempo, fue a la iglesia. Era lógico, pues era Nochebuena. Hoon, su amante, no había vuelto a casa desde la noche anterior. Le había dicho que iba a tomar una copita con los compañeros del taller. De cualquier manera, se sentía intranquila después de haber visto hace un mes a su cuñada en la sala de canto de Sinlimdong. No podría seguir trabajando en esa sala; ahora tenía que proteger al fruto del amor entre ella y Hoon, al hijo que se encontraba en su vientre. Cuando le transmitió a Hoon su opinión sobre el porvenir, él le contestó que hiciera lo que quisiera. Yongja agregó que, después de que diera a luz, solicitaría un proceso judicial de divorcio. Como respuesta a lo que Yongja había dicho, Hoon la besó tiernamente en la mejilla. Para Seo Yongja, en ese momento no había felicidad más grande. No se atrevió a mostrarle a Hoon la otra palabra que se escondía detrás de “felicidad”. Le pareció que mostrarse contenta era una muestra de cortesía hacia su amado. Esto era, por lo menos, lo que pensaba después de lo sucedido la noche anterior. Había esperado mucho a su querido, quien no había vuelto al hogar a pesar de que eran más de las 12 de la noche, por lo que había pasado delante del taller varias veces. La puerta estaba СКАЧАТЬ