La familia itinerante. Sun-Ok Gong
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Название: La familia itinerante

Автор: Sun-Ok Gong

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección literatura coreana

isbn: 9786077640172

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СКАЧАТЬ señor de la habitación 302, tiene una visita.

      Contestó que bajaría enseguida, creyendo que se trataba de su hermano menor Dalsu. Éste lo visitaba de vez en cuando llevando jugo de naranja, golosinas, pasteles de chocolate, etc., sin que se enterara la esposa. Cada vez que Dalgon percibía la situación de su hermano menor, le subía la ira, pero jamás ponía expresión furiosa porque, en realidad, agradecía el guiño fraternal de su visita. Un día le había dicho:

      —Oye, ¿por qué me traes estas cosas si ya no soy un niño?

      —Con esto quiero decirte que no bebas más, por favor —le contestó Dalsu.

      Luego Dalgon le preguntó:

      —¿En qué trabajas en estos días?

      —En nada.

      Era probable que su hermano, por el puro deseo de mantener su honor, le trajera golosinas y pasteles aunque no tuviera dinero.

      Después de que Dalsu se hubo ido, Dalgon finalmente lanzó una maldición al techo: “¡Eres un hijo de puta!”, pero de pronto le pareció que el hijo de puta no era su hermano menor que le había traído regalos, sino él mismo, por lo que se puso rojo de vergüenza.

      De todas formas, ya estaba por salir, y bajaba las escaleras hacia la planta baja, cuando se encontró con Younggap, un obrero que se encargaba de pegar ladrillos en la construcción y traía una expresión desconcertante. Lo estaba esperando ahí: parecía que al mismo tiempo reía y lloraba. Esa cara no le agradaba. Dalgon lo conoció por casualidad hacía un año en la construcción de Villa de Shinchonji en la ciudad de Chunchon. Younggap le había dicho que de niño había vivido en un pueblo vecino al de Dalgon hasta que, junto con sus padres, se había marchado a Seúl. Le dijo también que hacía mucho tiempo que había abandonado su pueblo natal, por lo que no guardaba casi ningún recuerdo de él, pero que se alegraba muchísimo de ver a personas del mismo sitio. Dalgon pensó que si era de un pueblo vecino, según decía, sería de Dangchuri. Por eso le preguntó si conocía a tal o cual señor, pero Younggap le contestó que no, aunque de todos modos insistió en que su pueblo era vecino al de Dalgon; le creyó y mantuvo un trato amable hacia él porque le daba lástima el niño que lo acompañaba. Por otra parte, Younggap empezó a llamarlo hermano mayor y a hacerle caso, sólo porque Dalgon era de un pueblo vecino al suyo. Quizá por esta razón Younggap le dijo que siempre que le hiciera falta un puesto de trabajo, le avisara. Cuando Dalgon llegó a Seúl un mes atrás, Younggap lo presentó en la empresa de construcción en que trabajaba, y al final consiguió trabajo ahí mismo. Ahora también, igual que el año anterior, junto a Younggap siempre había un niño que se agarraba, como de costumbre, a los pantalones de su padre. Al ver que iba a trabajar acompañado de su hijo, Dalgon supuso la situación en que se encontraba. No sabía qué trato mantenía con sus parientes; sin embargo, se notaba que era un hombre cordial, al menos con los extraños, y no le preguntó nada en detalle.

      —¿Por qué has venido?

      —Hermano mayor, hoy es Nochebuena, ¿sabes? Me siento muy solo, por eso he venido a verte.

      —Pero yo tengo algo que hacer hoy.

      Dalgon era un hombre que se esforzaba por hablar al estilo de Seúl, tanto como fuera posible, cuando estaba en Seúl.

      —No quería venir hasta aquí, pero este niño me lo pedía tanto que no pude menos que traerlo…

      Younggap, en cualquier situación, solía excusarse con el pretexto de su hijo.

      Al ver al niño, la mano de Dalgon automáticamente entró en su bolsillo y acarició un billete de 1 000 wones que enseguida depositó en la mano del niño. Éste lo tomó con agilidad e inclinó la cabeza a modo de agradecimiento. Darle un billete al niño siempre que lo veía era un gesto automático en Dalgon, y también para el niño era automático bajar la cabeza al recibirlo. Este ademán al tomar el dinero se había hecho costumbre en él. Younggap se sentía satisfecho y decía no saber de dónde había aprendido su niño la cortesía de saludar en esas circunstancias. Se enorgullecía de sí mismo, excusando a su hijo y diciéndole a los demás que, aunque él no había recibido una buena educación, a su hijo lo educaba en lo relativo a la cortesía hogareña. Dalgon sintió unas ganas inmensas de abofetear a Younggap al escucharlo hablar de esa manera, pero se contuvo por la presencia del niño.

      —¿A qué has venido hoy, a ver?

      Younggap, aprovechando que Dalgon había conseguido un puesto de trabajo en Seúl gracias a él, solía pedirle que le echase una mano, y por eso era natural que Dalgon no le dirigiera palabras amables.

      —Mira, como ya te dije hace un momento, este niño me cansaba tanto que…

      —Dime francamente la verdad, ¿has venido porque te hace falta dinero?

      —¿Por qué me tratas de mendigo sin ninguna razón y, además, en presencia de mi hijo?

      —Te digo esto por el niño. Como sabes, no tengo nada extra del pago de mi sueldo porque tuve que pagar el alquiler de mi cuarto, aparte de otros gastos inesperados.

      —Si alguien nos oyera hablar, creería que yo, Cho Younggap, soy tu parásito. Pero hoy, de verdad, te confieso sin mentir una pizca que me siento muy solo, he venido a tomar una copa contigo.

      —Pero hoy no estoy de humor para beber.

      —Sin embargo, viendo tu cara, me gustaría mucho tomar una copa, te veo muy ensimismado, ¿eh?

      Yongja nunca había previsto que su cuñada entrara en ese salón de canto. En realidad, siempre que había estado frente a su cuñada, esposa del hermano menor de su esposo, se sentía inferior. Desde que había comenzado su vida de aprendiz en una fábrica de confecciones a la edad de 17 años, siempre se percibía inevitablemente rebajada ante cualquier persona de Seúl. Además, su cuñada sabía mucho porque había sido bien educada y era inteligente para hablar con la gente. Fue un grave error haber olvidado por un momento que los padres СКАЧАТЬ