Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
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Las tradiciones bizantinas podían adaptarse con facilidad a las circunstancias rusas, dado que no cuestionaban la idea de un soberano sagrado. El zar ejercía mayor control sobre su metropolitano que el emperador bizantino sobre su patriarca: en 1568, un metropolitano fue estrangulado por osar criticar al zar. La Iglesia rusa consiguió plena autonomía en 1685, año en que el zar declaró al metropolitano independiente del patriarcado griego, que seguía residiendo en Constantinopla bajo dominación otomana. Esta maniobra deliberada redujo la autoridad del sultán sobre sus súbditos cristianos, al tiempo que reforzaba las pretensiones de su rival ruso de ser el campeón de la verdadera Iglesia.
El águila bicéfala imperial se utilizó por primera vez como símbolo zarista en 1480, si bien no se convirtió en su símbolo principal hasta el reinado de Pedro I el Grande. Hacia 1700, las banderas militares mostraban iconos y otros símbolos religiosos.41 Iván IV el Terrible organizó una coronación en 1561, después de 14 años de reinado, que presentaba a Rusia como la continuación de la antigua Roma. La ceremonia empleó una traslación eslavónica de la misa de coronación bizantina y las insignias imperiales fueron las mismas que las del antiguo emperador bizantino. Iván se consideraba a sí mismo descendiente directo del emperador Augusto y su notorio terror bebió de influyentes ejemplos de la Antigüedad.42
La asunción del legado bizantino reforzó la percepción occidental de que Rusia era una civilización extraña, pero también elevó la categoría del zar, que pasó a ser un posible aliado. En 1488, Federico III despachó a Rusia una primera embajada imperial. Esta se encontró con que la cuestión de los dos emperadores también se había trasladado a Moscú. Federico abordó las negociaciones dando por sentada su preeminencia, mientras que el zar Ivan III remarcó (con toda razón) que ni él ni sus antepasados habían sido nunca vasallos del imperio. Iván y sus sucesores querían que se reconociera que el título de zar equivalía al de emperador, pero los occidentales continuaron ignorándolo y se referían a los gobernantes rusos como simples «duques». Las guerras civiles que reemplazaron a la dinastía rúrika por la de los Románov en 1613 reforzaron los prejuicios de los occidentales. Estos consideraban bárbaros a los rusos y no podían aceptar que sus soberanos fueran la continuación del imperialismo romano-bizantino. Por su parte, el imperio causaba perplejidad a los rusos, a pesar de sus repetidos intentos de comprenderlo. Así, por ejemplo, el gobierno del zar obtuvo copias de la Paz de Westfalia tan solo tres meses después de su conclusión. La constitución del imperio contenía numerosos elementos para los que no existía equivalente ruso y al zar y a sus consejeros les resultaba difícil comprender que las relaciones feudales no implicasen la servidumbre de los príncipes hacia el emperador.43
El deseo de aprender creció a partir de 1653, a medida que las fronteras de Rusia se desplazaban hacia el oeste. Este avance supuso una mayor influencia en Polonia y el establecimiento de contacto directo con la frontera oriental del Imperio otomano, en 1667. Los inmigrantes y comerciantes germanos constituían una importante fuente de información, pero el principal cambio llegó con Pedro el Grande, quien viajó por todo el imperio durante su célebre gira europea de 1697-1698. La participación de Rusia en la Gran Guerra del Norte (1700-1721) no solo le garantizó acceso al Báltico, sino que también supuso contacto directo con la política imperial después de que el ejército de Pedro persiguiera a los suecos por el norte de Alemania. El 19 de abril de 1716, Catalina Ivanovna, sobrina de Pedro el Grande, se casó con el duque Carlos Leopoldo de Mecklemburgo-Schwerin. Esta boda dio inicio a dos siglos de estrechas relaciones dinásticas entre los Románov y las familias principescas germanas.44
La imaginería imperial rusa se occidentalizó cada vez más, pero sin desprenderse del todo de elementos bizantinos. Para celebrar su victoria contra los suecos en Poltava en 1709, el zar Pedro emitió una moneda de dos rublos que le representaba como un emperador romano de la Antigüedad. En esa época, sus funcionarios descubrieron una carta enviada en 1514 por Maximiliano I en la que proponía una alianza. La cancillería Habsburgo, de forma accidental o intencionada, se dirigió a Basilio III como Kayser, con lo que reconocía de forma implícita la pretensión rusa de traducir zar como emperador. Pedro hizo publicar la carta en 1718; este fue uno más de una serie de cuidadosos preparativos que culminó en octubre de 1721 con su autoproclamación como imperator.45 La coincidencia de la proclamación con el fin exitoso de la Gran Guerra del Norte subrayó la condición de potencia imperial de Rusia.
Los Habsburgo se siguieron negando a reconocer como igual al emperador de Rusia y rechazaron la propuesta de que los dos emperadores alternasen la condición de monarca principal de Europa. El emperador Carlos VI, con el apoyo de Francia, recuperó antiguos argumentos que afirmaban que Europa no podía tener dos emperadores.46 Pero el deterioro de sus relaciones con las potencias de Europa occidental forzó a Carlos a alcanzar un compromiso y reconocer la condición imperial del zar en su alianza de 1726, aun cuando siguiera reclamando para sí una posición de preeminencia. Rusia se conformó con esto hasta 1762, pues seguía considerando a Austria un aliado útil contra los otomanos, todavía poderosos. La alianza también le implicó más a fondo en la política imperial. Entre 1733 y 1762, las tropas rusas entraron en tres ocasiones en el imperio para apoyar a Austria. Los Románov estaban ahora emparentados con las familias principescas de Mecklemburgo, Holstein, Wurtemberg, Hessen-Darmstadt y Anhalt-Zerbst; de hecho, fue esta última la que proporcionó la princesa que gobernó Rusia con el título de Catalina II la Grande, entre 1762 y 1796. El propósito de su intervención en Austria pasó gradualmente de ser una mera compensación por la asistencia austríaca en los Balcanes a una preocupación por el equilibrio político interno del imperio en tanto que interés estratégico de Rusia. Rusia hizo de intermediario en la Paz de Teschen, que puso fin a la Guerra de Sucesión bávara entre austríacos y prusianos (1778-1779). Esto, afirmaban los rusos, los convertía en garantes de la Paz de Westfalia. Aunque nunca obtuvo pleno reconocimiento, Rusia, a partir de 1782, mantuvo un enviado permanente en el Reichstag para salvaguardar sus intereses.47
El rey cristianísimo
Un factor que llevó al entendimiento entre Austria y Rusia fue el ascenso de Francia a la condición de gran potencia europea. Francia compartía raíces con el imperio surgido de los dominios carolingios. El Tratado de Verdún (843) que dividió el imperio en tres reinos (Francia occidental, Francia oriental y Lotaringia) se conmemoró en el futuro como la fundación de Francia y Alemania, pero en la época no existía la sensación de que se hubieran creado países separados. Los intentos de reunificación prosiguieron hasta la década de 880 y los vínculos entre las élites de uno y otro lado del Rin persistieron durante mucho tiempo después. Las diferencias se hicieron más claras en 919, después de que los otónidas sucedieran al extinto linaje carolingio oriental. La reunión de 935 entre Enrique I, de la dinastía otónida, y el rey «francés» Rodolfo I cerca de Sedán fue coreografiada con todo cuidado para remarcar la paridad entre ambos, algo que se repitió durante las cumbres reales posteriores de 1006-1007. Ninguno de los dos monarcas poseía el título imperial en el momento de la reunión.48
Los monarcas franceses podían reclamar como propia la tradición imperial gracias a sus orígenes comunes. El rey Lotario reaccionó con ira a la coronación imperial de Otón I en 962 y la familia Capeto, soberanos de Francia a partir de 987, estaba dispuesta a reconocer el título imperial de Bizancio si con esto se aseguraban una alianza contra los otónidas. A partir del siglo X, los autores galos se dedicaron a afrancesar a Carlomagno y a СКАЧАТЬ