Название: El Sacro Imperio Romano Germánico
Автор: Peter H. Wilson
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412221213
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Mientras tanto, la propaganda papal aprovechó el patronazgo imperial de Lucera para presentar a Federico como un déspota oriental, harén incluido. Los «sarracenos» de Lucera sirvieron con fidelidad, pero la derrota final de los Hohenstaufen, en 1268, no les dejó otra opción que pasarse al bando angevino, en el que sirvieron contra bizantinos, tunecinos, turcos y rebeldes sicilianos. No obstante, la presencia de una gran comunidad musulmana incomodaba a los angevinos, que buscaban reemplazar al imperio en el papel de protectores del papado. En agosto de 1300, los habitantes de Lucera fueron obligados a convertirse al cristianismo. La ciudad fue renombrada Città Santa Maria.
Rodolfo I profesó votos de cruzado en 1275, pero los acontecimientos en el imperio le impidieron honrar su compromiso. Sus sucesores también tuvieron que afrontar problemas más inmediatos y la cruzada parecía cada vez más una empresa arriesgada y sin posibilidad de éxito. Sin embargo, la participación directa en la segunda y tercera cruzadas había dejado una duradera impresión entre los habitantes del imperio entre finales del siglo XIII y durante el XIV.23 Antes de convertirse en emperador, Segismundo lideró una infructuosa cruzada para salvar su reino húngaro de la invasión turca de 1396. Su sucesor, Alberto II, también consideraba una cruzada la defensa de Hungría y prefirió combatir y morir allí, en lugar de consolidar su autoridad sobre el imperio.24
El avance otomano por los Balcanes a partir de 1453 transformó a las antiguas cruzadas, antes expediciones con objetivos geográficos distantes organizadas por los emperadores, en la defensa colectiva del imperio. Esto reforzó el proceso de reforma imperial y fomentó un estilo colectivo de compartir el poder y la responsabilidad de la gobernanza del imperio (vid. págs. 392-403). Los otomanos tomaron Belgrado en 1521 y, al año siguiente, volvieron a invadir Hungría. En menos de cuatro años conquistaron cerca de la mitad de dicho reino y tres años más tarde estaban en las puertas de Viena, con lo que amenazaban de forma directa a los Habsburgo y al imperio. El transcurrir de los acontecimientos, fusionado con las tradiciones traídas por los Habsburgo, dio nuevo vigor al ideal del emperador como defensor de la cristiandad. Los Habsburgo habían asumido el trono de España después de que la península ibérica fuera liberada de la dominación musulmana. Este proceso, conocido como Reconquista, iniciado en el siglo XI, se había estancado en torno a 1270, pero revivió en 1455 en respuesta a los llamamientos papales de cruzada y ganó nuevo impulso hacia 1482 hasta culminar con la derrota del último reino musulmán, Granada, en 1492. Cuando Carlos V se convirtió en emperador en 1519 trajo consigo esta tradición de éxito, así como los intereses mediterráneos de España. Siete años más tarde, su hermano Fernando asumió las tradiciones de Hungría al heredar este reino de Luis II, muerto en agosto de 1526 en la batalla de Mohács en combate contra los otomanos victoriosos.25 España se continuó enfrentando a los otomanos en el Mediterráneo, donde se anotó la notable victoria naval de Lepanto en 1571, pero fue el imperio el que asumió la carga principal de defender Europa central.
El choque ideológico se agudizó por la asunción por parte de los otomanos de las tradiciones imperiales bizantinas, hecho que los diferenció de anteriores imperios musulmanes y revivió con una nueva forma la cuestión de los dos emperadores. Ya antes de 1453, los otomanos combinaban tradiciones romano-bizantinas con turco-islámicas, pero, tras tomar Constantinopla, adquirieron conciencia de su carácter imperial.26 Trasladaron su capital de Adrianópolis (Edirne) a Constantinopla y se establecieron en el antiguo palacio imperial bizantino. La ley de la sharía y la práctica fiscal y administrativa laica de los otomanos se combinaron con el cesaropapismo bizantino. Así, atrincheraron al gobernante en el rol de legislador e inhibieron la transición al gobierno de la ley llevado a cabo por el imperio.27 La infraestructura bizantina se mantuvo, pero modificada. Mehmed II adoptó el título de Kaysar y se presentó como sucesor de la antigua Roma y de Alejandro Magno, con intención de unificar bajo el islam al este y al oeste. Se encargó a eruditos latinos y griegos la redacción de historias oficiales que incorporasen emperadores bizantinos míticos, desde Salomón en adelante, a las historias del profeta Mahoma.28
La adopción de la retórica y de la imaginería imperial fue compleja. Por una parte, se trataba de presentar al sultán a sus nuevos súbditos cristianos de una forma que les resultase familiar. También fue fomentada por los mercaderes venecianos y genoveses, que, durante mucho tiempo, habían sido intermediarios entre el mundo latino y el mundo griego. Estos siguieron comerciando después de que el segundo pasara a soberanía otomana. También procedía de los occidentales, que tendían a aplicar su propio lenguaje político en sus tratos con los otomanos.
El nuevo sultán, Solimán I, tras su veloz conquista del Egipto mameluco (1514-1517) y su victoria sobre Persia, volvió de nuevo contra el oeste. Después de haber recolectado la manzana roja de Constantinopla, las apetencias otomanas se dirigían ahora hacia la manzana dorada de Viena, azuzadas por la coincidencia del ascenso de su poder imperial con el de los Habsburgo. Carlos V se negó a retrasar su coronación imperial de manos del papa Clemente VII a causa del asedio otomano de Viena de 1529 y prefirió continuar con la ceremonia, celebrada en Bolonia en 1530.29 Solimán fue obligado a retirarse, después de esperar en vano a que Carlos acudiera a su cita en el campo de batalla. El sultán enmascaró el anticlímax con la escenificación de un triunfal retorno, con el que esperaba deslucir la reciente coronación de Carlos. Se encargó a orfebres venecianos una enorme corona que costó 115 000 ducados, el equivalente a una décima parte de los ingresos anuales de Castilla. El diseño combinaba la corona de Carlos con una tiara papal, pero añadía una cuarta diadema para situar a los rivales occidentales del sultán en un plano inferior. El éxito de este espectáculo publicitario queda evidenciado por el apodo con el que Solimán pasó a la posteridad en occidente: el Magnífico.
Después de 1536, Solimán abandonó de forma paulatina los usos occidentales y asumió un estilo más islámico-otomano, que diferenciaba por igual la tradición imperial cristiana y la tradición de la Persia safávida. Las conquistas otomanas de Egipto y de Arabia restablecieron el equilibrio religioso y la mayor parte de las élites anatolias y balcánicas se convirtieron al islam. Los sultanes, ya desde 1453, se presentaban como los nuevos califas, con la intención de asumir el liderazgo de todo el orbe musulmán. La distinción bizantina entre civilización y barbarie quedó sublimada en la visión islámica del mundo, dividido entre las «casas» del islam, antagonistas entre sí, y la guerra. Esta visión imposibilitaba una paz permanente con los cristianos.
La línea divisoria recorría Hungría, donde los intentos de los Habsburgo de reconquistar el territorio se estancaron hacia 1541. A esto se sumó el fracaso de las onerosas expediciones de Carlos V en Túnez y Argelia.30 Los Habsburgo se vieron obligados a aceptar una división tripartita entre Hungría imperial (Habsburgo), Croacia incluida, la Hungría otomana en el centro y sudeste y la Transilvania en el nordeste. La posesión de Transilvania y el derecho a utilizar el título de rey de Hungría permaneció en disputa hasta 1699, lo cual supuso un obstáculo adicional a una paz permanente. En 1541, Fernando I compró una tregua a cambio del pago de un tributo de 30 000 florines a los otomanos. Las derrotas sufridas a partir de 1547 hicieron que este tributo pasara a ser anual. El sultán rehusó reconocer la condición de emperadores a los Habsburgo, a los que calificaba de meros tributarios. La tregua prohibía las operaciones militares de importancia, pero permitía las incursiones de milicias al otro lado de la frontera. Aunque la fricción СКАЧАТЬ