Manual de técnicas de montaña e interpretación de la naturaleza (Bicolor). Fernando Lampre Vitaller
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СКАЧАТЬ más el camino. Normalmente, los senderos que seguimos han sido trazados teniendo en cuenta este hecho, de tal manera que bastará con que los sigamos, cumpliendo de esta manera con otro de los preceptos más importantes en los entornos naturales: no salirse de los caminos; de esta manera evitaremos la erosión del terreno que los propios caminantes provocan especialmente en las laderas de las montañas.

      En segundo lugar, hay que avanzar con pasos cortos, manteniendo el ritmo propio. Al subir es importante evitar dar grandes zancadas que acabarán produciendo una fatiga muscular más precoz y una sobrecarga sobre nuestras articulaciones, especialmente la rodilla. Una de las frases más escuchadas en boca de montañeros experimentados es la de: anda como un viejo para llegar como un joven. Para alcanzar nuestras metas, sobre todo cuando éstas son exigentes, hay que ser todavía más conscientes de este aforismo y aprender a dosificar nuestro ritmo; dejemos la rapidez para los que participen en alguna competición.

      Figura 2.1 Subiendo por una pendiente.

      Hay que fijarse en el terreno por el que ascendemos, eligiendo el más sencillo; a lo largo de nuestros desplazamientos encontraremos lugares por los que tengamos que trepar o utilizar medios auxiliares. Procuraremos pisar apoyando toda la planta del pie; hay que evitar en la medida de lo posible andar de puntillas. Mantendremos una posición erguida y nuestro centro de gravedad se ajustará al grado de la pendiente y al peso que transportemos en nuestra espalda.

       Subir por una pendiente

      •Andar con pasos cortos

      •Avanzar trazando diagonales

      •Mantenerse erguido, con el peso bien distribuido en la mochila

      •Elegir los caminos más sencillos

      Bajar puede resultar más difícil y en ocasiones, según el grado de la pendiente, más fatigoso. Personas poco experimentadas pueden presentar cierto temor a descender por una pendiente, sobre todo según el tipo de terreno por el que discurra.

      En general, en las bajadas podemos seguir una trayectoria más recta; en caso de fuertes pendientes, descenderemos trazando diagonales. Al caminar por senderos marcados nos ceñiremos a ellos, evitando convertir la montaña en una red de surcos que la erosionen.

      La posición de bajada será erguida, pero con los hombros ligeramente inclinados hacia delante y las rodillas flexionadas para amortiguar el choque de la planta del pie con el suelo. La utilización de bastones permite amortiguar, todavía más, la bajada por fuertes pendientes, retrasando la fatiga muscular del cuádriceps.

      Descenderemos con los hombros y la mirada orientada de cara hacia la pendiente del valle; el peso de la mochila debe estar bien repartido y la mochila sujeta a nuestra espalda para evitar los desequilibrios.

      La zancada suele ser más amplia que en la subida y descenderemos con más rapidez, aunque procuraremos no coger mucha velocidad para evitar desequilibrarnos y caer al suelo. Conviene que apoyemos toda la planta del pie.

       Bajar por una pendiente

      •Andar con pasos más largos

      •Avanzar en línea recta, en caso de gran pendiente trazando diagonales

      •Mantenerse erguido con los hombros inclinados hacia delante y con el peso bien distribuido en la mochila

      •Orientar los hombros hacia la pendiente del valle

      •Flexionar las rodillas

      Figura 2.2 Bajando por una pendiente.

      En general descenderemos por la línea de máxima pendiente. Cuando las piedras son finas, de un tamaño como garbanzos, llevaremos cuidado por las posibles caídas, aunque en muchas ocasiones nos permitirán descender deslizándonos sobre ellas.

      Cuando las piedras sean aproximadamente del tamaño de una pelota de tenis, podemos avanzar dando saltos apoyando los talones, que nos permitirán moderar la velocidad del descenso, o bien dando grandes zancadas. En ambos casos, hay que prever que al deslizarnos arrastraremos piedras, por lo que caso de ir con más personas deberán descender en una trayectoria diferente a la nuestra.

      En bloques de piedras grandes, normalmente de granito, podemos progresar con bastante seguridad, aunque deberemos estar atentos. Alcanzaremos el bloque contiguo evitando dar pasos muy largos; es posible que alguno de estos bloques sea inestable, por lo que tendremos que estar atentos a su estabilidad y a sujetarnos en caso de una posible caída sobre todo si tenemos que saltar de un bloque a otro; en este caso, tantearemos primero los bloques. Hay que prestar especial atención a que el pie no nos quede atrapado entre dos bloques.

      Descender por una pendiente con hierba requiere un mayor control por nuestra parte; la superficie que nos ofrece es mucho más resbaladiza, especialmente si está mojada, por lo que la velocidad de descenso deberá ser más moderada que en una superficie con piedras.

      La posición del cuerpo será similar a la del descenso en otros tipos de superficies, procurando apoyar toda la planta del pie y evitando en este caso apoyar sólo los talones.

      Las pendientes con hierba pueden estar en zonas cercanas a un cortado, por lo que una caída en ellas puede tener graves consecuencias. Puede ser necesario ayudarnos con material auxiliar, como los bastones, o incluso colocarnos los crampones en los tramos más peligrosos.

      Cuando en el transcurso de nuestro recorrido nos veamos obligados a cruzar un río, comprobaremos si hay un puente en las cercanías de nuestro camino. En ocasiones encontraremos un puente más o menos improvisado con troncos, pero, de no ser así, buscaremos el lugar más accesible para vadearlo.

      Localizaremos algún estrechamiento del río que podamos saltar, o si es demasiado ancho miraremos si lo podemos cruzar saltando de piedra en piedra; en período estival sin tormentas, suele ser fácil cruzar los ríos.

      Cuando el río es más caudaloso o las aguas fluyen rápidas, tendremos que valorar la posibilidad de meternos en el agua. En este caso, seguiremos los siguientes pasos:

      Figura 2.3 Atravesando un río.

      •Elegir el lugar más adecuado para vadearlo. Hay que elegir los lugares en los que el agua fluya con menos fuerza; por ejemplo, después de la curva del río, la corriente va menos rápida que al final de un tramo sin curvas.

      •Intentaremos comprobar la profundidad del río con algún palo o bastón, o lanzando alguna piedra; arrojaremos alguna rama que flote para observar la velocidad de la corriente.

      •No es conveniente descalzarse para vadearlo, puesto que nos podemos cortar con una roca afilada del fondo, o con algún cristal o lata arrojados por desaprensivos. Es interesante llevar un СКАЧАТЬ