Besos de seda. Verity Greenshaw
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Besos de seda - Verity Greenshaw страница 9

Название: Besos de seda

Автор: Verity Greenshaw

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: eLit LGTBI

isbn: 9788413756387

isbn:

СКАЧАТЬ con Bianca.

      —No puedes quedarte aquí —fue lo primero que dijo Gregory.

      Con el cabello ondulado, ligeramente largo hasta lo hombros, y los ojos azules, parecía un rebelde en traje de Armani. Su rostro guardaba similitud con el actor Alex Pettyfer. No faltaban acompañantes en su cama, pero él se consideraba demasiado joven para atarse a una en específico. Prefería divertirse.

      Bianca lo miró con fastidio.

      —Puedes volver a tu palacio si quieres —replicó con sarcasmo—. No te he necesitado ni a ti ni a mis padres durante ocho años, Gregory. Así que esta ocasión tampoco es diferente. Aquí está Jenn, y me es suficiente. —Jennifer no quería estar en ese fuego cruzado, así que murmuró una disculpa y fue a prepararle el baño a su amiga —. Todo esto me lo he ganado sola, así que no te atrevas a criticar mi casa.

      Él soltó una exhalación y apoyó la espalda contra la puerta principal.

      —Por favor, déjame pagarte otro sitio.

      —No —dijo abrazándose a sí misma. Quería quitarse el asqueroso olor de su atacante—. Y ya déjame en paz.

      —Bianca, dejaré el tema de la familia o el sitio en el cual vivir, pero debes presentar cargos contra Chandler Hyatt. No eres la primera persona que se queja de ser víctima de avances indeseados. —Bianca lo miró con suspicacia—. Es la verdad.

      —Ya le dije a la policía que no iba a presentar cargos…

      —Celeste presentará cargos porque eres una empleada de ella —gritó desde el cuarto de baño Jennifer. El apartamento tenía un pequeño baño con tina, igual de pequeña; una habitación, una pequeña salita de estudio, y una sala-comedor con un espacio decente para la cocina. No sobrepasaba los treinta y dos metros cuadrados. No resultaba difícil escuchar de un lugar a otro.

      Gregory sintió alivio al escuchar esa información y Bianca hizo una mueca.

      —Te pagaré el mejor abogado. Al menos piensa que estás sacando del paso a una persona que puede agredir de nuevo. Piensa en otras mujeres que, como tú, no tienen opción más que defenderse, cuando la palabra «no» debería ser suficiente.

      Ella se arrebujó con el albornoz que todavía llevaba puesto desde que Danielle se lo entregó más de una hora atrás.

      —No quiero la atención de la gente sobre mí —replicó Bianca y se sacó los zapatos. Miró a su hermano significativamente—. No de nuevo.

      Bianca podía ver cómo la apariencia de hombre que disfrutaba ir de fiesta en fiesta escondía alguien distinto. Tantos años sin verlo frente a frente, quizá implicaba que podía notar diferencias marcadas, en especial por esa forma de hablar, así como los gestos. Lejos quedaba el niñato que lucía despreocupado o cuyas respuestas implicaban una sonrisa bribona. El Gregory Levesque que estaba ante ella, ahora lucía más controlado, y con la capacidad de cerrar la boca. Esto último parecía toda una hazaña de la vida, pues su hermano era por lo general un bocazas.

      La entrada dramática de Gregory en el dúplex de Danielle fue inesperada, aunque eso le permitió a Bianca notar el lado juguetón que era característico de él cuando estaba relajado. Quizá deducir esos pequeños cambios a simple vista en su hermano era una habilidad adquirida de su trato constante con las personas en sus diferentes trabajos a media jornada.

      —Vale… —Se aclaró la garganta—. ¿Te hizo daño? —preguntó él con furia.

      Bianca meneó la cabeza. Él asintió con alivio.

      —Lo intentó, sí. Hailey llegó a tiempo con su novio.

      Gregory la observó con interés.

      —¿No recuerdas a Hailey? Solía ser parte de mi círculo social, no faltaba a ninguna de las mejores fiestas…

      —Limpié su oficina esta mañana —interrumpió—. Imagino que disto mucho de la persona que pudo haber visto alguna ocasión en tus fiestas, Gregory. No me reconoció. Utilizo un uniforme de limpieza, además de procurar pasar desapercibida. También un nombre falso, por supuesto.

      —¿Limpieza? —preguntó—. ¿Por qué estás limpiando oficinas? No quiero imaginar qué más debes de hacer para sobrevivir en esta ciudad. Déjame ayudarte.

      Ella se encogió de hombros.

      —Es la vida que elegí. No recibo caridad.

      —Te he tratado de buscar, pero si te has cambiado el apellido… Ahora comprendo que me haya sido imposible. —Meneó la cabeza.

      —¡Es suficiente, Gregory! —exclamó con resignación—. Me voy a duchar, y si mañana me apetece te avisaré si presento cargos contra Chandler.

      Gregory asintió. «No se puede ganar siempre», pensó él.

      —Aquí te dejo mi número de teléfono personal. —Agarró el móvil de la mesita e introdujo su información. Después se llamó a sí mismo, y registró los datos de su hermana—. Espero saber de ti. —Miró hacia el corredor—. ¿Seguro que estarás bien con Jennifer? Creo que está tan agotada como tú.

      —¡Estaremos bien, Gregory! —exclamó desde el baño Jennifer.

      —Gracias por traerme a casa… —dijo Bianca.

      Él asintió.

      —Me alegra haberte encontrado —dijo antes de que su hermana le diera la espalda y se encaminase hacia el cuarto de baño.

      Una vez que estuvo a solas con su amiga, soltó todas las lágrimas que había estado guardando desde el incidente.

      ***

      Lo primero que hizo Hailey al llegar a su oficina, a la mañana siguiente, fue leer el archivo de la agencia de limpieza. La horrenda noche en casa de Danielle le provocó insomnio, así que lo primero que hizo fue echarse en la cama. Café en mano, ya podía enfrentar la jornada que tenía delante.

      La fotografía de Bianca en el archivo digital cobraba sentido. Ahora entendía que se le hubiera hecho un poco conocida cuando la encontró en la oficina. No recordaba interacciones con ella, a pesar de que solía frecuentar el mismo círculo social que Gregory. Claro, no eran amigos, pero entre la misma clase de personas era fácil conocer a uno u otro por su reputación financiera, buena o mala.

      Frunció el ceño al notar que la ficha de la compañía mostraba el nombre de Bianca Caroline Neuman. ¿Por qué se habría cambiado de apellido? ¿Qué la había impulsado a tener empleos de media jornada, cuando era heredera de una fortuna mucho más amplia que la de los Morgan-Scott?

      Por otra parte, pensó, recostando la espalda en la silla, se sentía inquieta sobre la situación de Bianca con relación a Chandler. No tenía cómo justificar el presentarse de repente en la dirección que tenía marcada como sitio de residencia. El barrio en el que vivía no era tampoco muy seguro. La mujer era un enigma para Hailey. Con dos clics cerró el archivo digital de la compañía de limpieza.

      Le escribió un correo electrónico a la dueña de Smiley Cleaning. Tan solo cuando terminó de hacerlo su día de trabajo cobró el habitual ritmo acelerado.

СКАЧАТЬ