Besos de seda. Verity Greenshaw
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Название: Besos de seda

Автор: Verity Greenshaw

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: eLit LGTBI

isbn: 9788413756387

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СКАЧАТЬ tenía artrosis, y Bruno sufría de demencia senil. Ambos habían sido considerados «parias» por el padre de Bianca, Brentt, al haber apoyado a su única nieta, y heredera del imperio cosmético Levesque, cuando esta anunció que estaba cansada de vivir bajo los estándares de la sociedad, que no podía esconderse y pretender ser feliz cuando le gustaban las mujeres, y no los hombres.

      Eso fue seguido de la ruptura de su compromiso matrimonial con Vladimir Petrovsky, un acaudalado ruso con múltiples negocios internacionales y con base en Estados Unidos. El escándalo apareció en todos los tabloides de sociedad. La declaración, hecha en una noche de Navidad, había marcado el inicio de una larga batalla emocional de Bianca. Vladimir, contrario a lo que ella hubiera esperado, a pesar del shock que representó la situación, la apoyó y se alejó amigablemente de ella.

      Sin sus abuelos maternos, ella no hubiera podido sobrevivir. Por eso, ahora que podía pagarles de algún modo su amor y apoyo, le parecía incluso muy poco lo que era capaz de entregarles en comparación a lo que el bienestar de ambos representaba en su existencia día a día. Y es que los horribles momentos que siguieron aquella noche de Navidad todavía escocían….

      Ella necesitaba el dinero de sus empleos como aire para respirar. Imaginaba que ese desespero por llegar a fin de mes sería, durante un par de años más, la tónica de su vida. Su sueño de ser diseñadora de moda resultaba una burla cuando apenas tenía ingresos para comprar material. «Algún día», solía decirse a sí misma para no perder la ilusión. «Al fin y al cabo, soñar es gratuito».

      —Bianca, ya te toca ir al piso cinco. Los lavabos y aseos —le dijo por el auricular la coordinadora que se encargaba de que todas las empleadas de Smiley Cleaning siguieran la ruta correcta cada día—. Me alegro de que no te hayan despedido hoy. Estoy segura de que el dueño estará satisfecho de no perder a Jupiter Resources.

      —De acuerdo. Son buenas noticias, supongo —murmuró Bianca en tono bajito.

      Apagó el discreto auricular, porque no le apetecía para nada escuchar lo que hablaban o cotilleaban sus compañeras. Ya sabía que después de los aseos y lavabos del piso cinco, le tocaba ir a otro edificio hasta las próximas tres horas, solo entonces volvería a encender el molesto aparatito. Recogió todos los utensilios, y constató que la oficina de Hailey hubiera quedado impecable.

      Esa no era la primera ocasión en la que veía en persona a una de las mujeres más exitosas de Nueva York, pero sí la primera que lo hacía frente a frente. No solo eso, sino que podía comprobar que era hermosa, a pesar de la frialdad que destilaba. Parecía inalcanzable. Quizá porque en realidad así era… Poseía un cuerpo hecho para modelar en pasarelas, en lugar de hacerlo en oficinas o salas de reuniones.

      A diferencia suya, que era toda curvas generosas, Hailey Morgan-Scott era alta y ni un solo punto de su atuendo estaba fuera de sitio; sus curvas eran más bien discretas, pero no por eso menos llamativas. A Bianca le parecía intrigante, y ella vivía para descifrar misterios. «Una lástima que fuesen, no solo diferentes en ámbitos sociales, sino también en gustos», pensó llevando el ligero carrito metálico.

      ***

      Cuando llegó a su apartamento, nueve horas más tarde, se duchó. Tenía una fiesta que atender en Tribeca como camarera. El servicio de catering en el que trabajaba proporcionaba el transporte: se reunían en un sitio común, y desde allí llegaban al lugar de destino. Al acabar el evento, lo mismo. No recibía propina, pero esos detalles eran los que conseguían su lealtad como empleada para Burke & Burke, además de que siempre pagaban puntualmente.

      Necesitaba prepararse.

      Iba a ser una larga noche, y tendría que hallar la forma de evitar toparse con su hermano mayor por dos años. De hecho, esperaba que él no asistiese.

      Gregory era el chico dorado, y manejaba el imperio Levesque, así como también a la madre de ambos, Charity, cuando esta trataba de entrometerse en las decisiones corporativas. Que no tuviera comunicación con ellos, no implicaba que las noticias de negocios no se escuchasen en los pasillos de los edificios que Bianca limpiaba. No sentía resentimiento con su hermano, al final, aquella infame Navidad que cambió su vida, él estaba pasando las fiestas con sus amigos en Aspen, Colorado.

      Su familia entró en el olvido para ella tiempo atrás; parecían décadas.

      —Eh, guapa —dijo Jennifer, su mejor amiga, cuando esperaban en la furgoneta de transporte a que el último camarero, Morton, que siempre llegaba retrasado, se uniera—. ¿Cómo terminó de ir el día?

      El vehículo ya iba lleno, y el frío de la ciudad cubría de nieve las aceras. De momento no estaba nevando; eso era de agradecer.

      —No rompí ni un plato en el restaurante, y todos los turnos de limpieza quedaron cubiertos. Deberían darme una medalla —dijo riéndose.

      A pesar de que trabajaría hasta casi la una de la madrugada, la sola presencia de su amiga hacía todo más llevadero.

      —O un aumento de pago por horas —replicó Jennifer con un guiño.

      La muchacha negra era chispeante y con unos inusuales ojos verde oscuro; su cabellera rizada le otorgaba un aspecto sexy cuando vestía para ir de fiesta o cuando se esmeraba cuidando sus bucles. A diferencia de Bianca, ella sí tenía una familia que la adoraba y apoyaba en sus emprendimientos. No solo eso, sino que era generosa hasta el punto de incluir a su mejor amiga en los eventos familiares.

      Jennifer Gurtrie disfrutaba mucho ejerciendo de camarera, porque solía hacerlo junto a Bianca. Beber gratis al final del turno era un plus. Su novio acababa de proponerle matrimonio, así que pronto celebrarían la despedida de soltería. Esta clase de trabajo le permitía tener dinero extra con rapidez. De nueve a cinco trabajaba en el departamento financiero de una compañía de transporte pesado. La paga era decente, y le permitiría costear parte de la luna de miel en el Caribe. Su prometido iba a encargarse del resto, porque era un tiburón de Wall Street. De los buenos.

      —¿Estás segura de que tu hermano puede estar en ese dúplex? —preguntó cuando el conductor empezó a sortear la ruta.

      —No, pero ella es una de sus folla-amigas hasta lo que recuerdo de la publicación de hace un mes de Página Seis. Y mi hermano es de aquellos que no suele enemistarse con sus amantes. —Se encogió de hombros—. A menos que haya cambiado. No lo sé. En el caso de que lo veas…

      —Te tengo cubierta, yo me encargo de avisarte o servir por el sector en el que se encuentre. Por cierto, ¿qué pasó con Ashley?

      —Lo dejamos hace dos semanas —murmuró Bianca—. Ella estaba tratando de olvidarse de una relación pasada, pero no me lo comentó hasta que su ex le pidió que le diese una nueva oportunidad. —Se encogió de hombros—. No estaba enamorada.

      Jennifer le dio un abrazo afectuoso.

      —Ya encontrarás a la mujer que aprecie el tesoro que representas. Créeme, si me gustasen las mujeres, estarías en mi lista de crushes.

      Bianca soltó una carcajada.

      —Gracias por tratar de levantarme el ánimo.

      —Nah, es la verdad. Me alegra que hayas cortado con Ashley, porque tengo una amiga a la que llevo tiempo hablándole de ti. —Sonrió—. Le comenté que, en cuanto estuvieras soltera, os presentaría. ¿Qué tal con eso?

      —Estás mal de la azotea, Jenn, en serio —replicó СКАЧАТЬ