Besos de seda. Verity Greenshaw
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Название: Besos de seda

Автор: Verity Greenshaw

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: eLit LGTBI

isbn: 9788413756387

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СКАЧАТЬ —murmuró Hailey cuando vio a Chandler acercándose a una de las camareras—. Eh, Marlo. Deja de comer esas gambas, mira. —Señaló con discreción hacia el área en la que estaba sirviéndose el bufé—. Creo que el tonto este pretende que la camarera le preste atención a toda costa. No me parece que ella esté interesada e intenta poner espacio con discreción.

      Marlo siguió el sitio al que Hailey señalaba.

      —El idiota todavía cree que las mujeres lo encuentran atractivo con sus modos vulgares de hablarles —replicó riéndose—. Lleva gran parte de la noche tratando de cautivar a esa mujer sin éxito. Si ella quisiera ya lo habría puesto en evidencia…

      —Quizá eso implicaría que pudieran despedirla de este empleo. —Frunció el ceño, porque las expresiones de la mujer daban a entender con claridad que no estaba interesada—. Y no quiere arriesgarse a perderlo, ¿no lo crees?

      —Tal vez —dijo Marlo.

      En ese momento se acercó a ellos Danielle y toda la atención de ambos se centró en la mujer de cabello dorado. Esa noche, llevaba una blusa elegante de seda azul, un pantalón a medida largo, y zapatos de tacón de aguja de Christian Louboutin.

      No tardó en empezar a hacer charla superflua, agradeciéndoles que hubieran acudido a su fiesta de cumpleaños, después empezó a hablar de negocios. Y durante diez minutos, sin parar, alabó su propia gestión como influencer, se atrevió a darle consejos a un aburrido Marlo, y una agotada Hailey. Ninguno la interrumpió hasta que, aparentemente, la mujer se dio cuenta de que estaba haciendo un monólogo.

      —Oh, me encantaría saber si han probado el catering de Burke & Burke, la compañía es lo más solicitado en Manhattan para fiestas de gente bien. —Sonrió llevándose una burbujeante bebida a los labios pintados de rojo.

      —Exquisito todo —dijo Marlo. Sacó los papeles que tenía en la chaqueta y los extendió sobre una de las mesillas altas que tenían cerca—. Sé que es tu cumpleaños, pero ya que eres una persona tan ocupada, ¿qué te parece si de una buena vez concluimos estos detallitos para que Hailey duerma hoy tranquila?

      Hailey quiso reírse, pero un movimiento, que para otros menos observadores pasaba desapercibido, en su visión periférica la contuvo. Chandler estaba mangoneándola. La mujer parecía reticente, y una incómoda sensación se apropió de ella. Se incorporó, pero la mano de Danielle la detuvo. No tuvo más que mirarla.

      —Claro que firmaré los papeles —dijo la rubia—, pero antes, me gustaría pedirte un consejo.

      —¿A mí? —preguntó Hailey riéndose, pero pronto ocultó la risa con una tos disimulada, ante la expresión de advertencia de Marlo.

      —Quisiera que me contaras sobre los secretos para mantener el cabello rojo tan brillante —bajó la voz y agregó—: Claro, salvo que lo tintures. —Le hizo un guiño—. Entonces podemos fingir que jamás te lo pregunté.

      Hailey mantuvo a duras penas la sonrisa. Marlo le dio una patadita discreta que la impulsó a asegurarle que no existía secreto y que se trataba más bien de no lavarlo todos los días, así como cepillarlo un rato en la noche.

      —Ya… —replicó con aburrimiento—. Espero que continúen disfrutando de la fiesta. Uno de mis grandes amigos debe aparecer de un momento a otro.

      —¿Quién sería ese? —preguntó Hailey fingiendo ignorancia.

      —Gregory Levesque, por supuesto. ¿Es que no lo conoces? —preguntó en un tono horrorizado—. Ay, tengo que presentártelo, querida. ¡Vas a adorarlo!

      «Y mis negocios también», pensó Hailey para sí. Observó cómo Danielle firmaba los documentos que Marlo había llevado en el bolsillo de su chaqueta, pues en la bolsa Chanel de Hailey era imposible que entraran.

      Una vez que su molesta anfitriona se fue, ella consideró marcharse también, sin embargo, algo le parecía fuera de sitio. El sector en el que se hallaba tenía solo dos camareros, en lugar de tres. Sabía que, porque había estado de un lado a otro haciendo vida social, cada cierto tiempo los camareros del piso superior bajaban.

      Le dio un empujón suave a Marlo para que dejara de hablar un momento con Christine Lebowis, una arquitecta muy cotizada del país. Este, con renuencia, la miró.

      —Acompáñame.

      —¿Qué ocurre? —preguntó tomándola del codo con suavidad, mientras ella lo guiaba entre la gente.

      —Algo no va bien.

      —Evidentemente, ya tenemos que irnos, y no podemos hacerlo hasta después de que la cena haya sido servida.

      Ella negó con la cabeza.

      —Chandler desapareció de repente, al mismo tiempo que la camarera.

      —¿Y? Si ella decide que quiere tener un revolcón con ese perdedor es su problema, siempre que no la descubra la loca de Danielle y haga un escándalo.

      Hailey le dio un codazo.

      —Vamos arriba. Sígueme en esta.

      —¿Ahora eres detective? —preguntó subiendo las escaleras. Saludaron a uno y otro, y continuaron hasta que llegaron al área de las habitaciones—. Hailey, ¿qué pretendes viniendo hasta aquí? Ya tenemos la firma, bajaremos a cenar, y luego nos iremos para continuar nuestra rutina mañana como dos personas normales.

      Ella le hizo una seña para que se callara. Escuchó un grito y, con eso, abrió sin llamar la puerta de la que provino el sonido.

      Lo que vio ante sus ojos la horrorizó. Marlo tenía reflejos rápidos y de inmediato agarró a Chandler, lanzándolo contra la cómoda. Hailey salió al pasillo y ladró un par de órdenes como si esa fuera su casa. Es que en ese momento sentía tal nivel de rabia que creía no poder controlarse lo suficiente. Algunos curiosos entraron, pero Hailey los echó. Después la música cesó y apareció Danielle con las manos en las caderas.

      —¿Qué es esto? —preguntó mirando cómo la camarera sollozaba en una esquina de la habitación tratando de cubrirse con la sábana de la cama.

      —Si no llamas a la policía, Danielle —dijo Hailey, mientras Marlo sostenía a Chadler, que no paraba de vociferar chorradas, contra el parqué, bocabajo—, créeme, lo haré yo, porque aquí se ha cometido un crimen.

      Boquiabierta, la rubia puso seguro a la puerta.

      —No harás tal cosa, llegaremos a un acuerdo con esta mujer y…

      —¡De eso nada! —exclamó Hailey—. Voy a contar hasta cinco. Y si al terminar no has llamado a la operadora del 911, lo haré yo. Empiezo, Danielle, uno…

      —¡Quítame a este imbécil de encima, Dan-Dan! —exclamó Chandler.

      —Dos…

      —¿Cómo se te ocurre hacer semejante idiotez, Chandler? —preguntó Danielle a gritos, mientras miraba con fastidio a la mujer de la esquina que tenía la cabeza baja. Estaba arruinada su fiesta de cumpleaños. Maldición.

      —Tres…

      —¡De acuerdo, de acuerdo! —exclamó, fastidiada, Danielle, СКАЧАТЬ