Название: El futuro comienza ahora
Автор: Boaventura de Sousa Santos
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Cuestiones de Antagonismo
isbn: 9788446050490
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Al igual que lo acontecido en las Américas, la llegada de la política colonial moderna implicó profundas transformaciones en las sociedades africanas, ahora a un ritmo más rápido. El comercio se expandió con la introducción de culturas capitalistas; la migración laboral generó movimientos de población cada vez más frecuentes; finalmente, como en otros contextos ya mencionados, la urbanización dio lugar a aglomeraciones de población más grandes y más densas. La introducción de la vacunación ayudó a mitigar los efectos epidemiológicos adversos de estos cambios, pero las campañas de vacunación se vieron afectadas por muchos problemas, y los servicios de salud para la población africana sólo comenzaron a afirmarse como una estrategia de protección de la salud pública (con todas sus implicaciones) especialmente después de la Segunda Guerra Mundial.
El caso de la influenza y los fantasmas epidémicos
La higiene moderna, la inoculación nacional y global, el monitoreo permanente de brotes infecciosos y la producción de vacunas que previenen las principales epidemias forman parte del sistema mundial de salud pública, como se analiza en el Capítulo 6. El objetivo es eliminar o reducir drásticamente diversas enfermedades epidémicas previamente letales o con efectos nocivos e invalidantes, como la viruela, el cólera, la tuberculosis, la difteria, la tosferina, la poliomielitis, la fiebre tifoidea, etc. Sin embargo, cabe señalar que siguen apareciendo patógenos. Según la OMS, desde la Segunda Guerra Mundial se han sumado más de 40 nuevos patógenos (principalmente virus) a la lista cada vez mayor de enfermedades contagiosas, en las que el nuevo coronavirus es la entrada más reciente[32].
En el caso del ébola, las medidas empleadas permitieron controlar varios brotes epidémicos[33]; el VIH-SIDA, por otro lado, ha experimentado una disminución en las muertes desde principios del siglo xxi, así como una disminución en las tasas de infección por VIH. Este cambio se explica en parte por los nuevos tratamientos con múltiples fármacos que prolongan la esperanza de vida (y la esperanza de una eventual vacunación) y muestran que la enfermedad está «controlada».
Una de las epidemias más frecuentes es la influenza, una infección aguda de las vías respiratorias causada por virus de los serotipos A y B, de la familia Orthomyxoviridae. Conocidas como epidemias de gripe, ocurren principalmente durante los meses más fríos, pero con diferentes intensidades. Los niños pequeños y las personas mayores de sesenta y cinco años son particularmente vulnerables a la infección por el virus de la gripe. Las epidemias de gripe, que han afectado principalmente a países del hemisferio norte, ocurren cuando uno de los 16 subtipos del virus, diferente de las variantes ya presentes en los seres humanos, aparece y se propaga rápidamente (Garmaroudi, 2007). La enfermedad, con síntomas característicos, se propaga rápidamente y a menudo se complica al causar neumonía bacteriana o viral. La primera variante cede a los antibióticos, pero como no hay tratamiento para la segunda, se convierte en una causa común de muerte durante las epidemias de influenza (Saunders-Hastings y Krewski, 2016).
En el contexto europeo, una de las primeras referencias, bien documentada, sobre la presencia de una epidemia de influenza se produjo en 1580. Esta pandemia, cuyo epicentro se estima que fue Asia durante el verano de 1580, se extendió rápidamente a África y Europa a lo largo de los corredores comerciales en Asia Menor y África del nordeste. Posteriormente, la infección llegó a las Américas (Pyle, 1986). Entre 1781-1782 hubo un brote de influenza que, según varios autores, se inició en China en el otoño, extendiéndose posteriormente a Rusia y de allí a Occidente, llegando a toda Europa en unos ocho meses (Potter, 2001; Saunders-Hastings y Krewski, 2016). La información disponible señala el alto grado de propagación de esta gripe por Rusia y América del Norte, especialmente durante los primeros meses de la pandemia y, en particular, entre los adultos jóvenes (Thompson, 1890). En el punto álgido de la pandemia, más de 30.000 personas enfermaban en San Petersburgo todos los días; dos tercios de la población de Roma enfermaron de influenza; y se informa que el brote asoló Gran Bretaña durante el verano de 1782 (Pyle, 1986).
En el siglo xix, dos grandes brotes de influenza marcaron el mundo. Estos episodios epidémicos parecen haber tenido origen en Rusia: en 1830-1833 y en 1889-1890. Esta última, denominada «gripe rusa», es descrita por Farshid Garmaroudi (2007) como «la última gran pandemia incontrolada de la historia», con la muerte de alrededor de un millón de personas en todo el mundo (Valleron et al., 2010; Nickol y Kindrachuk, 2019). Para la rápida propagación de esta enfermedad infecciosa concurrió la moderna infraestructura de transporte de la época, el ferrocarril, apoyo fundamental de las activas transacciones comerciales capitalistas. En ese momento, el capital y los virus se movían con mucha más libertad que las personas (Harrison, 2013)[34]. Los principales países europeos, incluido el Imperio ruso, tenían más de doscientos mil kilómetros de vías férreas; la mayoría de los viajes transoceánicos duraban entre 6 y 15 días. Curiosamente, esto corresponde a la escala de tiempo de la propagación global actual de una pandemia (Valleron et al., 2010: 8779). Documentada por primera vez en Bokhara, en el Imperio ruso, en mayo de 1889, en noviembre de ese año la epidemia ya se había extendido a San Petersburgo. De ahí se extendió rápidamente al resto del hemisferio norte. En San Petersburgo, las muertes alcanzaron su punto máximo el 1 de diciembre de 1889; en los Estados Unidos, esto ocurrió en la semana del 12 de enero de 1890. Desde ahí, la influenza se extendió a las regiones costeras de América del Sur (febrero-abril), India (febrero-marzo), África (marzo-abril) y Australia (marzo-abril) (Garmaroudi, 2007). El estudio de Valleron et al. (2010) sugiere que el virus circunnavegó el mundo en unos cuatro meses[35].
Las explicaciones avanzadas sobre la causa de esta pandemia son bastante diferentes: a raíz de especulaciones médicas previas sobre el origen de las epidemias, algunos médicos han invocado terremotos y erupciones volcánicas como potenciadores, concentradores y diseminadores de materiales, especialmente en términos mecanicistas (Smith, 1995). Cabe señalar que 1889 fue un año con muchos terremotos en diferentes lugares: Portsmouth, Mánchester, Sicilia, Grecia, Japón, Samoa, Alabama, entre otros. Otras teorías avanzadas sostenían que la propagación de la enfermedad se debía a fenómenos eléctricos o magnéticos, principalmente porque algunas epidemias anteriores habían coincidido con exhibiciones espectaculares de auroras boreales. En ese momento, algunos académicos argumentaron que las corrientes eléctricas transmitidas a través de la atmósfera podrían producir ozono, lo que intensificaría la transmisión y la fuerza de la influenza (Smith, 1995). Sin embargo, hay que mencionar un hecho: la mortalidad de la pandemia de 1889 fue muy similar a la de los brotes de gripe de 1947, 1957, 1968, 1977-1978 y 2009-2010. Es posible que las redes de información y médicas hayan cambiado, pero la virulencia de la gripe –con la enorme excepción de la pandemia de 1918, que abordaré a continuación– parece haber permanecido prácticamente igual (Madrigal, 2010).
La primera pandemia del siglo xx, la gripe española[36], a pesar de su nombre, parece haberse originado en algún lugar de Estados Unidos (Crosby, 1989). Algunos autores (Olson et al., 2005) nombran a Nueva York como el centro de la pandemia, debido al análisis de una ola prepandémica del virus en la ciudad; para СКАЧАТЬ