El futuro comienza ahora. Boaventura de Sousa Santos
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СКАЧАТЬ style="font-size:15px;">      En reacción a los males que sobrevinieron con la colonización, los pueblos indígenas de América del Norte recurrieron a diversas estrategias, entre ellas acciones de sabotaje biológico, como describió el jesuita Charlevoix sobre Nueva Francia:

      El ejército [inglés] estaba acampado junto a un río; los iroqueses, que pasaban la mayor parte de su tiempo cazando, decidieron arrojar al río todas las pieles de los animales que despellejaban, desafiando el campamento; el agua pronto se infectó. Los ingleses, que no sospechaban de esta perfidia, continuaron bebiendo esta agua, que mató a un gran número [de ingleses] (Charlevoix, 1744: 339).

      En un estudio reciente, Paul Kelton (2015) muestra cómo los cherokee respondieron a las epidemias de Europa de manera proactiva, creativa y, a veces, efectiva –implementando cuarentenas y aislamiento–. Con este fin, los cherokee reconfiguraron su cosmología, integrando rituales para hacer frente a la enfermedad, incluida la incorporación del espíritu de la viruela en sus creencias. Los cherokee también se enfrentaron abiertamente a los colonos europeos, en lo que se conoció como la guerra de los cherokee. En su origen, estuvieron las constantes violaciones a las tierras indígenas y los ataques a poblaciones por parte de los colonos. Es durante este periodo cuando las fuerzas británicas ejecutan acciones militares para expulsar a los nativos americanos de sus tierras, cortándoles el maíz, quemando sus casas y convirtiéndolos en refugiados. Por su parte, los pueblos de las naciones originarias reaccionaron con acciones armadas, desafiando a las tropas británicas.

      Más al sur, Brasil, por ejemplo, también conoció episodios de este tipo de sabotaje biológico, especialmente en los siglos xviii y xix. Desde principios del siglo xix, los bosques brasileños comenzaron a experimentar un fuerte impacto humano: deforestación para el suministro de madera para construcción y leña, y quema de grandes áreas para abrir terrenos para la siembra agrícola o el pastoreo de animales de carga y transporte (Duarte, 2002). Además de los pueblos indígenas, la región estaba habitada por soldados, negros esclavizados, poblaciones libres y marginadas de la sociedad imperial, naturalistas, ingenieros, hacendados, sacerdotes contratados por el gobierno, autoridades policiales e inmigrantes de varias partes del mundo. En este encuentro con los bosques brasileños, los recién llegados afrontaban calor, humedad, regiones a veces pantanosas, mosquitos, enfermedades tropicales, incluidas las causadas por parásitos y virus locales. Los pueblos indígenas opusieron una fuerte resistencia a la destrucción de sus territorios por parte de la empresa colonial que los condenó al ostracismo, aplicando una política violenta de aniquilación física.

      Las pésimas condiciones de vida de los indígenas y personas esclavizadas, obligados a trabajar en las haciendas, están descritas por el naturalista francés Auguste de Saint-Hilaire (1976 [1851]), en su libro dedicado a la región de São Paulo. Además de su mérito científico, las observaciones de Saint-Hilaire, realizadas en los años de 1820, son de gran relevancia histórica para Brasil, ya que contienen análisis detallados de la sociedad y las costumbres brasileñas en la primera mitad del siglo xix. Saint-Hilaire consideraba repugnante la violenta explotación laboral de los indígenas, que padecían enfermedades altamente contagiosas transmitidas por los colonos europeos. Tal situación, conocida desde el siglo xvi, provocó СКАЧАТЬ