Название: Las disciplinas de una mujer piadosa
Автор: Barbara Hughes
Издательство: Bookwire
Жанр: Религия: прочее
isbn: 9781646911103
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Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos.
EFESIOS 6.18
¿Por qué debemos orar? Aparte de todas las ya conocidas convocatorias bíblicas a la oración, existen dos importantes razones humanas por las cuales deberíamos orar. La primera se encuentra en el hecho de que la oración es la fuente de poder para el crecimiento y la perseverancia en nuestra vida espiritual. Tal como una semilla que acaba de ser plantada necesita ser expuesta al sol para poder crecer y madurar, nosotras necesitamos exponernos al Hijo de Justicia, o se detendrá nuestro crecimiento; quedamos con almas pigmeas.
La segunda razón es que la oración dirige nuestra voluntad en dirección a la voluntad de Dios, que es de lo que se trata la sumisión de nuestra vida.Yo nunca comprendí totalmente esto hasta que escuché una explicación dada por E. Stanley Jones, un misionero y hombre de oración: «Si yo tiro un bichero desde el bote y me agarro a la orilla y tiro, ¿jalo la costa hacia mí, o me jalo a mí mismo hacia la orilla? La oración no es jalar a Dios hacia mi voluntad, sino que es el alineamiento de mi voluntad con la voluntad de Dios».13
¡Qué beneficios tan tentadores! Sin embargo, qué pocas de nosotras capitalizamos esta oportunidad de extraer de «la base de operaciones» el poder que necesitamos para seguir adelante o para concentrar nuestra voluntad en la voluntad de Dios. ¿Por qué tantas mujeres fracasan en sus devociones y oraciones personales? Principalmente porque no saben cómo cultivar las disciplinas de la vida espiritual interior. Pero estas disciplinas serán bienvenidas por las mujeres del Evangelio.
Antes de profundizar más es importante que comprendamos de entrada que la vida de oración no puede ser reducida a unas pocas reglas sencillas. Estas áreas de experiencia espiritual son demasiado dinámicas y personales como para ser resumidas de una manera simplista. Lo que puede ser de provecho para una persona, puede no ser lo correcto para otra.
Además, a pesar de que hablaremos de cinco aspectos de interacción con Dios en nuestras devociones y oraciones (meditación, confesión, adoración, sumisión, petición), no existe un orden prescrito. Los ritmos de nuestra vida exigen a veces que nos lancemos directamente a la petición con un «¡Señor, ayúdame!» (que tan a menudo es la manera en que yo comienzo mis oraciones). Otras veces, nos pasaremos casi todo el tiempo en confesión, meditación y adoración.
LA MEDITACIÓN
La meditación cristiana no es del tipo «trascendental» asociado con mantras dichos entre dientes en la posición del loto. ¡A los cristianos no se los instruye a que vacíen sus mentes! La meditación comienza con el ejercicio de devoción de escuchar la Palabra. Las palabras de las Escrituras no son sólo para ser leídas sino también escuchadas. Tienen el propósito de llegar al corazón. El Salmo 40.8 dice: «El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón».
La meditación es también verbal. Cuando el salmista habla de meditar en la palabra de Dios día y noche (1.2), utiliza la palabra que significa «murmurar». Murmurar la Palabra de Dios a Él en oración involucra la memorización u oración con la Biblia abierta. De modo que, junto con una lectura sistemática de la Biblia, deberíamos elegir segmentos significativos para verbalizar en forma reverente.
Cuando mis niños eran pequeños, yo memoricé Filipenses 4.6-7 con este propósito: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracia. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús».
Gracias a que hice esto, me di cuenta de que continuamente repetía las frases que tanto necesitaba: «Por nada estéis afanosos», «Gracias, Señor, por la paz que nos has prometido». Yo «hacía que mis peticiones fueran conocidas delante de Dios».
Ustedes pueden comenzar con un solo versículo o un par de ellos. Existen pasajes clásicos, más extensos, que parecen hechos a medida para la meditación, tales como los Diez Mandamientos, las ocho Bienaventuranzas, y el Padrenuestro. Lentamente y en oración, el volcarnos a las Escrituras en esta manera hace que nuestros ojos, oídos y boca participen y la Palabra de Dios penetra así en nuestro corazón. Los efectos de la meditación traen:
Avivamiento: «La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma» (Salmo 19.7a).
Sabiduría: «El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo» (Salmo 19.7b); ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos. Porque siempre están conmigo» (Salmo 119.97-98).
Mayor fe: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10.17).
¿Así que cómo meditamos? La Biblia dice que la meditación debería ser continua, «de día y de noche» (Salmo 1.2; 119.97, 148; Salmo 63.6). De manera ideal, ustedes podrían hacer que la meditación fuera parte de sus devociones, sus momentos de quietud apartadas con Dios. Sin embargo, aun nuestras vidas atareadas pueden ser interrumpidas por la meditación bíblica —en el automóvil, durante el recreo para almorzar, mientras que esperamos el autobús. Escriban el texto en una tarjeta y colóquenlo en su bolsillo o bolsa. Tómenlo de allí en los momentos libres. Murmúrenlo. Memorícenlo. Órenlo. Díganlo. Compártanlo.
LA CONFESIÓN
La confesión puede llevarse a cabo en cualquier momento. Lo ideal es que tenga lugar cada vez que pecamos. Sin embargo, con frecuencia ocurre que somos demasiado orgullosas o que estamos muy cargadas emocionalmente como para reconocer nuestro pecado en el momento en que lo cometemos, por ejemplo, cuando perdemos los estribos en una discusión. No obstante, si estamos sobrecargadas de pecados es imposible la devoción.
Si han estado poniendo de lado la confesión de sus pecados a Dios, tienen que hacerlo antes de su tiempo de devoción. Es muy raro que yo comience a orar con otra cosa que no sea la confesión. Soy adepta al pecado y muy inepta a «admitirlos» hasta que ya no me queda otra cosa por hacer. Cuando nos acercamos a Dios en oración debemos confesar nuestro pecado.
Cuando meditamos en las Escrituras, pueden salir a la luz pecados ocultos, de modo que nuestros momentos de devoción pueden verse colmados de reiteradas confesiones. El Salmo 139, el cual comienza con la contemplación de la omnipotencia y omnisciencia de Dios, finaliza con una oración por la investigación divina del alma del salmista: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno» (139.23-24).
Éstas son confesiones espontáneas ofrecidas a Dios a medida que nuestros pecados nos vienen a la mente. Asimismo, nuestra disciplina de oración debería incluir alguna confesión sistemática. Debemos examinarnos con regularidad teniendo en cuenta a Romanos 3.9-20, el cual revela que todas las áreas de nuestra vida están manchadas por el pecado. Cuando mi esposo dirige a nuestra congregación en la confesión de pecados, a menudo envía nuestra atención hacia la verdad llevándonos a confesar que pecamos en nuestros pensamientos, palabras y hechos.
Pensamientos: «No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno» (versículos 10-12).
Palabras: «Sepulcro abierto es su garganta; СКАЧАТЬ