Por tierras y mares. Manuel Pareja Ortiz
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Название: Por tierras y mares

Автор: Manuel Pareja Ortiz

Издательство: Bookwire

Жанр: Зарубежная психология

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isbn: 9788432151842

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СКАЧАТЬ en Bogotá, y el padre Isidoro López, de Medellín.

      Todas estas gestiones las iba realizando san Josemaría en medio de un clima de trabajo intenso y de enfermedad. La diabetes que venía sufriendo desde 1944 no le daba tregua: trastornos visuales y circulatorios, ulceraciones, cefaleas, fuertes hemorragias, la pérdida de todos los dientes. Además, debía llevar una rígida dieta alimenticia que excluía muchos alimentos. Los padecimientos le resultaban tan intolerables que —en tono de broma— decía que le traían, de continuo, memoria del Purgatorio.

      El fundador seguía consagrando todas sus energías a la formación de sus hijos e hijas y a sus tareas como cabeza de esa familia sobrenatural. Y pensaba, entre otras cosas, en los que pronto irían a Colombia. Ya desde el mes de abril de ese año, varias de sus cartas se referían al envío, casi inminente, de «un sacerdote y dos profesionales: más tarde se enviará un pequeño grupo de estudiantes».

      Así pues, desde inicios de 1951, tanto el nuncio en Colombia como el arzobispo de Bogotá venían solicitando por escrito al fundador del Opus Dei que emprendiera cuanto antes la labor apostólica en este país.

      El nuncio no se limitó a escribir cartas, sino que con mucho empeño tomó cartas en la cuestión. Procuró que desde la misma Nunciatura ayudaran a realizar los trámites de visados, y que se dispusiera el alojamiento en la Casa Provincial de los Hermanos de La Salle para quien fuera a iniciar la labor en Colombia.

      TEODORO RUIZ JUSUÉ

      Don Teodoro nació en Barcelona (España) el 27 de diciembre de 1917. Pasó buena parte de su infancia y juventud en Reinosa, donde su familia siguió viviendo cuando él marchó a Valladolid para hacer sus estudios de Derecho.

      En esa época, estalló la Guerra Civil española, un drama que marcó con su huella a toda una generación de jóvenes. José Orlandis, que lo conocería en años sucesivos, trazó un perfil de la figura de Teodoro Ruiz, tras su fallecimiento en el año 2001 en Palma de Mallorca. Entre otras cosas, apuntó las consecuencias de esa guerra en la generación de Teodoro: «De los 68 estudiantes de Derecho que componían, en 1936, el curso de Teodoro en la Universidad vallisoletana, sólo 14 quedaban con vida, cuando, en 1939, volvieron a abrirse las aulas».

      Es de destacar uno de los momentos que Teodoro tuvo que afrontar en plena guerra civil, habiendo llegado hasta las puertas de la muerte. Cuenta José Orlandis:

      El 18 de julio de 1936 sorprendió a Teodoro de vacaciones con su padre y hermana en una hostería de las montañas de Cantabria. A los pocos días, una partida de milicianos se presentó allí a practicar un registro y en el bolsillo de la chaqueta del joven Teodoro apareció un carnet y unas octavillas comprometedoras.

      —¡Hemos cazado a un pez gordo! —clamaron los milicianos, anunciándole que iban a fusilarle inmediatamente—. Pero, para que se vea que somos unos caballeros —le dijeron—, dinos cuál es tu último deseo, que te concederemos lo que nos pidas.

      —Me gustaría tomar una taza de chocolate —fue la desconcertante respuesta del condenado.

      Según confesó después más tarde, fue lo primero que se le ocurrió para ganar unos instantes y prepararse a “bien morir”.

      Pero en aquellos enloquecidos meses de verano de 1936, podían suceder las cosas más insospechadas. Y así ocurrió en esa ocasión. Mientras el pelotón de milicianos se llevaba a Teodoro al comedor para preparar la taza de chocolate, uno de los cabecillas se quedó en la habitación vigilando al padre de Teodoro. Pronto, por el acento, advirtieron —prisionero y vigilante—, que ambos eran asturianos, oriundos de dos valles vecinos, y hasta tenían amigos comunes.

      —¿Por qué vais a matar a ese pobre muchacho que habrá podido hacer una chiquillada, pero que de pez gordo no tiene nada? —se atrevió a insinuar el afligido padre.

      —Déjalo de mi cuenta —respondió el miliciano.

      Mientras Teodoro apuraba su taza de chocolate, advirtió que los milicianos hablaban entre sí y, sin más aviso, montaban en los coches y desaparecían. Por puro milagro, había salvado la vida.

      Quedaban aun años de Guerra Civil, en los que la modesta carrera militar de Teodoro no pasó del ascenso a cabo.

      Cuando por fin llegó la paz, se reavivó el natural deseo de terminar cuanto antes la carrera y abrirse un camino en la vida.

      Al acabar la Guerra Civil española, se extendió el apostolado del Opus Dei a Valladolid, Zaragoza y Barcelona, tres ciudades universitarias que ofrecían posibilidades de conocer a jóvenes que entendieran el mensaje del Opus Dei.

      El 30 de noviembre de 1939, el fundador y Ricardo Fernández Vallespín viajaron a Valladolid. Habían llevado consigo una lista de estudiantes, amigos de gente conocida en Madrid. El plan consistía en hablar con todos los que pudieran sobre los ideales y la formación espiritual que ofrecía el Opus Dei.

      De hecho todos los jóvenes que tenían en su lista, salvo uno que no estaba en la ciudad, se presentaron en el Hotel Español, donde se habían alojado. Escrivá habló con ellos del amor a Dios, de santificar sus estudios y de ayudar a sus amigos y parientes a acercarse más a Cristo.

      Al cabo de un par de meses, el 27 de enero de 1940, el fundador, Álvaro del Portillo, Francisco Botella y Vicente Rodríguez Casado volvieron a Valladolid en un auto de segunda mano que se averiaba con tanta frecuencia que llegaron a la ciudad hacia las 3 de la madrugada.

      Se alojaron en el Hotel Español. Allí, en una habitación, se reunió un grupo de jóvenes. Entre ellos había uno de veintidós años que estaba terminando Derecho, llamado Teodoro Ruiz Jusué, que había ido con su amigo Juan Antonio Paniagua, estudiante de Medicina. Todos los jóvenes convocados mostraron interés por la presentación que hizo Portillo del mensaje del Opus Dei, por una charla de Francisco Botella sobre la importancia del trabajo profesional, y por otra exposición de Rodríguez Casado acerca de la vida de los primeros cristianos.

      Pasado el tiempo, Teodoro rememoraría así su primer encuentro con el Padre: «Apenas iniciadas las presentaciones, enseguida tomó la palabra nuestro fundador para explicar el motivo de su presencia en Valladolid y las principales características de la labor apostólica que se trataba de realizar. Comenzó diciendo que había que ser cristianos de verdad, y nos dio una explicación de qué significa vivir en serio la vida cristiana. Hoy nos parece muy claro y lo vemos СКАЧАТЬ