El huésped. Sok-yong Hwang
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Название: El huésped

Автор: Sok-yong Hwang

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección literatura coreana

isbn: 9786077640165

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      Ese rostro de aquel entonces se reflejó en la pantalla del televisor apagado. Sin embargo, no tenía miedo ni sentía tanto horror. No me daba miedo su conocido rostro. Aunque le había preguntado a mi hermano qué pensaba de los fantasmas, su respuesta no me satisfizo.

      —¡En nombre de Jehová, fuera Satanás!

      Por eso estaba despierto por completo. La parte de la cama donde estaba mi espalda se hallaba empapada de sudor. Tenía mucha sed y, para calmarla, tenía que bajar al comedor, lo que me fastidiaba. Encendí la luz de las escaleras, sin embargo el lado que daba hacia las cortinas estaba oscuro. Siempre me decía que no era bueno para un anciano vivir en el segundo piso y me daba golpecitos en la espalda para enderezar la columna encorvada después de bajar las escaleras. Al estirar la columna, tras llegar al último peldaño en la planta baja, se veía a alguien sentado en el sofá del salón en el lado opuesto. Sin prestarle atención, fui directamente al comedor y abrí el refrigerador. La luz en el interior se encendió. Iba a tomar una botella de agua de la parte de la puerta, pero por poco se me cae. Había un ojo que me miraba de frente. Tú, ¿qué miras? Provenía de la cabeza de una corvina salada y seca, sobras de la comida de esa tarde. El contorno de la branquia frita estaba quemado y negro, y el ojo no era más que un círculo vacío… A propósito cerré la puerta despacio y me dirigí hacia el salón; aquella cosa seguía sentada todavía en el sofá.

      —¿Quién es usted?

      Me contestó en voz baja, pero muy ronca:

      —Soy yo. ¿No me reconoces?

      —Le pregunté quién es.

      Aquella cosa contestó de nuevo con voz aún más ronca y baja:

      —Soy el Topo que solía estar de juerga en Eunyul.

      —¿Es usted tío Sunnam?

      En ese momento encendí la luz del salón al tiempo que se me olvidó todo lo que me había pasado. El gato ya había salido a la noche y solamente quedaban los muebles y el televisor. En un rincón del portal había una percha de madera con forma de cuernos de ciervo, y en ese instante se me fue la fuerza de las dos piernas. Sunnam era unos 10 años mayor que yo, y en aquellos tiempos tenía 35 o 36 años. Trabajaba de excavador en una mina del puerto de Kumsan en el pueblo de Eunyul, y volvió al pueblo natal con motivo de la independencia del país. Le encantaba cantar, hacer apuestas y beber muchísimo. Yo maté a Sunnam ese invierno. Lo colgué del cuello con alambre de la luz que estaba junto al camino, en el centro del pueblo, en el sendero que se dirigía a los arrozales y estaba cubierto de guijarros.

      La delegación comentó que había salido la lista de los que visitarían Corea del Norte. El misionero Liu Yosop se encontró con el señor Kim en una vieja cafetería. El aire acondicionado hacía mucho ruido, daba la impresión de ser muy antiguo, pero tenían que sentarse justamente debajo del aparato porque no había ninguna mesa libre. El señor Kim tenía casi 70 años, igual que su hermano mayor, Yohan. Se decía que había trabajado como periodista en un diario de Corea antes de emigrar a Estados Unidos. No le parecía que fuera un hombre de mente ágil. De su portafolios arrugado sacó un sobre para documentos y lo puso sobre la mesa. Removiendo el interior del sobre sacó muchas hojas.

      —Aquí tiene la carta de invitación para el señor misionero Liu Yosop… Vea esto.

      Yosop le vio entregar el documento. Se leía: “Lista del grupo de visitantes al pueblo”.

      —¿Es el grupo de visitantes de las familias separadas?

      —Naturalmente, los norcoreanos de ahora no lo llaman así debido a que hay muchos problemas en los negocios vinculados con familias separadas. Los denominan grupo de “turistas” o “visita al pueblo natal”. Y, usted, ¿no ha presentado una solicitud con la lista de los familiares a quienes quiere ver?

      —No.

      —No es tarde todavía. Una vez que lo solicite, podrá realizarlo en el local… Pero tendrá que indicar dónde está su pueblo.

      Vaciló por un momento. Para él era un poco difícil mencionar su pueblo; sin embargo, si lo hacía, tendría noticias de sus familiares.

      —¿Dónde está su pueblo? —el señor Kim lo miró por encima de los anteojos de lupa, cogiendo el bolígrafo en la mano.

      —Pyongyang… Sí, es Pyongyang.

      —¿Qué calle y qué número de Pyongyang?

      Yosop dijo distraídamente:

      —Ciudad de Pyongyang, Sonkyori.

      —¿El número?

      —No lo sé… Se me olvidó, pero estando allí podría localizarlo.

      —Pues, sí. Ya pasó medio siglo. Será suficiente apuntar hasta cierto punto.

      Yosop recibió el boleto del vuelo, la carta de invitación y le pagó al señor Kim el boleto, los gastos de estancia y cierta cantidad por la comisión.

      El misionero Liu Yosop volvió a casa y llamó por teléfono a su hermano mayor. Sonó el timbre, y largo tiempo después le oyó hablar con voz queda.

      —Soy yo. Hermano mayor, ¿por qué tardó tanto en contestarme? ¿Estaba haciendo algo?

      —Sí. Estaba durmiendo.

      —¿Qué hizo en la noche para que ahora esté durmiendo?

      —No lo sé. En estos días me es difícil conciliar el sueño por la noche.

      —¿No lee la Biblia ni reza para dormir?

      —¿Qué pasa?

      —Su hijo Daniel, ¿con qué nombre está registrado?

      —Será igual que tu caso. Te llamaron Josep desde la niñez, de modo que te registraron con las letras chinas Yosop. A él lo habrán registrado como Danyol, es decir, Liu Danyol.

      Yosop СКАЧАТЬ