A la salud de la serpiente. Tomo II. Gustavo Sainz
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Название: A la salud de la serpiente. Tomo II

Автор: Gustavo Sainz

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Biblioteca Gustavo Sainz

isbn: 9786078312054

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СКАЧАТЬ urgidos de que los sacaran de allí, mirando hacia todas partes para comprobar si los seguían, y los detuvo un Tamarindo, ¿qué hice?, nada, dijo, ¿pero cuánto me van a dar para que los deje ir?, y la noche que nos desbarrancamos con todo y volkswagen por el estado de Guerrero…, o se había quedado atrapado entre las calles de Manuel González y San Juan de Letrán y vio cómo docenas de muchachos detenían una patrulla y una camioneta de la Dirección General de Tránsito y les prendían fuego, otro camión de la línea San Rafael y Anexas y lo incendiaban también, le pidieron permiso para sacar la gasolina del tanque del volkswagen para fabricar bombas molotov, y en eso un hombre semidesnudo y enchapopotado subió jadeando, venían muchos detrás de él, y el Personaje que no Escupía en las Escupideras al mismo tiempo que el tipo éste le pedía ayuda, ponía en marcha el motor, metía reversa, derribó el garrafón adonde vaciaban su gasolina, y salió a gran velocidad y rugiendo de ese lugar, pero dos coches lo empezaron a seguir, no tenía mucha gasolina, y fue como si el hombre, que era un agente secreto al que habían tusado, hubiera movido la carretera, la sacudió como si fuera una alfombra y se desbarrancaron sin remedio, o la vez que no conseguía regresar del aeropuerto y llamó por teléfono a Viviana para que lo dirigiera, y volvía a perderse y volvía a llamarla, y luego todas esas noches lluviosas que llevaba a Arquímedes Kastos a su casa más allá de Tacuba cuando se dispersaban las manifestaciones, vaya olorcito, cómo te quejas decía él, es el olor de la Refinería, el olor de pleno siglo xx, estamos en una sociedad industrial, y no es lo mismo atrás te huele que tengo un tubo metido, o como se diga ese chiste, y luego frente a su casa recién pintada de rosa mexicano, ésa es la fachada para no insultar a los pobres, es de utilería, porque detrás están mis jardines otomanos, la alberca, los perros, y las risas, aunque el regreso hasta casa de Viviana era por calles siniestras franqueando un panteón del que sobresalían impresionantes mausoleos, frente a palacios españoles posteriores a Hernán Cortés, convertidos ahora en accesorias o tendejones de mala muerte, y el cielo rojo por las llamaradas de la Refinería de Atzcapotzalco, las calles llenas de baches y parejas que volvían el rostro para que la luz de los faros de su volkswagen no les diera en la cara, ay, esas noches, y una vez fueron a comprar unas zapatillas de baile y detuvo el volkswagen en una calle de ésas en las que en cualquier momento se les podía aparecer Drácula para preguntarles la hora, y el coche no arrancaba, sólo tosía, hasta ellos llegaba el barullo del Casco de Santo Tomás, se rumoraba que el ejército iba a entrar allí, en el Instituto Politécnico, el Personaje que no Escupía en las Escupideras paró un camión de pasajeros y le pidió al chofer que lo auxiliara, y el chofer nada más de mirar el coche y como olisquearlo diagnosticó su coche está ahogado, no quería empujarlos, le rogaron mucho, lo forzaron y al primer ­empujón tronó la defensa y se rompieron las calaveras, tenían miedo de permanecer allí y de repente verse envueltos en una persecusión con soldados y agentes secretos, temían dejar el coche abandonado, temían quedarse allí, y ahora, de lejos, sabía que no podía dejar a Viviana abandonada, pero también temía quedarse allí con ella, así que prendía el radio y ponía al máximo el volumen, pronto se encendieron luces y de una vecindad salieron unas niñas y se acercaron, había una especialmente deleitable, y el Per­sonaje que no Escupía en las Escupideras comprobó que en las colonias proletarias descubría siempre mujeres preciosas, como Donají, y Lucía, y Luly, y Beatriz, y Patricia, y Marcela, y Viviana, en la esquina un grupo más rijoso quemaba una llanta, luego de esa noche se inscribió en la ama y un mecánico arregló el problema en cinco minutos mientras él hojeaba un periódico adonde se hablaba de la subversión comunista… sólo que el coche anduvo tres calles a tropezones y volvió a detenerse, su relación tampoco andaba bien, Viviana se negaba a hacer el amor, a mostrarse desnuda, no aceptaba dormir a su lado, llevaba días sin bañarse, no quería que la tocaran, que la miraran, yo te soy escuchando tu voz soy tu queja decapitada atenta al silencio continuo del infierno igual al vengador yo puedo vuelta ignorancia y deseo porque sólo lo real es posible y secreto por eso subo hasta tu yo, y lo decía con naturalidad, pero también incomprensiblemente y como reclamando su compañía, como si dijera quédate conmigo, no te vayas, es peligroso, como si no creyera del todo en su militancia por participar en cuatro o cinco marchas, tres mítines, reparto de propaganda, carreras y escaramuzas pintando bardas, bancas de cemento y paredes de edificios públicos, ni que dijera la verdad cuando afirmaba que iba a una marcha con el grupo de la Facultad de Filosofía y Letras, como en los sueños, el mecánico lo había acompañado hasta la distribuidora, lo que pasa, lo conminó, es que usted no sabe cómo se maneja este coche, ¿y cómo se maneja?, carburándolo, forzando las velocidades, empezó y siguió con un vocabulario incomprensible describiendo acciones igualmente sin sentido, el Personaje que no Escupía en las Escupideras pensando en deshacerse del vehículo con el pretexto de que chorreaba aceite, pero por milagro todo se compuso cuando rodaron hasta el taller de un amigo de Lourdes, al volkswagen no tuvieron que hacerle nada y lo invitaron a brindar, y al calor de los bocadillos y de las copas invitó a Lourdes a dar una vuelta para que le trajera suerte con el coche, y fueron hacia la carretera a Cuernavaca, hartos por su incapacidad de verdadera acción política, tanta confusión estudiantil, tantos rumores de represión fascista, y repetían sin convicción que si no iban a poder hacer la revolución social por lo menos harían su revolución en la recámara, se sentían cansados y pararon frente a un cine sin espectadores, la gente temía salir a la calle, pero Jacques Perrin y Emma Penella no lograban interesarlos y Lourdes se quitó sus anteojos y comenzó a besarlo con desesperación, con ansiedad y hasta cierto miedo, interrumpiéndose sólo para los quizases y los talveces y los ojalases, porque según ella se debía haber casado con ella y no con Viviana, pero si no estoy casado reclamaba él, y luego más besos y varios porqués, y muchos nuncamases y tampocos y hasta jamases y hasta para siempres septiembremente hasta que consideraron todo en corto circuito, voy al baño dijo Lourdes lloriqueando, toma, y le tendió los lentes, no te vayas a meter al de hombres, o la histeria de Viviana que le negaba el coche cuando él hacía compromisos que no podría cumplir sin el volkswagen, y la depresión, el desaliento que los invadía cuando se acercaba la fecha en que deberían pagar la letra de 1 400 pesos y no tenían ni los 150 de un artículo publicado esa semana, y un golpe en el guardafangos derecho, y un rayón en la portezuela de su lado porque había cruzado frente al issste y una docena de estudiantes tiraban piedras, bombas molotov y agua hirviendo desde las ventanas, y varios granaderos los urgían a salir de allí y les lanzaban gases lacrimógenos, y cada vez más histéricos disparaban sus lanzagranadas, apenas se podía respirar y un hombre le arrojó por la ventanilla un pañuelo empapado en vinagre y le indicó a señas que se lo pusiera en la cara, y la vez que dejó las llaves adentro y no pudo pasar por Lourdes a tiempo y ella se enojó, aunque después le hablaba por teléfono y lo llamaba Inmundo, con afecto, y volvía a llamarlo, el amor no podía surgir así, ella vivía tan lejos, el amor es coito, decía Renzo Rosso, en millones de formas, invertebradas o pensantes formas de coito, dualismo de órganos recíprocos que hunde sus raíces en el inescrutable azar de células, fibras, vasos y recuerdos complementarios, pero esto era literatura y la realidad era muy distinta, la realidad estaba llena de obstáculos y veladuras, y era más cruel y ácida que lo que mostraba La dura espina, y luego la vez que Polo Duarte le dijo que en la Librería del cine Manacar un cuate suyo había visto una copia de El río de las aguas dormidas, y era como si el Personaje que no Escupía en las Escupideras no se hubiera comunicado nunca con los funcionarios de la Fundación Ford en la calle de Río Nilo en la ciudad de México, y no hubiera volado a Iowa City el 26 de septiembre de 1968, era como si se hubiera quedado en México, y todos esos días de Iowa, esa agitada cotidianidad que tanto le gustaba en compañía de Ambrosia fuese precisamente un sueño, una posibilidad, y en realidad, precisamente el 2 de octubre por la tarde, Viviana y él se hubieran entretenido curioseando en las librerías del centro, calcu­lando que la circulación por Paseo de la Reforma estaría cerrada, por lo menos en las primeras horas, porque se había anunciado una gran concentración en la Plaza de las Tres Culturas, se creía que esa tarde más de medio millón de personas iba a tomar parte en ese mitin al que asistirían muchos periodistas extranjeros, de los que estaban en México para cubrir las Olimpiadas, lloviznaba y apenas lograban mantenerse unidos bajo un paraguas, compraron dos libros de Conrad en la librería del señor Botas, era apenas el mediodía y calculaban llegar a Tlatelolco como a las cinco de la tarde, o cinco y media, había dejado de llover y entraron en Zaplana en San Juan de Letrán, adonde no se pudieron contener y compraron las novedades de editorial Lumen, El hombre invisible, СКАЧАТЬ