A la salud de la serpiente. Tomo II. Gustavo Sainz
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Название: A la salud de la serpiente. Tomo II

Автор: Gustavo Sainz

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Biblioteca Gustavo Sainz

isbn: 9786078312054

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СКАЧАТЬ pasaron muy de prisa por la Librería del Prado, y Carlos Hernández les regaló un Harper’s Bazaar y un Creepy, y hasta entonces se dirigieron al cine Manacar, histéricos, porque no se podía ir demasiado rápido, con la premura de no desperdiciar demasiado tiempo, conscientes de su cita en la Plaza de las Tres Culturas, Viviana lo esperaba bajo el paraguas y él corría por el auto y la recogía, o al revés, él se llevaba el paraguas y ella se quedaba bajo un quicio, pero total, cuando llegaron a esa librería, una vez vencido el tráfico, estaban cansados y mojados, como dicen los novelistas decimonónicos hasta-los-huesos, les quedaba un billete de veinte pesos todo arrugado, Viviana quería esperarlo en el auto, ya no podía más, pero el Personaje que no Escupía en las Escupideras no aceptaba, de ninguna manera, ella lo había presionado para ir hasta allá, y él no sabía todavía lo que eso implicaba, dejaron el paraguas en el asiento de atrás y se fueron cantando y brincando un poco como Gene Kelly en Cantando en la lluvia, esquivando charcos, encaramándose en las bases de los postes y alzando la cara para recibir el agua plena y apasionadamente, irresponsables, tan felices que hasta dejaron el cambio del billete de veinte en la librería, el libro sólo había costado 9.90, ruidosos y cada vez más eufóricos, ahora sí a la manifestación, a exigir cuentas de una vez por todas al pinche gobierno, ya encarrerados los ratones que chingara a su madre el gato, habían dejado el coche en una callecita lateral llama­da Asturias y no estaba, ¿cómo?, no habían tardado ni diez minutos y no acababan de creerlo, desandaron el camino una y otra vez, incrédulos, hasta acabar de nuevo en la librería para usar el teléfono y llamar a la Compañía de Seguros, a la policía, a los padres de Viviana y los suyos, para que los recogieran y llevaran a la Delegación para levantar la demanda, y luego a la manifestación en la Plaza de las Tres Culturas, pero en la Delegación el caos era total, aunque lograron solidarizarse con un matrimonio que se había presentado también para reportar el robo de su auto, el Agente del Ministerio Público pasándose de listo, ¿están seguros de que no se los llevó la grúa de Tránsito?, ¿no se los habrán embargado por exceso de pago?, en fin, no sabían nada de lo ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas, adonde no pudieron llegar, Viviana lo consentía, lo mimaba, besaba y acariciaba por todas partes y murmurabaque bueno, piensa que Amón, Cabeza de Carnero reinaba con una estrella sobre el Olimpo y tú, yo que contaba con las espiras en forma de media luna y los novillos castrados jadeando en la encrucijada, tan desasosegado había quedado de ver a Lourdes, pero no pudo pasar por ella, hacía una semana que no sabía de ella, Manuel Rivera lo acompañó a levantar un acta al Servicio Secreto, los periódicos hablaban de cadáveres en Tlatelolco, como si hubieran levantado su autocensura, describían vehículos volcados e incendiados, columnas de humo en el Campo Marte, y era como si toda la ciudad tuviera miedo, se temía incluso que se cancelaran las Olimpiadas, pero se inauguraron los Juegos Olímpicos y su volkswagen apareció por Contreras sin cristales, sin volante, sin asientos, sin llantas, sin portezuelas, sin motor, sin defensas y sin placas, ¿destruido como la juventud de su país?, ¿devastado como su ciudad?, la Compañía de Seguros tardó tres semanas en reconstruirlo, y ellos una semana más para poder circular de nuevo, mientras Sócrates Campos Lemus y muchos otros empezaban la redacción de La novela oficial, los periódicos con listas de desaparecidos, con la supuesta identificación de los líderes de la conjura comunista, días de frustraciones, de discusiones domésticas, en las librerías, en las calles, en el supermercado, y en los suplementos entrevistas con los intelectuales detenidos, Obsesivos días circulares, el Personaje que no Escupía en las Escupideras redactando fichas, la infancia de Lourdes, porque no podía hacer la infancia de Viviana, un poco desesperado, inquieto, ¿por qué tenía esa propensión a numerar, a gobernar lo ingobernable, a narrar lo inenarrable?, la juventud de México dormida, se había dormido, parecía dormida, y el coche que no podía estacionar en ninguna parte, apenas entraba en el cine o en alguna fiesta y ya quería salir para ver si los manifestantes no le habían pasado por encima, o los grana­deros, o si todavía estaba allí adonde lo había dejado, muchas noches de insomnio se levantaba, o a media película y salía para ver si su volkswagen permanecía tal y como, o por lo menos donde lo había dejado, le puso alarmas de todo tipo y trampas que algunas veces funcionaban en su contra, los del Servicio Secreto le demostraron cómo se lo habían robado en siete segundos, se roban de 15 a 20 volkswagen por día le dijo alguien en la Delegación de policía, ¿y por las noches?, y allí iba en zonas olvidadas del Periférico a 140 kilómetros por hora, a todo lo que daba el motor, como para confrontar al vendedor que le entregó el coche y le dijo que no corriera mucho, hasta que supiera manejarlo bien, aunque a veces sentía que el coche lo manejaba a él, la ciudad amenazante ahí afuera, la ciudad antropófaga, carnívora, él manejando casi a la defensiva, como si fuera a una batalla, volvía a su departamento con la camisa empapada en sudor, se tiraba en la cama y sentía que la cama también lo llevaba a toda velocidad por una carretera, no podía escribir, su guión de cine resultó un bodrio, una historia informe y sin sentido como esos juegos mecánicos que montan algunos niños y los adultos que pasan escar­necen, orinan, arrojan bolsas de supermercado llenas de basura maloliente, y siempre llovía y era de noche o parecía de noche, y bajaba la temperatura el día que salió para ir a buscar a Viviana a la escuela de danza y el coche no estaba, ¿se lo habría llevado ella?, pero entonces por qué le había pedido que la recogiera, no estaba, ¿o no había pedido que fuese por ella?, no se lo iban a creer en la Compañía de Seguros, ni en la Delegación, ni los del Servicio Secreto, no podía ser, caminó hasta un teléfono público y no se animó a llamar a nadie, o era que no servía, se pasó las manos por el cabello, por la cara, por todo el cuerpo, la llovizna ligera pasó a tormenta tropical y empezó a correr en busca de refugio, corría para llegar a un lugar seguro, estaba corriendo sin saber a dónde ir, corría desesperado, asustado, imposible distinguir si esa agitación física producía esa carrera, o si esa carrera en la que de pronto volaba a grandes zancadas no era más que un sueño intranquilo producido por su cena ordálica, tenía miedo de no poder ir a encontrar a Viviana, tenía miedo de separarse de ella, jamás podría acortar la distancia que lo separaba de ella, y en eso estaba, un poco arrepentido y un poco intranquilo, mejor si lograba escribirlo todo, ya escrito lo vería menos complicado, y hasta se animaba a intentar interpretar esa relación, porque no entendía por qué le gustaba tanto Viviana, por qué se arrojaba con tanta fuerza hacia ella, ¿sería porque era incomprensible?, ¿o a él le faltaba el “descodificador” adecuado?, ella siempre cifrada, quizás un poco loca, hermosa y agradablemente ajena, como la Nadja de André Breton, como la Maga de Cortázar, pero estaba más cerca que ellas, podía tocarla, dura y suave a un tiempo, delgada y grácil, alta y joven y fresca, una frescura de fruta madura, casi comestible, y lo escuchaba y se comprometía con casi todas sus preocupaciones, se solidarizaba con sus proyectos, o quizás no podía oponerse, quizás la manera de hablar de él, para ella, era tan críptica como la de ella para él, ¿por qué iba a comprenderlo?, porque estaba seguro de que le gustaba, ¿por qué no iba a gustarle?, ¿o le temía?, ¿o le gustaba lejos, en quién sabe qué lugar, aunque no demasiado lejos de su vida?, ¿encontrable?, sí, encontrable, real, en el futuro inmediato, insomne y despierto podría hacer un café y tratar de relajarse para pensar con serenidad, todavía intranquilo y frustrado, quizás más intranquilo que nunca, inseguro, vulnerable, más frustrado que nunca, desasosegado, Viviana no estaría en ningún hospital, no se sabía dónde estaba, ni siquiera sabía si estaba viva, alguien le dijo que su cabello había encanecido, que la vieron en el aeropuerto de Montreal, viva, y por lo menos no sentía el apremio de salir a buscarla inmediatamente, ni la necesidad de interpretar sus acertijos, sus fascinantes trabalenguas, asustado, o más bien aterrorizado por descubrirse todavía dependiente, todavía fascinado por ella, todavía inquieto…

      En un trabajo sin precedente, dentro de mi trabajo de magia negra y blanca, he estado tratando de descifrar tu sueño. Como es un caso difícil tendrás que esperar hasta mi próxima carta. Así pues, espera, y debes hacerlo pacientemente ya que recibirás importantes y extraordinarias revelaciones.

      En el apéndice de tu última carta me pedías que investigara qué películas se estaban exhibiendo en los meses de mayo y junio de 1960 en la ciudad de la Escenografía. Como has de saber desde hace semanas está cerrada la Hemeroteca y han prometido abrirla hasta el dos de enero de 1969. Pero si te hago esperar todo este tiempo, con lo impaciente que eres te volverías más neurótico, y recordé que Genaro es un maniático de los periódicos semanales. Tiene СКАЧАТЬ