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tal vez ella pueda desentrañar la magia: “Estar detrás de este mostrador produce un orgullo familiar. Ansiedad de querer transmitir la pasión por nuestro lugar, con todos los valores que lleva: amistad, cortesía, el ser anfitrión, amabilidad, relatar nuestra historia familiar y argentina, el placer de ver los rostros de asombro y emoción de la gente al entrar. Observar cómo la pulpería es como un libro abierto y escuchar las historias de los visitantes que hacen referencia a cosas que descubren y los transportan a un momento de sus vidas”, afirma.
Los niños son parte de esta postal. Una quinta generación de la familia juega entre las mesas y sus manitos pellizcan las tablas de quesos y salames. La gastronomía es capítulo aparte. El menú cambia según la estación: el invierno es el tiempo de las ollas, el locro en fechas patrias es un poema. Con calor, las carnes asadas; durante todo el año, las picadas con las famosísimas empanadas. Algo picantes; sencillamente geniales.
“La gente viene a buscar paz, aires de campo, el canto de las aves, a despojarse del reloj, activar las sobremesas, comer sin apuros. Quieren descubrir sabores que han perdido, que resaltan la simpleza de la comida tradicional. Aquí recuperan las charlas largas, la gente se conoce, entre las mesas hay un intercambio de diálogos mientras la música acompaña”, resume Fernanda. Son pocos los rincones donde se respira el verdadero sentir nacional.
“El último pulpero nos está guiando. Siempre presente, nos supo transmitir un legado que atesoramos y deseamos que sean muchas generaciones más las que lo continúen. La cocina de la pulpería es la cocina de la familia”, concluye. + info: Avenida 29 al fondo, antes de llegar al puente del Río Luján / Facebook: La Pulpería de Cacho / Instagram: lapulperiadecachodicatarina
Aquí sucede algo extraordinario. La pulpería es un punto de encuentro querido y pieza fundamental para entender y disfrutar de nuestra identidad. Pero las empanadas de Cacho generan devoción. Literal: se recorren cientos de kilómetros para poder probarlas. ¿Qué las hace especiales? Nunca se sabrá a ciencia cierta, el secreto es parte de la magia. Lo concreto es que nadie se resiste a ellas. Cuando estaba Cacho con vida, ya eran famosas. Él las hacía y había hallado una receta que fue su sello. Paola Pozzi, su sobrina, es quien recibió el legado. Intentamos desentrañar el secreto. “Siempre recuerdo cuando Cacho me decía: ‘Bueno hoy vas a hacer el picadillo de las empanadas ¡pero, ojo!, el condimento lo pongo yo’. Él siempre les daba ese toque”. Paola aprendió de los mejores: de su abuela Figenia y del propio Cacho. Grandes cocineros. “Recuerdo que mi mamá me hacía scones después de la escuela. Y mi abuela, la pasta de los domingos y ni hablar de los guisos de lenteja, carrero y de mondongo. Yo la miraba y aprendía”, afirma Paola. “Desde muy chica empecé a hacer sus empanadas. Lo primero fue ayudarlo a hacer el repulgue, que para mí era muy difícil. Mi abuela y Cacho me decían que tenía que tener forma criolla”, sostiene. De a poco, y con los años, fue sumando conocimiento. Figenia y Cacho no están más físicamente, pero viven en Paola. No solo en las empanadas, sino en toda la cocina que se ofrece en la pulpería. Ella está detrás de todo, junto a un equipo de colaboradores. Las empanadas son una cuestión de Estado. “Sé que generan devoción”, afirma. ¿El secreto? Nos da una pista: “Usamos solo productos de muy buena calidad”. No queda otra que probarlas, una y mil veces. ¿Cómo son? Fritas, grandes, jugosas, suculentas y adictivas.
Cacho Di Catarina era un visionario. Jugaba al futbol y él fue el primero en organizar, en 1979, un torneo de futbol femenino que fue un éxito. Dirigió los equipos de damas “El Yunque” y “Las Estrellas”. Muchas de las jugadoras de aquellos años lo recuerdan muy carismático. Así como en la pulpería, así con las muchachas en el futbol. Cacho fue muy querido.
En Mercedes la tradición de ir a tomar un vermut es una religión. Incontables son los boliches que existen, gran parte de ellos muy buenos. Plantean un verdadero circuito tradicional que bien vale extender la estadía en la localidad. Los hay viejos y otros más modernos, que se han reciclado. Algunos son muy recomendables: Bar El Trompezón (en calle 30, ruta 41), Bar y Restó Uh!Meda? (ex ruta 5 y calle N° 178), Almacén Bar Laurino (Calle 29 N° 753) y Lo de Curly, en Altamira, un pueblo que está a 20 minutos de Mercedes.
Lo hemos dicho, la pulpería es territorio de la guitarreada y el canto. Una pareja de notables personajes sobresale: El “Zoco” Larralde y el “Percha” Bustos. Viejos amigos de Cacho que continúan yendo todos los días. Músicos pulperos forjados en las noches eternas criollas. Forman parte de una estirpe de hombres que se sostienen por la amistad, la nobleza y la lealtad. Gauchos. Para completar la experiencia emotiva en la pulpería se recomienda sentarse cerca de ellos para oír sus historias y disfrutar mejor sus canciones.
La fama de la esquina mercedina ha trascendido las fronteras de nuestro país. Alcides Ribeiro Jr. vive en Curitiba, Brasil. Es amante de estos lugares y viaja especialmente, una vez al año, para visitar la pulpería. “En Brasil hay pulperías, más específicamente, en la región del estado de Rio Grande do Sul, que limita con Argentina y Uruguay. En esta región hay muchas fincas agrícolas, mucho campo. Mis padres son dueños de una finca ubicada en la ciudad de Santa María y todavía hay una pulpería típica llamada Boliche do Ronaldo. Por eso en mis vacaciones, cuando los visito, es obligatorio que vaya a Ronaldo a tomar algo y renovar mi energía en ese entorno rural. Se los llama bolichos beira de estrada. Hace unos años fui a Mercedes. Mi esposa Joseane y yo estábamos de vacaciones en Buenos Aires. Alquilamos un auto y pusimos Pulpería de Cacho en el destino de la App Waze. A medida que se estrechaba la distancia y se acercaba la ciudad de Mercedes, la sensación de alegría y curiosidad nos llenaba de expectativa. Marcelo –histórico en el mostrador de la pulpería– nos esperaba detrás de él. ¡El deseo era entrar, arrodillarnos y agradecer a Dios por brindarnos ese momento mágico! Disfrutamos de un clásico fernet, salame quintero y terminamos con una típica parrillada argentina. La pulpería significa el regreso a mi infancia, significa preservar la historia de los gauchos, Don Segundo Sombra, la gente del campo, la música y los sabores. Me gusta mucho ese ambiente bucólico que hay en el aire, cuando entras a la pulpería dejas todo el bullicio de las grandes ciudades afuera y empiezas a disfrutar de todos los detalles mínimos y simples que hay adentro. Hay tanto ahí, con tanta historia, que en un día de visita es muy poco. Por eso decidimos con mi esposa que todos los años visitaríamos la mítica y eterna Pulpería de Cacho”, con emoción resume Alcides la experiencia de conocer estos templos de la tradición.
Almacén Beladrich,
donde la soledad se acoda al mostrador
Paraje Beladrich. Partido de San Pedro
Se llega por intuición y por una hábil interpretación de las indicaciones de los baqueanos. Se acostumbra a decir que el diablo perdió el poncho en estos lugares, y seguramente todavía lo debe estar queriendo hallar. Dicen que por estos caminos cabalgó San Martín y que, cansado, halló refugio en la sempiterna esquina de campo, hoy conocida como Lo de Beladrich. Para muchos está desde siempre. Debe ser verdad.
Ubicada en una esquina solitaria es la única construcción que se ve en una amplia llanura apenas salpicada por islotes de eucaliptus, vacas, silos y molinos. Un puente, unos kilómetros antes, es un mojón necesario para saber que se está en el camino correcto, el asfalto (la ruta 9) queda a casi 50 kilómetros. La humanidad y sus aplicaciones desaparecen a mitad del camino. Es una aventura
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