Desconocida Buenos Aires. Escapadas soñadas. Leandro Vesco
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СКАЧАТЬ una gran familia. Es el concepto principal de nuestro proyecto que también refleja nuestra propia realidad. Toda nuestra historia familiar está puesta en cada ladrillo de este edificio. A mí me toca representar a la tercera generación de la familia Coarasa. Cuando nadie creía posible que este lugar volviera a latir, lo hicimos”, reflexiona, orgulloso, Lucas.

      El salón comedor es amplio. Muy amplio, bien iluminado. Las mesas están adentro y afuera, en las galerías que dan a un patio, al aire libre. La decoración es cuidada. Se tiene la sensación de entrar a un museo de la historia de la esquina, de la familia y de los recuerdos e impresiones que los clientes dejan. “La experiencia que les proponemos a los visitantes se basa en tres conceptos sencillos y vitales: calidad, cantidad y calidez, a lo que se le suma nuestra historia, la que se cuenta sola cuando cruzás la puerta de entrada”, explica Lucas.

      “Con el correr de los años podemos decir que muchas personas entraron como clientes anónimos y regresan como amigos de la familia. Hemos crecido junto a ellos”, resume Lucas. En las paredes se ven artefactos, elementos, fotos que los propios clientes llevan. Un dato curioso: a aquel que va se le ofrecen platos para ser firmados. Escribir una frase, desahogarse luego de ser testigo de una experiencia inolvidable.

      Las palabras están de más. ¿Cómo explicar en palabras un locro servido dentro de un zapallo, un asado, la boloñesa de los domingos, el pan casero, la picada con productos locales? ¿Cómo explicar la felicidad? ¿Cómo describir el orgullo de un hijo que hizo realidad el sueño de un padre? Eso es el Almacén CT & Cía. + info: www.almacenct.com / Facebook: Almacen CT&cia / Instagram: elalmacenct

      “Azcuénaga es nuestro lugar en el mundo, es el pueblo que nos vio crecer y que nos supo esperar cuando ya no le teníamos fe. Es la casa donde crecimos; la casa de la que nos fuimos casi escapándonos y que nunca nos reclamó ese abandono. Es ese lugar que no nos dijo nada cuando decidimos volver, simplemente puso la pava, preparó unos mates, nos miró y nos dio un abrazo cálido sin quejarse de nada. Azcuénaga es ese lugar en el que muchos quisieran vivir y, definitivamente, en el que yo quiero morir”, la descripción de Lucas sintetiza el sentir de la pequeña y pintoresca localidad.

      Frente a la estación ferroviaria está el restaurante La Porteña, conocido por sus pastas. Inolvidables para una legión de sibaritas que recorren los 108 kilómetros que separan esas pastas de la ciudad de Buenos Aires. El lugar fue la sastrería del pueblo. El menú se limita a lo que mejor saben hacer, acaso la clave del éxito de la propuesta. Ocurre algo sorprendente: la magia del lugar se traduce en la luz al entrar por los grandes ventanales, la postal de la calle del pueblo, el campo de la estación. El tiempo quedó detenido en los buenos días de este pueblo. Hay que reservar, no hay muchas mesas y se llena con facilidad. Nadie quiere perderse estas pastas, absolutamente caseras. Canelones de carne y hongos, de calabaza, de verdura. Ñoquis de papa (de verdad) o espinacas. Tallarines (los cortan con cuchillo). Ravioles de seso, espinaca o calabaza. Las salsas son medicinales: de vegetales, boloñesa, tuco y carne, mixta y cuatro quesos. Un imperdible: sorrentinos de osobuco. Clásicos que no pueden faltar en la apertura de la mesa: empanadas con una picada. Nos muestran el camino al paraíso. + info: Av. Terrén y Los eucaliptus / E-mail: [email protected] / Facebook: Restaurante La porteña / Instagram: laportenarestaurante

      Los fines de semana Azcuénaga revive. Los emprendedores del pueblo salen a la calle principal, frente a la estación, para exhibir sus productos. Pastelería, panificación, conservas, quesos, fiambres, artesanías. Todo aquello con lo que se sueña llevar de un pueblo aquí se consigue. Soñada la feria. Por la misma calle, están el Club Recreativo Apolo y la panadería La Moderna, con su típico horno de leña. El pan y las facturas no tienen comparación.

      Por la ruta 7, cerca del kilómetro 100, una YPF anuncia la llegada. Es un pueblo de pocos habitantes que tiene mucha actividad en sus hornos de ladrillo. Aquí un viejo almacén de ramos generales reciclado se convirtió en el punto de atracción del pueblo. Casa Gallo es hoy un típico boliche de campo. Muy bien mantenido, lo atiende un matrimonio joven que decidió dejar la ciudad para volver a darles vida a estas paredes por donde pasó toda la historia de esta pequeña localidad. Se hacen picadas y un horno de barro cocina carnes y empanadas únicas. Una de las estanterías está solo dedicada a ofrecer artículos orgánicos. + info: Instagram: casagallo1880

      A pocos metros está la panadería Santa Teresita, centenaria, con horno a leña. Tres generaciones de panaderos le han forjado una fama importante. Panes, facturas, prepizzas, grisines. Muchas cosas ricas, saladas y dulces completan la oferta. Imposible irse sin visitarla. + info: Instagram: panaderiasantateresitacucullu

      Almacén de Espora,

       refugio para artistas

       Espora. Partido de San Andrés de Giles

      

      La ruta 7 y su tráfico quedan atrás, también la ciudad. Aquellos que llegan a Espora lo hacen por comentarios, por reseñas, por el boca a boca. Pequeñas y delicadas contraseñas que deparan, al final del camino, felicidad, silencio y abandono de las rutinas del mundo moderno. Son 8 kilómetros de tierra. Llegan los que necesitan encontrarse con uno de los rincones más bellos e íntimos del mapa. El Almacén de Espora es la iniciación a una nueva ceremonia: la del reencuentro con el arte y las señales camperas.

      Por el momento en el que estemos aquí, debemos enfrentar la realidad: el hechizo del almacén es fuerte y es inútil ofrecer resistencia. No hay tiempo de regreso. Hay momentos de felicidad y de charlas que disfrutaremos. Un aperitivo, una picada, abandonar la mirada al antojo: una liebre que vemos pasar, los rayos del sol entre las hojas de los árboles. No es necesario plantearse nada más: tenemos una mesa dentro de un almacén hecho a la medida de los sueños.

      “En el año 1999 compré un terreno de dos hectáreas en Espora con la idea de construir una chacra para los fines de semana. Por ese entonces yo vivía en Belgrano (CABA) pero toda mi familia es de Mercedes, a 18 kilómetros de Espora. A medida que la granja crecía y se desarrollaba necesitábamos un espacio para caseros y salió a la venta el almacén. Entonces reconstruimos la vieja tapera que estaba pegada al almacén para Lucas y Margarita, que hasta el día de hoy están conmigo, y conservamos el almacén y sus cosas cerrados durante unos años”, cuenta Claudio Mateo.

      La idea que tenía era poder darle a Espora la posibilidad de que ese lugar de encuentro, el almacén, tuviera el brillo de sus primeros días y que los propios habitantes y esos elegidos visitantes se refugiaran en el secreto baluarte de este arbolado paraje.

      El almacén abrió en 1910, un año antes que la estación ferroviaria. Su presencia fue fundacional. Claudio pretendía que esa bandera volviera a levantarse. En el año 2014 nació la posibilidad de abrir esa puerta y hacer germinar el renacimiento.

      “Se recuperó la estantería y el mostrador original junto a varios objetos encontrados en el sótano. En 2019 vendí mi chacra y transformé el almacén en mi nuevo lugar en el mundo, donde paso los fines de semana y recibo amigos para disfrutar y compartir la vida. Como varios de mis СКАЧАТЬ