Desconocida Buenos Aires. Escapadas soñadas. Leandro Vesco
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СКАЧАТЬ amigos de amigos, y así se fue convirtiendo en algo que muchos llaman un refugio de artistas”, describe Claudio.

      Un atelier con mostrador centenario, eso es lo que nos devuelve la mirada cuando vemos y sentimos el lugar. La restauración es perfecta, no hay detalles librados al azar. Como el primer día que abrió en 1910, de esta manera y con el brillo original, se ven aquellos elementos que durante más de cien años estuvieron al servicio de los pocos –y privilegiados– habitantes de Espora.

      De las paredes cuelgan cuadros, muchos, todos bellos. Las mesas, algunas chicas, otras grandes, son la plataforma para disfrutar de la carne asada o de algo que Claudio recomienda: las empanadas de Margarita. Una copa de vino abona la idea de estar escondido y que jamás nadie nos hallará. Este anonimato se disfruta como una pócima dorada.

      “Cuando recibo gente en el almacén siento que puedo compartir mi espacio para que el viajero pueda tener una experiencia inolvidable, en contacto con la naturaleza y con la historia de un lugar que tuvo su etapa de esplendor y se apagó con el fin del tren”, manifiesta el anfitrión.

      Antes o después, y como todo es tan pequeño, Espora es el patio del almacén. Se lo conoce caminando. Es aconsejable hacerlo oyendo los silencios del campo. La música propia de cada pueblo. Una escuela rural, una ermita a la virgen Stella Maris y un puñado de casas dispersas. Así nace la postal simple y resulta la belleza. Ir en pareja, con amigos o en familia, no existe mejor plan.

      Las vías del tren significan mucho aquí. Claudio es miembro de la Asociación Amigos del Belgrano que se encarga de tareas de mantenimiento. Es común, al visitar el lugar, ver la pintoresca zorrita en las vías. Cuando llueve mucho y los caminos están intransitables, las vías –y esa maravillosa zorra– son la salvación y la única forma de comunicación. A 18 kilómetros está Mercedes.

      El pueblo y su situación actual lo vuelven agreste. Enhorabuena. “La vía inactiva lo convierte en un sitio ideal para ciclistas y amantes de la naturaleza que se pierden en sus túneles vegetales, ya que esta misma inactividad se trasformó en una isla de protección para la fauna y flora autóctona. Se pueden ver liebres, zorros, cuises y muchas especies de aves”, concluye, animado Claudio. + info: es necesario reservar lugar antes y ver disponibilidad de espacio y tiempo. Se recomienda enviar un WhatsApp al 1134331953 / Instagram: almacen.espora / Facebook: Almacén Espora

      “Es muy linda la historia que cuentan los antiguos pobladores de Espora acerca de los carnavales que se festejaban en el paraje. Se llamaban los ‘Corsos a Farol’ y eran así: se disponían frente al almacén dos hileras de faroles a fuelle que un encargado recorría para mantener sus luces. Había comparsas y carrozas además de los típicos disfraces del toro y el ñandú. Muchas veces el toro arremetía contra el público y se armaba gran desparramo. Al ser el camino de tierra, el polvo quedaba suspendido en el aire, y a esto se le sumaba el papel picado. Algunos tiraban chorros de agua. El almacén estaba abierto de par en par en el centro de la escena. La caravana se iniciaba en las vías hasta la antigua carnicería de Persini. El final de fiesta era en el almacén con el gran baile de cierre de conjuntos en vivo de folclore y cumbia. Siempre estamos con ganas de retomar esta leyenda para los carnavales y poder revivirla. Ya se darán las condiciones necesarias”, sostiene Claudio. En Espora todo es posible, fundamentalmente, que los sueños sean realidad.

      La Angelita, la pequeña Siria que enamora con sus aromas

       La Angelita. Partido de General Arenales

      

      La Angelita es un pueblo pintoresco y detenido en el tiempo, que se rige por ceremonias y leyes propias, a un costado de la solitaria ruta 45. En la entrada hay una plazoleta dedicada al Sheij Saleh Al Ali, que luchó contra la ocupación francesa en la República Árabe Siria. Ya se advierte que el bagaje cultural es profundo. La fe árabe se vive con mucha intensidad. “Traemos a nuestros hijos, nosotros tenemos el deber de defender a nuestra gente”, reconoce Muhammad Abdul Karim, Sheij (sacerdote), quien se formó en Madrasas (escuelas) islámicas en Argentina y profundizó sus estudios en ciencias y ley islámicas (la Shari´a), en Siria. La imagen del líder sirio es un símbolo de la resistencia y la preserverancia de la identidad musulmana.

      La mitad de los 270 habitantes son musulmanes (descendientes de sirios). Completamente integrados, se rigen por los preceptos del Islam. Tienen un nombre criollo, pero se reconocen en la comunidad por su nombre árabe. Es el único pueblo, conocido como La Pequeña Siria, con tantos musulmanes practicantes del Islam en el país. Este es uno de los pueblos de visita obligada.

      “Rezamos cinco veces al día, orientándonos hacia La Meca”, sostiene el Sheij, quien fuera de La Angelita es conocido como Alejandro Kerim Abbas. “Todos hablamos y escribimos árabe”, afirma Yamile Salomón (40 años), referente de la comunidad.

      Hay pocos servicios en el pueblo, muy poca señal telefónica y el agua la tiene cada familia a través de pozo. Se trata de la típica localidad rural bonaerense con niños paseando en bicicletas, adolescentes hablando en grupos, despreocupados. Un puñado de casas bajas, calles de tierra y la bandera siria que convive con la argentina. El pueblo más cercano es Ascensión, a 15 kilómetros. El silencio en las calles de la Angelita es un estado de gracia que convoca a la contemplación. No se necesita mucho más.

      Sus vecinos se saludan diciendo Marhaban (hola), Salamu ‘alaikum (que la paz sea con vosotros). Los jóvenes, además de ir a la escuela tradicional, tienen dos veces por semana clases de idioma y religión. “Para nosotros es muy importante porque es nuestra identidad y debemos trasladarla a través de las generaciones”, dice Laial Sahyra Abraham, de 15 años. “La mayor dificultad es que en árabe escribimos de derecha a izquierda”, agrega Laial. Los libros comienzan al revés que los occidentales. “Nuestro comienzo es el fin de los libros normales”, completa.

      “Tenemos amigos por Instagram de Siria, chateamos en árabe”, cuenta Widad Mohamad, de 18. Para practicar y asimilar la cultura, el WhatsApp lo tienen configurado en aquel idioma. Oyen grupos de pop árabes y casi todos han ido a Siria. No son cerrados, tienen amigos de otras religiones, fuera de la colectividad. “Nos respetan y saben cómo son nuestras ceremonias y horarios”, afirma Karim Brahim, de 15 años. “No podemos comer cerdo ni ningún animal impuro para el Islam, como conejo, por ejemplo”, cuenta Yamile. Cordero, pollo, pescado (cualquiera con escamas) y vaca son las carnes aceptadas. Nada de alcohol. En las picadas, muy usuales en la vida rural, solo pueden comer matambre de pollo y vaca. Mortadela, salame y jamón crudo, están vedados.

      No hay mezquita en el pueblo, pero sí un espacio consagrado a la práctica del Islam, que está ubicado en la Sociedad Árabe La Angelita. Punto de encuentro por excelencia de la comunidad musulmana, que desde el 20 de marzo está cerrado por la cuarentena. Aquí está Al Mihrab, que es un nicho semicircular de adoración que está orientado a La Kaaba en La Meca (ciudad sagrada del Islam). Aquí se hacen las Salawat (rezos) y todas las ceremonias que el Islam exige y que sus devotos cumplen con inquebrantable determinación. La fe mueve montañas en la Pequeña Siria.

      Las ceremonias árabes están presentes en cada pequeña actividad en el pueblo. “Bismi llahi al Rahmani al Rahim (En el nombre de Alá, el Clemente, el Misericordioso)”, afirma cada vez que termina alguna oración o menciona a Mahoma (aquí, Muhammad). Las Salawat obligatorias son cinco, pero también se pueden hacer algunas más, llamadas meritorias. “La Salat del alba (faŷr), a las 6.30 a.m.; la Salat del mediodía, (zuhr) a las 13 h; la Salat de la tarde (‘asr), a las 15 h; la Salat del ocaso (magrib), СКАЧАТЬ