Legado de mentiras. Barbara McCauley
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Название: Legado de mentiras

Автор: Barbara McCauley

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: elit

isbn: 9788413751924

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СКАЧАТЬ se quedó muy quieto y entornó los ojos.

      –¿Se trata de una broma de mal gusto? –preguntó él.

      Desde luego, Rebecca no había planeado decírselo de ese modo. ¿Pero por qué se sorprendía? Al fin y al cabo, nada estaba saliendo según lo planeado.

      –Están vivos, Dillon –dijo ella frotándose la barbilla–. Rand, Seth, Elizabeth. Sé que piensas que tus primos murieron en un accidente de coche hace veinticuatro años, pero están vivos.

      –Y una porra –dijo Dillon–. Fui a sus funerales. Estuve frente a sus tumbas abiertas y vi sus ataúdes descender. No me diga que no murieron, señorita. Estuve allí.

      –Es complicado –dijo ella, sabiendo que, decir eso, era quedarse corta– pero, si me das la oportunidad, puedo…

      –Cielo, no tiene oportunidades –dijo él echándose sobre ella para abrir la puerta–. No sé lo que quiere y, francamente, no me importa. ¡Ahora largo de mi furgoneta!

      Entre Dillon y el perro ladrándole, Rebecca no tuvo más opción que bajar de la furgoneta. Se tropezó contra su propio coche y se apoyó sobre el capó para recuperar el equilibrio.

      Dillon puso en marcha la furgoneta y comenzó a avanzar hacia delante. Las ruedas traseras derraparon, levantando polvo y arena.

      A Rebecca le quemaban las lágrimas en los ojos mientras Dillon se alejaba.

      «Maldito seas, Dillon Blackhawk. Maldito seas», pensó.

      Observó el brillo rojo de sus faros traseros mientras Dillon se alejaba hacia la calle principal. Cuando giró hacia la izquierda y desapareció, ella se apoyó sobre su coche y se llevó las manos a la cara.

      Consideró la posibilidad de marcharse. Sería muy fácil meterse en el coche y regresar a la habitación del motel. Luego, por la mañana, ir al aeropuerto y tomar el primer vuelo, dejando que aquel hombre miserable se pudriese en su vida miserable.

      Pero, le gustase a Dillon o no, y obviamente no le gustaba, él era parte de todo aquello. Rebecca no volvería al motel esa noche, y no regresaría a casa al día siguiente.

      Se remangó la camisa para ocultar la tela rasgada, se pasó la mano por el pelo y luego se dirigió de vuelta al bar.

      Las luces aún seguían encendidas en el salón de los Guadalupe cuando Dillon aparcó la furgoneta. Eran sólo las nueve de la noche y sabía que su casera estaría viendo la televisión. La mujer era una adicta a los reality shows, y grababa sus favoritos durante la semana para luego verlos de nuevo el viernes por la noche. El favorito de María era uno en el que un soltero comenzaba a salir con dieciséis mujeres e iba eliminándolas hasta quedarse con una.

      María le había dicho una vez que iba a enviar su fotografía al concurso, que lo consideraba más sexy y guapo que cualquier otro hombre que hubiera aparecido en la tele. Él había fruncido el ceño pero, inmediatamente, ella había hecho lo mismo y se había cruzado de brazos.

      –Va contra las leyes de la naturaleza que un hombre como tú esté solo –había dicho María con aire autoritario–. Necesitas una mujer. Alguien que cuide de ti. Una esposa. Espera aquí e iré a por mi cámara. Vas a ser el soltero favorito de América.

      Debió de ser la expresión de pánico en su cara lo que hizo que María se riera al instante.

      –Algún día, querido –había dicho con un suspiro–. Algún día.

      «Ni hablar», había pensado Dillon. No necesitaba a nadie que cuidase de él y, desde luego, no necesitaba, ni quería, una esposa.

      Desde la parte trasera de la furgoneta, el ladrido de Bowie sacó a Dillon de su ensimismamiento. Apagó el motor, salió de la furgoneta y desató al perro. El animal ni siquiera esperó a que Dillon bajara la puerta trasera, sino que saltó por un lado del remolque y cruzó la calle a toda velocidad hacia la casa de los vecinos, que tenían una preciosa golden retriever llamada Maggie.

      Mientras esperaba a que Bowie regresara, Dillon se cruzó de brazos y se apoyó sobre la furgoneta, disfrutando de la fragancia del jazmín que había en la casa de al lado, escuchando el sonido de los grillos y el ruido del ventilador de María. Estaba demasiado furioso todavía para entrar dentro y sabía que, si lo hacía, las paredes se le echarían encima.

      Al ver que Rebecca Blake había conseguido encontrarlo, se sentía furioso y confundido. Nadie en Resolute ni en ninguno de los otros lugares en los que Dillon había vivido en los últimos dieciséis años sabía nada sobre su pasado. Era así como quería que fuesen las cosas, y así pretendía mantenerlas.

      Al parecer, se había confundido al pensar que Peter estaba detrás de todo eso. Como albacea de la herencia de William Blackhawk, Peter Hansen era el único que sabía cómo contactar directamente con Dillon. En varias ocasiones, aparecía alguno de los ayudantes de Peter requiriendo su firma y aprobación para algunas de las inversiones y transacciones.

      Pero Peter nunca había enviado a una mujer. Y, desde luego, nunca había enviado a alguien capaz de hablarle a Dillon de sus padres.

      Incluso la noticia de la muerte de William Blackhawk le había llegado a Dillon por correo certificado después de que un detective privado lo hubiera localizado. Peter, a su manera pragmática y eficiente, simplemente había escrito:

      Dillon, lamento informarte de que te padre murió hace dos días en un accidente de avión en Nuevo México. El funeral será el jueves a la una en la iglesia de Wolf River. Mi más sentido pésame.

      Peter Hansen, Albacea de Empresas W.B.

      Dillon no había asistido al funeral, pero Peter le había enviado las últimas voluntades que aparecían en el testamento de William Blackhawk, así como su herencia: cincuenta mil acres, que comprendían el rancho Circle B en el condado de Wolf River, junto con otras fincas en Texas, California y Nuevo México. Acciones y bonos del estado. Fondos de pensiones. Cuentas de ahorro. Todo por un valor de cuarenta millones de dólares. Todo para Dillon.

      Él no había aceptado ni un centavo.

      Circle B llevaba cerrado desde la muerte de su padre y Peter supervisaba las propiedades de Dillon. Ninguna de esas cosas, ni el dinero, ni las tierras, significaban algo para Dillon.

      Pero era evidente que, para la señorita Rebecca Blake, sí significaba algo.

      La visita de aquella mujer tenía que formar parte de alguna estratagema. Tres primos que resucitaban milagrosamente. Todos vivos y ansiosos por reunirse con el primo al que apenas conocían. Todos reunidos emotivamente mientras los pájaros cantaban y las flores florecían.

      Menuda tontería.

      Aunque admiraba a la señorita Blake. Desde luego, había hecho los deberes. Lo de su perro y su pie roto había sido interesante pero, si hubiera indagado más, habría descubierto que, seguramente, quedaría aún algunas personas que trabajaban para su padre en el rancho cuando Dillon era pequeño. Era fácil comprar información.

      ¿Cómo podía esa mujer, o cualquier persona en su sano juicio, esperar que fuese a creerse semejante mentira sobre sus primos? Él había estado allí. No era más que un niño, pero había visto con sus propios ojos las cinco tumbas abiertas, los cinco ataúdes descender hacia la tierra aún húmeda por la tormenta СКАЧАТЬ