La casa de Okoth. Daniel Chamero Martínez
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Название: La casa de Okoth

Автор: Daniel Chamero Martínez

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Novelas con valores

isbn: 9788418263828

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СКАЧАТЬ día Aalim no venía cargado de libros como era costumbre en él; en sus manos tan solo portaba un pequeño libro que alzaba al aire para evitar que los niños que se amontonaban en torno a él pudieran alcanzarlo. Una vez todos se encontraron en la ribera del río Cross, Aalim, como era habitual, los dispuso en círculo, situándose él en el centro. Sus primeras palabras aquel día fueron para Okoth.

      –Buenos días a todos. Buenos días, Okoth, y feliz cumpleaños. Hoy es el cumpleaños de Okoth. Venga, vamos a felicitarla.

      Todos los niños la felicitaron al unísono. Okoth se sonrojó mientras sonreía. El profesor prosiguió:

      –Hoy he traído un libro para leer. Lo escribió un hombre hace muchos años y muy lejos de aquí. Ese hombre se llamaba Antoine de Saint-Exupéry y el libro que escribió se llama «El Principito». Habla de un piloto de aviones que se pierde en el desierto y encuentra a un niño que es un príncipe de otro planeta. Hoy Okoth me ayudará a leerlo. Okoth, ven y siéntate junto a mí.

      La pequeña se levantó y se situó junto a Aalim, y el profesor continuó diciendo:

      –Antes de empezar a leer este cuento quiero felicitar nuevamente a Okoth, pero no ya por su cumpleaños, sino porque es la alumna más aventajada; y por ello quiero que antes de empezar nos cuente cualquier historia que sepa. Adelante, Okoth, cuéntanos tu historia.

      Okoth se quedó pensativa; no acertaba a recordar ninguna historia. Su mente estaba en blanco. Su mirada se dirigió hacia la de Ekón, que la observaba con expectación y orgullo, pues su hermana, la más pequeña de todos, era la alumna más avanzada.

      Okoth permanecía callada. Los niños empezaron a susurrarse los unos a los otros haciendo la situación más insostenible para la pequeña. Pasados unos segundos, y justo cuando Aalim iba a pasar por alto el ejercicio, Okoth comenzó a hablar:

      –Mi abuela cuenta que hace mucho tiempo existió un gigante, un gigante llamado Maka. Sus pies y sus manos eran grandes como árboles. Su cabeza tenía forma de olla y podía dar vueltas y mirar a sus espaldas. Maka tenía unos dientes grandes y afilados, y era capaz de comerse a un elefante de un solo bocado.

      »El gigante Maka vivía en las montañas y casi siempre estaba durmiendo. Cuando tenía hambre y sed bajaba de las montañas para comer y beber. Maka comía elefantes y bebía de los lagos y ríos hasta secarlos porque era muy grande. Así que si alguna vez veis que se secan los lagos y no hay elefantes, es que Maka se ha despertado y ha bajado de las montañas para beber y comer.

      Tal y como Okoth terminara aquel breve relato, todos los niños comenzaron a reír y a gritar el nombre de Maka. Aalim los calmó y felicitó a Okoth por la fábula que acababa de narrar; sin duda todo un logro para una niña de su edad, pensó el profesor.

      –Bueno, ahora vamos a leer el libro de hoy. Empezaré yo y Okoth me irá ayudando –dijo.

      Aalim comenzó la lectura de aquel breve libro llamado «El Principito». Los niños no tardaron en quedar fascinados con la historia de aquel pequeño niño en busca de su planeta. Y así transcurrió toda la mañana hasta la hora de la comida, con los niños en silencio escuchando atentamente como Okoth y Aalim leían aquel libro. Cuando finalizaron la lectura arrancaron a aplaudir y hacer preguntas. Poco a poco el profesor fue respondiendo a todos hasta que finalmente los únicos que quedaron junto al río fueron Ekón, Adwim, Okoth y el profesor. Aalim volvió a felicitar a Okoth y le regaló el libro de «El Principito».

      –Toma Okoth; nadie más que tú se lo merece. Así lo querría el hombre que lo escribió.

      –¡Gracias! ¡Tengo un libro! ¡Mira Ekón, tengo un libro! Gracias, Aalim; lo leeré todos los días.

      Los cuatro se fueron andando en dirección a la casa de Okoth, donde seguramente Nazima los esperaba para almorzar. Adwim no paraba de preguntarle acerca de aquella maravillosa historia que acababa de escuchar sobre un niño que resultaba ser un príncipe en busca de su planeta.

      –¿Cómo puede un hombre tener millones de estrellas? –preguntó.

      –Es solo un cuento. Lo que nos quiere decir Antoine, el hombre que escribió el libro, es que en ocasiones perdemos el sentido de las cosas. Tenía muchas estrellas pero solo sabía contarlas.

      –Yo también quiero contar estrellas. ¿Okoth, tú quieres una? –replicó Adwim.

      –Sí –contestó Okoth.

      –Esta noche contaré estrellas y una será para ti.

      –Gracias, Adwim.

      –Yo te regalaré otra, Okoth –dijo Ekón mientras todos echaban a reír.

      Cuando llegaron a la choza, Nazima ultimaba un fabuloso guiso que desprendía un aroma irresistible.

      –Buenos días, Aalim –le dijo al profesor.

      –Buenos días –respondió él.

      –No sé cómo tiene usted tanta paciencia con tanto niño –agregó Nazima.

      –No es para tanto. La verdad es que compensa.

      –Bueno, esperemos que sirva para algo –sentenció Nazima.

      –¡Mira, abuela, Aalim me ha regalado un libro por mi cumpleaños! ¡Y Adwim una terracota de Nok! ¡Y esta noche me regalará una estrella! ¡Y Ekón otra! –dijo feliz Okoth.

      Nazima sonrió y examinó la estatuilla. Las gemelas Kakra y Banji, que ayudaban en las labores culinarias, se abalanzaron rápidamente para ver los regalos que portaba Okoth. Una de ellas, Banji, dijo:

      –¡Qué bonita; yo quiero una!

      Nazima, que andaba ya escudriñando el libro que Okoth guardaba bajo el brazo, les dijo a las gemelas:

      –Sacad la olla y llevadla junto al árbol; hoy comeremos allí –y añadió–. ¿Le ha regalado ese libro a la niña?

      Aalim sonrió y dijo:

      –Sí, de eso quería hablarle. Los progresos de Okoth son impresionantes. Creo que debería acudir todos los días a la escuela. Yo mismo la recogería y acercaría de regreso.

      Nazima se quedó pensativa mirando fijamente al profesor. Dirigió la mirada durante un par de segundos hacia la pequeña Okoth y de nuevo volvió al rostro de Aalim, que expectante esperaba la respuesta de la abuela.

      –¿Ha comido? –preguntó finalmente.

      Aalim se quedó mudo y finalmente, sonriendo, contestó:

      –No.

      –Pues hoy comerá con nosotros. Quiero que me cuente eso de la escuela. Vamos niños; hoy es el cumpleaños de Okoth y comeremos junto al baobab. Adwim, tú también.

      Los tres niños echaron a correr en dirección al árbol mientras Nazima y Aalim marchaban a paso lento tras ellos.

      Kakra, Banji, Ekón, Adwim y Okoth disfrutaron de una deliciosa comida junto a Nazima y Aalim bajo la sombra del baobab. El sol calentaba suavemente y la tarde era apacible. Nazima y Aalim hablaron de Okoth y pronto acordaron la asistencia diaria de la niña a clase bajo la tutoría del profesor, СКАЧАТЬ