La casa de Okoth. Daniel Chamero Martínez
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Название: La casa de Okoth

Автор: Daniel Chamero Martínez

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Novelas con valores

isbn: 9788418263828

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      la casa de okoth

      daniel chamero martínez

      Título original: La casa de Okoth

      Primera edición: febrero 2021

      © 2021 Editorial Kolima, Madrid

      www.editorialkolima.com

      Autor: Daniel Chamero Martínez

      Dirección editorial: Marta Prieto Asirón

      Maquetación de cubierta: Sergio Santos

      Maquetación: Carolina Hernández Alarcón y Lucía Alfonsín Otero

      Colaboración: Isabel Cascajo Jiménez

      ISBN: 978-84-18263-82-8

      Depósito legal: M-5174-2021

      Impreso en España

      No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares de propiedad intelectual.

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      «Confía en el tiempo; suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades».

      Miguel de Cervantes

      Para aquellas personas que nunca se rinden.

      Para ti, siempre para ti papá… y para ti también, mamá, siempre para ti también

      Prólogo. La Isla del Tesoro

      No recuerdo cómo, ni si hubo un Billy Bones que hiciera llegar a mis manos el mapa del tesoro de Isla Esqueleto. No fue en la posada del Almirante Benbow, aunque son cientos las veces que estado allí entre piratas.

      Jamás hubiese imaginado en la primera de aquellas visitas, con sedienta y temblorosa lectura, que en aquella historia de viejos piratas me aguardaba un auténtico tesoro: la lectura.

      Hace unos treinta y tres años que me embarqué en «La Hispaniola» y sé que nunca la abandonaré.

      Palabra a palabra, página a página, fui navegando de libro en libro, de alma en alma… en busca del tesoro.

      Cada historia leída un tesoro encontrado. Y seguí trazando, y seguí buscando, desenterrando y volviendo a enterrar… mi tesoro.

      No fue en Isla Esqueleto sino una noche como otra cualquiera, rodeado de un silencio absoluto, sobre la fina y sedosa arena del desierto… Del cielo… brotaban sinuosas y brillantes letras que me guiaban tras la búsqueda del Alquimista. Allí encontré mi segundo gran tesoro: la escritura.

      Les presento mi segunda novela La casa de Okoth, editada por editorial Kolima a la que siempre le estaré agradecido. En ella van muchas horas de trabajo, pero sobre todo, en ella van un montón de sueños y la historia de una pequeña llamada Okoth que estoy seguro que les cautivará como a mí.

      No olviden que para este niño es un orgullo que ustedes lo lean. Espero que la disfruten; yo mientras regreso a la posada del almirante Benbow en busca de mapas que me lleven a nuevos tesoros.

      Daniel Chamero Martínez

      Primera parte lluvia

      1. La aldea

      El 1 de septiembre de 1979, y tras nueve meses de sequía, cayó la primera gota. Días antes, a cientos de kilómetros de allí, sobre el océano Atlántico, el sol calentaba la superficie del mar dando lugar a grandes columnas ascendentes de vapor de agua. Todo ese volumen de agua en estado gaseoso se elevó por medio de corrientes de aire hasta las capas superiores de la atmósfera. Allí, a miles de metros de altitud y debido a la menor temperatura existente, el vapor de agua se condensó dando lugar a pequeñas porciones de agua en estado líquido y formando eso a lo que llamamos nubes. El resto lo hizo el azar, la casualidad, o simplemente el viento.

      Durante cientos de kilómetros el viento fue guiando a toda aquella masa de agua hasta el principio de esta historia. Primero fue la costa de Mauritania, le siguieron Mali y Burkina Faso, Benín, y finalmente Nigeria. Una vez en Nigeria, la borrasca atravesó los estados de Níger, Kwara, Kogi, Nassarawa, Benue, Enugu, Emboyi, y finalmente Cross River. Y concretamente en el sudoeste de Cross River y sobre una aldea llamada Okuni, la enorme borrasca comenzó a descargar la lluvia que tan ausente había estado los nueve meses anteriores.

      Primero fue una gota. De entre los millones de gotas que componen la lluvia hay una que es la primera en caer. El viento, fuerte y frío, siguió condensando el vapor de agua que conformaba la mayor parte de la borrasca; las pequeñas porciones de agua condensada fueron chocando unas con otras formando lo que llamamos gotas, hasta que finalmente, y debido a su aumento de peso, dejaron de ser volátiles y cayeron por la acción de la gravedad.

      Una gota de lluvia al caer tiene un volumen de 0,5 a 6,35 milímetros. Su velocidad de caída varía dependiendo de su volumen y oscila entre los 8 y los 32 km/h.

      La primera gota de aquella lluvia que descendió sobre Okuni después de nueve meses tardó exactamente unos seis minutos en caer. A una velocidad de 5,5 m/s comenzó a recorrer los aproximadamente 2.000 metros que la separaban del suelo raso de Okuni. Aquella gota fue perdiendo y recuperando continuamente su forma esférica debido a la velocidad de caída y a la resistencia del rozamiento del aire; de un lado a otro sus frágiles e inconsistentes paredes hacían tambalear su forma durante la caída. Finalmente, a pocos metros del suelo, alguien se cruzó en su camino.

      Nazima pasó a dos metros escasos de la trayectoria de aquella gota de agua. Como si el tiempo se hubiera detenido, se quedó contemplando su caída. Mientras la miraba, y durante el exiguo tiempo que pudo hacerlo, la expresión de su cara hizo un par de muecas abrazando la tan esperada lluvia con una sonrisa. Pudo contemplar perfectamente como aquella gota de agua impactaba contra la árida y polvorienta superficie de tierra, formando una perfecta corona de agua y polvo. Nazima detuvo su paso acelerado y estuvo cerca de dejar caer los paños limpios que portaba en sus manos, mientras observaba la marca de aquella gota en la tierra. Pasados unos segundos su sonrisa se hizo extensa, cerró los ojos, y alzando el rostro hacia el cielo dejó que gota a gota la lluvia humedeciera su cara al tiempo que olfateaba el característico olor de la lluvia al caer sobre la polvorienta y necesitada superficie de Okuni.

      Sin llegar a ser una anciana y con apenas cincuenta años, Nazima ya era abuela de cinco niñas y un niño. Desde muy joven y por deseo de su madre, se había dedicado a ejercer de matrona de la aldea. Ella misma estuvo en el parto de sus seis nietos, del mismo modo que dio las indicaciones necesarias cuando su única hija, Hafsah, vino al mundo.

      Entre las labores de Nazima no estaba solo la de СКАЧАТЬ