Mujeres intensamente habitadas. María Alfonsina Angelino
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СКАЧАТЬ style="font-size:15px;">      Esa es la imagen que le gusta mostrar de sí misma. Nada la detiene. Ni el autismo de su segundo hijo varón, ni el accidente cerebrovascular y sus consecuencias en Zoe, de seis años. Nada. Tanta energía sinérgica deja en evidencia mis propias limitaciones. ¿Cómo podrá hacerlo?

      Soledad, callada, melancólica. Me une a ella nuestra condición de madres adoptivas y se lo dije a poco de andar nuestra conversación. Esta declaración fue un remanso a partir de lo cual las dos nos relajamos, para seguir luego compartiendo vivencias en torno a la discapacidad, la adopción y la maternidad.

      Leonela, una madraza, como le gusta nombrarse. Luminosa, digo yo. Cuando la invité, dudó: ¿Qué puedo decirte yo que te sirva? La conozco desde hace mucho tiempo y siempre me conmovió su historia. Lo que es común entre nosotras se me desdibuja por momentos, aunque la empatía es total. No siento ni lástima pegajosa ni una admiración simulada. La quiero mucho y la respeto en su actitud ante la vida. Una de sus hijas me acompaña en el cuidado de mis hijxs y eso nos hace cercanas en el afecto y en el cuidado de los nuestros.

      Lara, protectora, inquieta. A ella también la conozco hace mucho tiempo, de su participación en organizaciones vinculadas a la discapacidad y la sordera, y esa es nuestra conexión o común (unidad). Participa del Foro Municipal por la Discapacidad y del Círculo de Sordos, aunque ella no lo es, pero sí su hija del medio. Por ella dice estar allí, representándola hasta que sea más grande.

      Lya, frágil y sarcástica a la vez. Me une a ella el profundo afecto de haber compartido la formación académica y la militancia. También es trabajadora social y, como estudiantes, fuimos parte de la misma agrupación. La vida nos llevó por distintas vías hasta que la discapacidad nos volvió a reunir. El sarcasmo y la acidez fueron siempre sus marcas personales. Hoy, madre de tres hermosas criaturas, está sensibilizada a más no poder. Llora buena parte de la larguísima entrevista y aunque no es (o no era) creyente, una cierta idea del castigo se cuela en su relato. Te acordás cuando yo me reía de los tullidos, viste lo que me pasó ahora, ¿no?, pregunta sin querer respuesta. Y se ríe de sí misma, conmocionada, dolorida. Su marido es su ancla y su remanso. Sin él, no podría, dice. Él es quien le pone humor a lo que nos pasa, yo no puedo más.

      A Mara, calma, la conocí el día de la entrevista, un hermoso domingo por la mañana. Conversamos durante unas tres horas en su casa de Gualeguaychú. Nos contactó una persona en común. También estaba Mía, una de sus hijas, todo el tiempo en su falda. No faltaron entre ellas los besos reiterados, abrazos de oso. Se repitieron a lo largo de nuestra conversación. Mara, creyente y practicante, abrió las ventanitas de su vida a partir de la vida de Mía. Así, con el nacimiento de Mía comenzó el relato con una voz pausada y tranquila acerca de quién era ella, Mara en primera persona. Sentimos afecto a primera vista; lo que tenemos en común podría ser la mezcla agridulce de las luchas cotidianas. No tengo la entereza que ella deja advertir. Madura y afectiva, contenedora, agradeció la charla y yo también. Un abrazo profundo nos llevó al borde de las lágrimas. Hablar es curarse un poco, me dice al despedirse.

      Con Franca, Luz, Serena, Lydia y Vera nos encontramos en una conversación colectiva en Maciá a fines de noviembre de 2012. Pasó algo raro, o al menos algo que me sorprendió gratamente. La idea del viaje surgió repentinamente. Las mujeres que convocó acudieron. Aun cuando luego confesaron que ni siquiera sabían muy bien cuál sería finalmente el propósito de la reunión, pero que no les importó; se convocaron, sabían que era algo para hablar de discapacidad y que aquí en Maciá no hay muchas oportunidades. Cada relato abrió un mundo increíble de ires y venires, de razones y sinrazones, de apuestas y conquistas. El clima fue distendido. Ellas se conocían entre sí, la extraña era yo. Haber nacido y vivido casi la mitad de mi vida allí y que mis padres aún lo hagan allanó el camino.

      Clara, sonriente, mujer en movimiento, visiblemente cansada. Con ella también nos une nuestra condición de madres adoptivas. La burocracia y el papeleo la han maltratado, y hace diez años que espera resolución al juicio de adopción de Luca. A ella la recordaba de un taller que ofrecimos desde el espacio de extensión sobre derechos y discapacidad en la escuela especial para ciegos. Recuerdo que me conmovió su relato y su entereza y por eso decidí convocarla. Ella había decidido dos cosas que me atraviesan: adoptar a alguien con discapacidad. Necesitaba escucharla.

      A Ema, una luchadora incansable, la conozco desde hace mucho tiempo por haber compartido espacios y actividades políticas, desde la época en que la discapacidad no la involucraba. Se considera nueva en esto. Recientemente, cuando nos (re)encontramos, fue en circunstancias en que la discapacidad sí tenía centralidad. Es tenaz, fuerte y con una energía inagotable. “Va pa’ lante”, sin medidas.

      Es desde estas trayectorias cotidianas que de algún modo he compartido con las mujeres, con las que ya conocía y con las que no, y me he permitido hablar de/con mujeres encarnadas que atravesaron mi garganta. Creo que a ellas también algo les sucedió a partir de ofrecerme sus relatos. Como dijo Mara, hablar es curarse un poco. Me hablaban a mí y sus voces no solo entraron por mis oídos (se desgrabaron y escribieron) sino que vuelvo a decirlo: atravesaron mi garganta. Y en ese hablar(me) se hablaron a sí mismas.

      18. Raúl Díaz sostiene que el término recolección no da cuenta del proceso de construcción de sentido durante el trabajo de campo, y utiliza la metáfora de cultivo acorde con el tratamiento de bricoleur que propone Denzin. En Díaz, R. (2005). “El proceso metodológico”, material de la cátedra de Investigación Educativa, Universidad Nacional del Comahue, Cipolletti.

      19. En varias de las entrevistas personales se dieron momentos en que la conversación giró en torno a los derechos, los trámites y las gestiones, como si fuese una prolongación del espacio de acompañamiento del proyecto de extensión.

      20. Denzin invita a que “entrevistador y entrevistado logren la entrevista reflexiva, pues no hay ruptura y producción de conocimiento si la propia subjetividad no es puesta en duda. La situación de entrevista debe ser vista como ese espacio de interceptación no para rehuir de él, sino para ver cómo todos estos elementos se ponen en tensión” (2001).

      21. Ver apartado “Múltiples máscaras de la discapacidad: carecer de lo normal”.

      22. La vida narrada se produce en una recuperación del pasado “a partir de las huellas de un sujeto en trance de desdoblamientos múltiples. Sin embargo, es justamente este sujeto desdoblado en varias facetas el único capaz de reconstruir el pasado, considerarlo desde el presente, revisarlo, pasarlo por filtros de diversas categorías y desarrollar una lógica narrativa en la que procura dotar de sentido aquello que cuenta” (Santamarina y Marinas, 1999, p. 276, en Vázquez Melina (2009), “La política desde abajo: narrativas militantes de jóvenes desocupados y desocupadas en Argentina”, en Revista Latinoamericana en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Nº7. СКАЧАТЬ