Название: Papel pintado
Автор: Diego Giacomini
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная деловая литература
isbn: 9789505567782
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En el último capítulo de este libro presentamos la propuesta Giacomini–Milei para la Argentina. Podría ser considerada una propuesta prima hermana de la que el profesor Jesús Huerta de Soto hace para la economía mundial. Ambas se enmarcan en del pensamiento económico y monetario de la escuela austríaca, y se encuentran en las antípodas de lo que enseña el mainstream económico.
h) Por qué la creación del BCRA fue inmoral
La visión monetaria del mainstream económico no solo es un error intelectual sino que (mucho más importante) está peleada con la moral. Conlleva una fuerte pérdida de libertad y, por ende, de prosperidad para los individuos. Es la moral la que determina, primero y antes de todo, el diseño de las instituciones. Después surgen los diagnósticos, se delinean las políticas y se obtienen los resultados.
Y bien: el BCRA es un ejemplo de cómo la falta de moral crea una institución inmoral, que conduce a pésimos resultados. En 1935 el BCRA se creó para disolver definitivamente la caja de conversión y suprimir la conversión automática al oro del peso nacional. Junto a esta inconvertibilidad del peso, se autorizó a emitir moneda nacional con respaldo de documentos comerciales, títulos del Tesoro y adelantos de recaudación impositiva. El objetivo de toda esta operatoria era interrumpir el fuerte proceso de valorización de la moneda argentina (para favorecer la exportación), que hacía años que se fortalecía como resultado del ingreso masivo de capitales al país, que era considerado refugio internacional en el difícil período de entreguerras.
En pocas palabras, el BCRA constituyó en su origen una corporación formada por el gobierno y los bancos particulares (4). Los resultados hablan por sí solos. Sin BCRA, la inflación ascendió a +3,4% promedio anual entre 1884 y 1934. Con BCRA mixto, la inflación (+6,0%) promedio anual se duplica entre 1935 y 1946. Con BCRA nacional y popular, la inflación promedio anual salta a +224,7% entre 1946 y 1991, incluyendo dos hiperinflaciones (1989 y 1991) sin guerras. Sin BCRA y con la Convertibilidad ya en funcionamiento pleno (5), la inflación bajó a +2,8% promedio anual entre 1992 y 2001. Posteriormente, luego de salir de la Convertibilidad y recuperar el BCRA nacional y popular, la inflación recupera su tendencia alcista en forma sostenida, pasando de +9,4% (Néstor Kirchner) a +19,8% (CFK I); +28,3% (CFK II) y +41,1% (Macri) promedio anual a lo largo de cuatro mandatos presidenciales. Punta a punta, la tasa de inflación promedio anual asciende a +25,1% entre 2002 y 2019 (6).
La creación del BCRA, que analizaremos en detalle más adelante en este libro, y los resultados obtenidos, no pueden sorprender. Por el contrario, el BCRA es tan solo un ejemplo más de un fenómeno que ha sido la regla a lo largo de la historia. Los gobiernos siempre se han preocupado por controlar la moneda en forma férrea. ¿Por qué? Porque los burócratas de los gobiernos siempre se enriquecieron y ganaron poder a partir del control de la creación del dinero. Primero se preocuparon por controlar la acuñación privada, lo cual les permitía lucrar con el señoreaje. Más tarde perfeccionaron la estafa y se hicieron del monopolio de la emisión, con lo cual potenciaron la estafa del impuesto inflacionario. Pero esto es tan solo una parte del “asunto”. Además, está el proceso de creación secundaria del dinero (bancario), que surge de la intermediación financiera y es más potente que la creación primaria de dinero (base monetaria).
La creación de dinero bancario, que supuestamente está controlada por los gobernantes de turno, es en realidad un proceso de monetización que surge de la asociación inmoral y la complicidad solidaria entre burócratas del Estado y banqueros. Ambos jugadores se enriquecen conjuntamente a partir de avanzar contra la propiedad privada de los depositantes que dejan su dinero en guarda en depósitos a la vista. Los políticos respaldan la actividad irregular de los banqueros, les conceden exenciones y privilegios para no encajar el 100% de los depósitos a la vista y crear (ganar) dinero artificial a cambio de que una porción del botín vuelva en forma de financiamiento de gasto público, colocación de deuda y/o pago de favores por debajo de la mesa.
La asociación existente entre Banco Central y bancos comerciales está presente en todos los países del mundo y en todos lados es tan grosera que en ningún país se la menciona, discute o debate. Vale la pena traer a colación lo acontecido en EEUU en 1993. Aquel año, el tejano Henry B. González presentó un proyecto de ley para abrir el Banco Central al escrutinio público. El proyecto de ley de González requería auditorías independientes completas de las operaciones del Banco Central, grabar en video las reuniones del comité de política monetaria y la divulgación de informes detallados de esos encuentros en el plazo de una semana. Además, se planteaba que los presidentes de los Bancos de la Reserva Federal fueran elegidos por el presidente de los Estados Unidos en lugar de, como son ahora, por los bancos comerciales de las 12 respectivas regiones.
Obviamente, el proyecto nunca se transformó en ley. Los bancos comerciales no solo fueron los principales detractores del proyecto de ley, sino que se convirtieron en los máximos operadores en su contra. De hecho, el New York Times del 12 de octubre de 1993 escribió: “El Banco Central ya está trabajando entre bastidores para organizar batallones de banqueros que ahuyenten a aullidos los esfuerzos por politizar el Banco Central”. En otro párrafo, el New York Times de ese día sostenía: “El camino seguro para minimizar la inflación es que los banqueros privados nombren a los presidentes de los bancos centrales regionales. ¿Y por qué es el papel del banquero privado un camino tan seguro? Porque, según los funcionarios del Banco Central, los banqueros privados son a nivel mundial los enemigos más fieros de la inflación”
Los argumentos contra la ley se edificaron siempre sobre el mismo pilar: dicha ley atentaba “contra la independencia del Banco Central, constituyendo esto una seria amenaza contra su lucha contra la inflación”. No sorprende que el 8 de octubre de 1993 el New York Times escribiera: “Las reformas de González, podrían ser vistas por los mercados financieros como debilitadoras de la capacidad del Banco Central para combatir la inflación”. Es decir, los bancos comerciales estaban en contra de minar la independencia del Central, porque dicha acción sería inflacionaria.
El mismo New York Times del 14 de octubre de 1993 levantaba las declaraciones de Alan Greenspan (titular de la Reserva Federal de EEUU), quien explicaba: “La falta de obligación de dar cuentas del Banco Central es un precio pequeño a pagar por evitar dejar la conducción de la política económica bajo la influencia cercana de políticos sujetos a la presión inflacionaria del ciclo electoral de corto plazo”.
En pocas palabras, se podría decir que los bancos comerciales son los principales sostenedores de la independencia de los bancos centrales basándose en la curiosa letanía que sostiene que “el público, en definitiva, está desesperadamente necesitado del control absoluto sobre el dinero por parte del Banco Central para ser salvado de sí mismo y de sus lujuriosas tentaciones proclives a la droga de la inflación”. Según este planteo, vivimos en sociedades con una fuerte adicción a la inflación, mientras el Banco Central, protegido por sus aliados los banqueros, va solo a la guerra antiinflacionaria como si fuera un incomprendido Don Quijote.
Este planteo es como mínimo curioso. De acuerdo con nuestra visión, esta lógica es hipócrita y encubridora de la verdad. Como ya dijimos, los mercados monetarios y financieros son los más intervenidos y regulados en todas las economías. Sin embargo, los regulados están luchando en favor del poder del regulador. Los bancos comerciales plantean que es imprescindible la devoción al Banco Central. ¿Alguien puede imaginar a empresas privadas alimenticias o laboratorios privados luchando por defender y otorgar poder absoluto a las agencias nacionales que los controlan y regulan? Claramente, no. Por el contrario, ¿no sería más СКАЧАТЬ