Название: Ravensong. La canción del cuervo
Автор: TJ Klune
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9789877476613
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Flexioné las manos y esperé.
–¿Qué sucederá cuando alcancemos la manada? ¿Se han detenido a pensarlo en serio? Nos confirmarán que hubo Omegas por allí, ¿y luego qué? ¡Maldición! –exclamó Carter y miró con furia a Joe–. ¿Piensas que sabrán dónde está el bastardo de Richard? No lo saben. Nadie lo sabe. Es un fantasma y nos está acechando. Nos…
–Es el Alfa –replicó Kelly, los ojos centelleantes–. Si cree que esto es lo que tenemos que hacer, lo haremos.
Carter rio con amargura mientras caminaba de un lado a otro a lo largo de aquella habitación de porquería.
–Un buen soldadito. Siempre en la línea. Lo hacías con papá, y ahora lo haces con Joe. ¿Qué mierda sabrán ustedes? Papá está muerto y Joe es un niño. Solo porque es un maldito príncipe no tiene el derecho de apartarnos de…
–No es justo –afirmó Kelly–. Que estés celoso porque no eres el Alfa no te da derecho a que te desquites con los demás.
–¿Celoso? ¿Piensas que siento celos? Vete al diablo Kelly. ¿Qué mierda sabes? Yo soy el mayor. Joe era el niñito de papá. ¿Y quién demonios eres tú? ¿Qué tienes para ofrecer?
Carter sabía dónde cortar. Sabía qué haría sangrar a Kelly. Qué cosas lo harían reaccionar. Antes de que pudiera moverme, Kelly se había lanzado sobre su hermano, las garras extendidas, los ojos naranjas y brillantes.
Carter se enfrentó a su hermano con colmillos y fuego, los dientes afilados y el pelo brotándole de la cara mientras se transformaba a medias. Kelly era rápido y aguerrido, y cayó de cuclillas sobre los pies después de que su hermano le cruzara la cara de un bofetón. Me puse de pie, sintiendo el aleteo de las alas del cuervo, la necesidad de hacer algo antes de que llamaran a la maldita policía y…
–Basta.
Un estallido de rojo me golpeó el pecho. Decía deténganse y ahora y Alfa soy el Alfa, y me tambaleé al sentir su fuerza. Carter y Kelly se quedaron quietos de la conmoción, con los ojos abiertos, gimoteando quedamente, heridos y en carne viva.
Joe estaba de pie junto a la cama. Sus ojos brillaban con la misma furia roja que los de Thomas. No se había transformado, pero parecía que no le faltaba mucho. Tenía la boca retorcida, las manos a los costados cerradas en puños. Noté que un hilo de sangre caía sobre la alfombra sucia. Debía de haber sacado las garras, que se le estaban clavando en la palma.
El poder puro que emanaba de él era devastador. Era salvaje y lo abarcaba todo, amenazaba con arrollarnos a todos. Carter y Kelly empezaron a temblar con los ojos abiertos y húmedos.
–Joe –dije en voz baja.
Me ignoró, le palpitaba el pecho.
–Joe.
Se volvió para mirarme, mostrándome los dientes.
–Basta. Tienes que contenerte.
Por un instante, pensé que me ignoraría. Que se volvería hacia sus hermanos para quitarles todo, y convertirlos en cáscaras vacías y dóciles. Ser un Alfa conlleva una responsabilidad extraordinaria y, si quisiera, podría hacer que sus hermanos satisficieran hasta el más mínimo de sus caprichos. Serían parásitos sin cerebro, su libre albedrío completamente destrozado.
Yo lo detendría. Llegado el caso.
No hizo falta.
El rojo de sus ojos se desvaneció y no dejó más que a un muchacho de diecisiete años asustado, llorando y temblando.
–Estoy… –dijo con la voz ronca–. No lo sé… Oh, Dios, oh…
Kelly se movió primero. Apartó a Carter y se apretó contra Joe, le frotó la nariz cerca de la oreja y contra el cabello. Las manos de Joe aún eran puños cuando Kelly lo abrazó. Rígido e inconmovible, tenía los ojos abiertos clavados en mí.
En ese momento, Carter se acercó también. Abrazó a sus dos hermanos y les susurró palabras que no llegué a entender.
Joe nunca me apartó la mirada.
Esa noche, durmieron en el suelo. Hicieron un nudo con el edredón floreado y las almohadas que quitaron de la cama. Joe en el medio, con un hermano a cada lado. La cabeza de Kelly descansaba sobre su pecho. La pierna de Carter estaba extendida sobre los otros dos.
Se durmieron primero, agotados por el ataque mental.
Me quedé sentado en la cama, contemplándolos.
–¿Por qué me está pasando esto? –me preguntó Joe, bien entrada la noche.
–Tenías que ser tú –suspiré–. Era… –sacudí la cabeza–. Eres el Alfa. Siempre estuviste destinado a serlo.
Sus ojos brillaron en la oscuridad.
–Vino a buscarme. Cuando yo era pequeño. Para llegar a papá.
–Lo sé.
–No estabas allí.
–No.
–Estás aquí ahora.
–Lo estoy.
–Podrías haberte negado. Y no podría haberte obligado. No como a ellos.
No supe qué decirle.
–Papá no lo habría hecho. No habría…
–No eres tu padre –dije, en un tono más brusco de lo que pretendía.
–Lo sé.
–Eres dueño de ti mismo.
–¿Lo soy?
–Sí.
–Podrías haberte negado. Pero no lo hiciste.
–Tienes que mantenerlos a salvo –repuse en voz queda–. Esta es tu manada. Eres su Alfa. Sin ellos, no existes.
–¿En qué te convertiste cuando estuviste sin nosotros?
Cerré los ojos.
No dijo nada más por un largo rato después de eso. La noche se extendía a nuestro alrededor. Pensaba que se había dormido cuando habló:
–Quiero ir a casa.
Volvió la cabeza, la cara contra la garganta de Carter.
Me quedé mirándolos hasta que amaneció.
Él a veces soñaba. Tenía unas pesadillas terribles que lo hacían despertar llamando a los gritos a su papá, a su mamá, a Ox y a Ox y a Ox. Kelly le tomaba СКАЧАТЬ