El arte de criar un cachorro. Monks of New Skete
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Название: El arte de criar un cachorro

Автор: Monks of New Skete

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия: Perros

isbn: 9788499109312

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СКАЧАТЬ y el monje respeta plenamente los deberes de Anka.

      En cuanto el cachorro está seco, es pesado en una balanza; el perrito se agita sobre la superficie fría. El primer cachorro de Anka es un macho de gran tamaño de acuerdo a nuestros estándares, pesa 0,6 kilogramos, y en cuanto regresa al suelo del nido, levanta la cabeza, la balancea y de inmediato gatea hacia Anka, que yace al otro lado del nido. Ella lo anima lamiéndolo y empujándolo con suavidad hacia delante. El cachorro no vacila al avanzar y, con tozudez y persistencia, se encamina hacia la zona central del cuerpo de Anka, consciente de algún modo de dónde están sus pezones. El primer cachorro muestra una gran determinación para alcanzar la tetilla. Al nacer, los cachorros no pueden ver ni escuchar, ya que son sentidos que desarrollan durante sus primeras semanas de vida; el hecho de que el olor y el tacto sean sus únicas herramientas al nacer hace más impresionante el movimiento.

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       El cachorro recién nacido emite un chillido estridente.

      A continuación, el cachorro se dirige directamente hacia los pezones posteriores (los que tienen un mayor suministro de leche) y se aferra a uno de ellos. Balancea la cabeza rítmicamente adelante y atrás, y aprieta el pezón con las patas, en armonía con su lactancia, un movimiento que estimula la corriente de leche. Clava las patas traseras en el suelo como si quisiera impulsarse hacia el fondo del pecho. Anka sigue limpiando al cachorro periódicamente, y después se relaja con un suspiro hondo, satisfecha de que la dura prueba haya terminado.

      Pronto descubre que apenas acaba de empezar.

      Unos cuarenta minutos después del nacimiento del primer macho, el descanso de Anka se ve truncado de repente y empieza a dar vueltas por el nido y a rascar el suelo de nuevo. Su cachorro, que ahora lleva un collar de zigzag naranja claro alrededor del cuello, es una mancha negra brillante que duerme plácidamente. Para su seguridad durante el siguiente parto, el monje asistente lo coloca en una pequeña caja de cartón con una almohadilla térmica envuelta en una toalla. Es necesario mantener al cachorro muy caliente, ya que al ser apartado de su madre no es capaz de regular la temperatura de su cuerpo. Al nacer, la temperatura de los cachorros oscila entre 34 y 35 ºC, y a lo largo de las dos siguientes semanas sube hasta alcanzar los 38 ºC normales. De momento, la almohadilla térmica lo mantendrá caliente y cómodo mientras Anka da a luz al siguiente cachorro.

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       Después de secar al recién nacido con una toalla, atamos un collar coloreado con forma de zigzag para identificarlo

      Mientras pasa por una cadena de acontecimientos similares para este segundo cachorro, percibimos una diferencia evidente en Anka. Queda claro que ahora entiende qué está pasando. Casi no gime, sólo al final de las contracciones, y cuando recompone la expresión, su resuelta mirada es sobria y decidida. El ejercicio que ha realizado durante el embarazo le ha dado un buen tono muscular y las continuas contracciones son fuertes y firmes. Con rapidez, con un estremecimiento final que le recorre todo el cuerpo, da a luz al segundo cachorro tumbada en el suelo. Éste sale con suavidad, con la placenta pegada al cordón umbilical. Mientras el saco amniótico que contiene al cachorro yace en el suelo por un momento, podemos ver con claridad al cachorro flotando en su interior y moviendo las patas con energía. Anka rompe el saco de inmediato y limpia al cachorro mientras éste se retuerce sobre el papel de periódico. Tras morder el cordón umbilical hasta que queda reducido a unos cinco centímetros, Anka toma al cachorro con la boca y desfila en círculos alrededor del nido. Esto incita un sonoro gemido del cachorro que parece satisfacer a Anka. Al dejarlo de nuevo en el suelo con delicadeza, se retuerce y ella continúa lamiéndolo. El cachorro, un poco más pequeño que el anterior, sabe instintivamente dónde ir, pero sus movimientos son más lentos y a Anka le hacen falta más lametazos y caricias con el hocico para animarlo. Devolvemos al primer cachorro al nido, donde se une a su hermano recién nacido, y ambos maman satisfechos de una madre fatigada. Durante un rato, Anka limpia escrupulosamente a sus cachorros hasta que emite un largo bostezo y se relaja para esperar el siguiente episodio.

      La noche transcurre y llega el alba. En los siguientes partos, Anka sigue el mismo guión, con una excepción. La excepción aporta un matiz serio a la noche maravillosa. Anka tiene problemas al dar a luz al cuarto cachorro; las numerosas contracciones que sufre no llevan a nada durante un buen rato. Cuando la cachorra sale al fin, los intentos para revivirla no surten efecto. Ha nacido muerta; completamente desarrollada pero con los pulmones llenos de fluido. Mientras van pasando los segundos, tratamos de no perder la esperanza; no es raro que un cachorro empiece a respirar transcurridos unos minutos. Aspiramos fluido de sus pulmones repetidas veces y la movemos en nuestras manos a un lado y otro. A continuación, le administramos Dopram (un estimulante que ayuda a revivir cachorros que salen sin respirar) bajo la lengua. Por último, le insuflamos aire en los pulmones, pero en vano. La cachorrita no se mueve. Anka observa nuestros esfuerzos con gran preocupación, consciente de que algo va mal. Lloriquea mientras mantenemos al cachorro apartado de ella, y se balancea con impaciencia en el nido, pidiendo algo que no le podemos dar. Sacamos con rapidez al cachorro de la habitación, y Anka recula hacia los tres restantes. Ahoga la decepción atendiendo escrupulosamente sus necesidades. Esperemos que esta reacción esté ligada a un olvido rápido.

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       Anka sigue lamiendo y limpiando a sus cachorros recién nacidos.

      Mientras tanto, sosteniendo un cachorro frío y sin vida fuera de la habitación, cobramos plena conciencia de la diferencia radical entre la vida y la muerte. El cuerpo está inerte y relajado. La lengua blanca le cuelga de un lado de la boca. No tiene potencial, no vibra, no tiene nada. Es la nota triste en mitad de un alegre coro de vida.

      Mientras pasan las horas, Anka se toma su tiempo para dar a luz a los últimos cachorros. Quedan dos más por llegar y lo hacen vivos, felizmente. Las largas pausas entre el nacimiento de los cachorros resultan invariablemente momentos de reflexión preciados, importantes si intentamos apreciar la belleza de lo que está ocurriendo. Durante el parto en sí, los acontecimientos se suceden a tal velocidad que no podemos apreciar del todo el misterio de lo que está sucediendo. Sin embargo, obtenemos una comprensión profunda de lo ocurrido esta noche a través de la experiencia del parto en su conjunto. A diferencia del parto humano, en el cual suele producirse un único nacimiento, observamos un nacimiento tras otro, lo cual nos ofrece la oportunidad de absorber la increíble maravilla que suponen. De modo similar y en la misma medida, nos damos cuenta del drástico cambio que sufre Anka, un cambio tan real como los cachorros que cuida a su lado. En cierto sentido, también se trata de un nacimiento, el nacimiento de la maternidad, y el acontecimiento se refleja hasta en el último rincón de su cuerpo. Mientras los cachorros maman, Anka está radiante; sus ojos claros brillan y exhibe una expresión de satisfacción serena. Más allá del sentimentalismo más superficial, la madre y sus cachorros se completan mutuamente.

      Hacia las 10:30 de la mañana, Anka descansa tranquilamente en su nido con cinco cachorros sanos a su lado. Cada cachorro lleva un collar de zigzag diferente para su identificación. Los reconocemos al instante usando un zigzag ancho para los machos y estrecho para las hembras. Esto será en especial importante más adelante, cuando empecemos a tomar notas estructurales y de comportamiento acerca de la camada. Mientras los cachorros duermen, distinguimos con claridad que son tres machos y dos hembras. Acurrucados bien juntos, duermen muy inquietos; se sacuden y retuercen de manera continua. Se trata de un fenómeno normal llamado sueño activo, ligado al desarrollo del sistema neuromuscular de los cachorros. Un cachorro sano jamás yace quieto prolongadamente durante el descanso.

      Tras la llegada del sexto cachorro, a las 8:30 de la mañana, supimos que Anka había terminado. La semana anterior, nuestro veterinario le había realizado radiografías para determinar el número de cachorros que llevaba, СКАЧАТЬ