Hermandad Hirámica: La Profecía Del Templo De Ezequiel. William Hanna
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Hermandad Hirámica: La Profecía Del Templo De Ezequiel - William Hanna страница 21

СКАЧАТЬ de eventos muy tardía, con una agenda teológica para un propósito específico.

       Albright, por otro lado creía que la Biblia era un documento histórico, que, a pesar de someterse a más de unas pocas etapas de edición y traducción, todavía era un reflejo confiable de la antigua realidad. Él determinó, a un grado casi fanático, que excavando los restos antiguos de Palestina constituiría una prueba positiva de la historia judía en esa tierra. Por consiguiente, la arqueología bíblica que siguió las huellas de Albright y sus discípulos se tradujo en una serie de extensas excavaciones en importantes cuentos bíblicos (montículos), incluyendo, entre otros, Ai, una ciudad real cananea, que según el libro de Josué en la Biblia hebrea fue conquistada por los Israelitas en su segundo intento; en Beit She’an, cuyas ruinas son ahora el Bet She’an; Parque Nacional de Beit Shemesh, donde la moderna ciudad israelí de Beit Shemesh fue fundada en el año 1950; en Gézer, antiguamente una ciudad – estado cananea en las estribaciones de las montañas de Judea; en Gabaón, una ciudad cananea al norte de Jerusalén, que fue conquistada por Josué; en Jericó, en la Ribera Occidental y ahora bajo la ocupación israelí desde 1967; en Tel Hazor, el sitio de la antigua Asor, situada al norte del Mar de Galilea; en Tel Laquis, que actualmente es un sitio arqueológico y un parque nacional israelí; en Tel Megiddo, que con su exagerada importancia histórica está protegida como el parque nacional de Megiddo, así como un sitio del Patrimonio Mundial; y en Jerusalén, en el que los judíos ahora reivindican como la capital eterna de Israel. Así que al adoptar con entusiasmo una perspectiva bíblica de las excavaciones, los arqueólogos lograron asegurarse de que cada nuevo descubrimiento, de alguna manera, contribuiría a un rompecabezas que coincidiera convenientemente a la narración bíblica de los últimos del pasado, incluida la edad patriarcal de Abraham, Isaac y Jacob (Génesis 12:50).

      Este enfoque poco honesto de la arqueología, inevitablemente provocó una situación donde la profusión de descubrimientos arqueológicos – en lugar de fundamentar las narraciones bíblicas – en cambio sirvió para desacreditar su credibilidad creando anomalías inexplicables. Por ejemplo, los investigadores tuvieron dificultades para ponerse de acuerdo sobre cuál período arqueológico coincidía con la edad patriarcal; sobre cuándo Abraham, Isaac y Jacob vivieron realmente; y cuándo fue comprada la tumba de los Patriarcas en Hebrón para servir como lugar de enterramiento de los patriarcas y las matriarcas.

      Según la cronología bíblica, Salomón construyó el primer templo unos 480 años después del éxodo de Egipto (1 Reyes 6:1) al cual se le agregaron otros 430 de permanencia en Egipto (Éxodo 12:40), que junto con la extraordinaria longevidad de los patriarcas produjeron una fecha del siglo 21 AEC para el cambio de Abraham a Canaán. Sin embargo, no se ha descubierto ninguna evidencia que se corresponda con dicha cronología. En la década de 1960 Albright sugirió que las andanzas de Abraham debían asignarse a la Edad Media de Bronce (siglos XXII-XX AEC), pero Benjamín Mazar – considerado como una autoridad en la rama Israelí de arqueología bíblica – propuso que el contexto histórico de la edad patriarcal debió ser mil años más tarde, en el siglo XI AEC al “período de liquidación”. Esas propuestas fueron rechazadas por otros que ven la historicidad de los relatos como leyendas ancestrales narradas durante la época del reino de Judea.

       En cuanto al éxodo de Egipto, las peregrinaciones por el desierto, y la narrativa del Monte Sinaí, no existían documentos egipcios para fundamentar tal afirmación y mientras algunos judíos podrían haber sido expulsados del antiguo Egipto, es altamente improbable que el número de expulsados haya sido apenas cercano a la cantidad reclamada por los escribas judíos. Si tal acontecimiento trascendental había ocurrido en realidad – 600.000 personas en esos días habrían representado al menos un cuarto de la población de Egipto – entonces seguramente habría justificado ser diligentemente grabado o al menos mencionado. Numerosos documentos egipcios, sin embargo, mencionan la costumbre de los pastores nómadas de entrar a Egipto por el campamento en el Río Delta del Nilo durante períodos de sequía y escasez de alimentos, pero tales incursiones inofensivas, durante un período de muchos siglos fueron frecuentes en lugar de un evento excepcional solitario. Además, los investigadores han procurado permanentemente localizar el Monte Sinaí y los campamentos del desierto de las tribus errantes, pero, a pesar de considerables esfuerzos, ni un solo sitio ha sido localizado para que coincida con la narración bíblica. Porque los principales acontecimientos en la historia de los Israelitas no están corroborados por los descubrimientos arqueológicos o documentación no bíblica, la mayoría de los historiadores están de acuerdo en que la estancia en Egipto y los acontecimientos del éxodo subsiguiente podrían haberse producido en un número insignificante de familias nómadas cuya historia se embelleció para acomodar las necesidades de una ideología nacionalista.

      Incluso la narrativa históricamente importante acerca de de cómo la tierra de Canaán fue conquistada por los Israelitas está sujeta a dudas, como resultado de las dificultades para localizar la evidencia arqueológica para apoyar esta afirmación bíblica. Las excavaciones por diferentes expediciones en Jericó y Ai – ciudades cuya conquista está detallada concienzudamente en el libro de Josué – no han arrojado nada además de la conclusión de que, durante el período de tiempo acordado para la conquista en la última parte del siglo 13 AEC, no hubo ciudades en cualquiera de los lugares y ciertamente sin paredes que pudieran “venirse abajo”. En respuesta a esta falta de pruebas, se ofrecieron una variedad de explicaciones poco convincentes, incluyendo la sugerencia de que los muros de Jericó habían sido arrastrados por la lluvia.

      Hace casi medio siglo, los estudiosos de la Biblia presentaron la idea de que las descripciones de la conquista se debieron ver nada más que como leyendas míticas porque con el descubrimiento de más y más sitios se había puesto de manifiesto que los lugares en cuestión en diferentes momentos simplemente se extinguieron o habían sido abandonados. Por lo tanto, se llegó finalmente a la conclusión de que no había pruebas objetivas en existencia para apoyar el relato bíblico de una conquista por tribus israelitas en una campaña militar dirigida por Josué.

      Mientras que la narrativa bíblica exagera la medida – “grandes ciudades con muros altos” (Deuteronomio 9:1) – de las fortificaciones de la ciudad cananea conquistada por los israelitas, la realidad era bastante diferente con los sitios excavados que revelaban sólo restos de asentamientos sin fortificar consistentes en pequeños números de estructuras que difícilmente podían considerarse como ciudades. Por consiguiente, era evidente que la cultura palestina urbana a finales del siglo XIII AEC se había desintegrado a lo largo de un período de cientos de años en lugar de ser el resultado de la conquista militar por parte de los israelitas.

       Además, los autores de la descripción bíblica no estaban familiarizados con, o ignoran deliberadamente la realidad geopolítica en Palestina que estaba sujeta al imperio egipcio hasta mediados del siglo XII AEC. Los centros administrativos de los egipcios se encontraban en Gaza, Japho (Jaffa) y Beit She’an con pruebas de numerosos lugares de Egipto a ambos lados del río Jordán siendo también descubiertos. La narración bíblica no menciona esa prominente presencia egipcia, y es evidente que los escribas estaban muy conscientes, o que deliberadamente omitieron una importante realidad histórica, de modo que los descubrimientos arqueológicos han demostrado el escenario bíblico de las “grandes” ciudades cananeas, la inexpugnable fortificación con “muros altos”, y el heroísmo de unos pocos conquistadores israelitas asistidos por Dios contra los cananeos, quienes eran más numerosos, eran todas reconstrucciones teológicas carentes de fundamento fáctico.

      Incluso el surgimiento gradual de los israelitas como pueblo, estaba sujeto a la duda y el debate porque no hubo pruebas de una conquista militar de espectaculares ciudades fortificadas, o pruebas sobre la verdadera identidad de los israelitas. Los descubrimientos arqueológicos, sin embargo, indicaron que a partir de algún tiempo después del 1200 AEC que se identifica con la etapa de “liquidación”, cientos de pequeños asentamientos se establecieron en la región de la colina central donde los campesinos trabajaban la tierra o criaban ovejas. Como ya se había comprobado que esos colonos no habían venido de Egipto, se propuso – porque las tumbas habían sido descubiertas en la zona СКАЧАТЬ